lunes, 24 de agosto de 2020

LA SORPRESA FALTANTE


 Es que las sorpresas surgían, un poco como apariciones, 
sin orden alguno, sin secuencia lógica, tan sólo basadas en
lo inesperado. Que parece ser es un fundamento suficiente
para lo que denominamos a falta de un término mejor, 'sor-
presa'. 
Como es que de pronto se encontraban en una barca, llama-
tivamente pesada, tanto es así que el borde apenas sobresa-
lía de la superficie del agua, que también parecía pesar mu-
cho más de lo que pesa el agua común. Y todos ellos se
veían obligados a remar con fuerza para mantener a la barca andando, ya que de lo contrario, con toda seguridad se hun-
diría irremisiblemente en poco rato.
 Les llevó un buen tiempo descubrir parte del lastre y esa
sorpresa, producto de otra que fue la producción de un fenó-
meno inexplicable como lo es el súbito y breve aclaramiento 
de las aguas de un río barroso, que por otro lado podría haber-
se llamado el "Tigris", por la velocidad de su cauce y la fero-
cidad de su nombre, los condujo de inmediato al conocimien-
to de la verdadera condición en las que se encontraba su 'via-
je', ya que lograron ver que en la proa de la embarcación iba
un par de caballos hundidos, pero aún atados a sus varas, con
todos los arreos puestos, como si fuese lo más natural estar ca-
minando por el lecho de un río, en lugar de un camino.
Los animales, aparentemente exánimes por el esfuerzo que
debían realizar bajo la impresión de que eran ellos los que im-
pulsaban la barca-carro, también estaban sorprendidos de no
estar ahogándose, y de las incomodísimas circunstancias que
se veían obligados a tolerar.
 De manera que los tripulantes no tuvieron más remedio que conjeturar que la supuesta barca era en realidad un carro, y 
que no solo debían remar 'por la barca', sino también por el 
peso atroz de los caballos y el tiro,  además de las ruedas con
sus ejes y radios, pesadas como rocas de montaña ya que de
lo contrario, era inevitable su fatal hundimiento.
Por otra parte, una nueva sorpresa los tomó por asalto, al per-
cibir que las orillas del río que hasta entonces se mantenían a
escasa distancia, se habían alejado muchísimo, confundiéndo-
se con el horizonte. Esa circunstancia agravaba las cosas, ya
que habían visto en más de una ocasión, a pesar del agobio
tremendo de remar contracorriente en aguas pesadas y arras-
trando un carro debajo, que de tanto en tanto había en la cos-
ta lugares propicios para poder eventualmente, salir del río
que los arrastraba. 
 Abrumados por la sucesión de sorpresas -ninguna de las cua-
les resultaba favorable en sentido alguno- se entregaron a su
realidad y sorprendentemente, en lugar de aumentar su can-
sancio hasta abatirlos, sintieron que la furia producida por la
dificultad casi infinita del 'viaje', se convertía en renovadas
energías que los impulsaba a remar triplicando el esfuerzo,
entre gritos, gritos de todas las especies, gritos que aunados 
eran tan terribles que, de haber estado más cerca de la selva
que hasta hace poco los rodeaba, hubiesen sorprendido a la 
más temible de las bestias.

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