lunes, 31 de diciembre de 2012

LOS LIBROS QUE MÁS ME GUSTARON ESTE AÑO (2012)

  Se trata de todo lo contrario de una lista precisa o de una
lista exhaustiva.
  Algunas son relecturas. Darlos a conocer es un intento de
compartir, invitar. Es también una forma de agradecer y rendir homenaje a aquellos autores que logran expandir la conciencia
o poblar el inconciente de sus lectores.
  Cada libro está acompañado de sus 'señas' y de algún comen-
tario que no llega a re-seña, sino que se trata de un gesto que
se dirige a tentar. 'Tentativas de comentarios', por un lado, y
tentaciones para quien se asoma a esta página.
  Faltan unos cuantos, seguramente. Entonces, esta lista se
verá seguida de otras, reparatorias.



Michael Ondaatje. El viaje de Mina. Alfaguara, 2012.
¿Cómo describirlo? ¿Autobiográfico (Onddatje también, co-
mo Mina el viajero de 10 años de edad, nació en Sri Lanka
y se trasladó a Gran Bretaña -y luego a Canadá, donde resi-
de actualmente)? ¿Delicioso? Cada uno de los personajes
está delineado con una mezcla de pericia y afecto muy gran-
des.
Desde "Running in the Family" que no disfrutaba tanto de
un libro de este autor, que, a mi entender, es escencialmente
un gran poeta.



Roberto Calasso. La Folie Baudelaire. Anagrama, 2011.
Nunca termina de asombrarme el gran paseo por la cultura,
el arte y las ideas, de Roberto Calasso. Tanto su "K.", acer-
ca de Kafka -y hace poco se editó 'Aforismos de Zürau', de
éste, con un prólogo y un epílogo, bautizado 'El esplendor
velado', de RC- como su "Ka" acerca de la complejísima mi-
tología hinduísta; "El rosa Tiepolo", referido a la obra del
gran maestro veneciano; "Las ruinas de Kasch", acerca de
Talleyrand y la caída de toda una época; "Las bodas de Cad-
mo y Harmonía", su sendero por la mitología griega... mues-
tran el deslizamiento de la pasión por entender y describir
de este erudito maestro italiano.
En este caso, siguiendo la biografía de Baudelaire, su pro-
funda relación con la madre, su odio por su padrastro, su
amor por la pintura y ciertas mujeres. Como en el caso de
Kafka, el autor revela su gran admiración por estos dos
artistas, y, de paso, nos abre como en un escenario, la época
misma en la que se movió y a la cual conmovió Charles
Baudelaire.

 
Cormac McCarthy. La carretera. Mondadori, 2007.  
Un libro que corta la respiración, que nos arrastra desde la
primera página. Algo terrible ha sucedido, una inmensa catástrofe. Padre e hijo viajan, a pie, empujando en un ca-
rrito de supermercado sus miserables pertenencias. Via-
jan ¿escapando de qué y hacia dónde? Mucha sugerencia,
mucho dicho-apenas o directamente no dicho, a pesar 
de la gran crudeza del relato. 
 
                  
 
  
 
Victor Serge. El caso Tuláyev. Ediciones del equilibrista,     
1993.
Otra tracción, a-tracción fuerte: los excesos casi impensa-
bles cometidos especialmente durante la primera mitad
del siglo XX, tanto en los campos de concentración na-
zis, como en los Gulags soviéticos. Hitler estuvo en
el poder un poco más de 10 años, mientras que Stalin
rigió la vida y la muerte de su propia nación duran-
te más de 3 décadas. Victor Serge es un personaje suma-
mente interesante, y su novela acerca de las persecu-
ciones ideológicas, las famosas "purgas" soviéticas,
es la obra de un excelente escritor. Serge formó parte de
la Revolución, y vivió tanto la militancia
de la primera hora como la persecución y el exilio. En
El caso Tuláyev, muestra cómo el asesinato al voleo
de un alto funcionario es utilizado por el sangui-
nario georgiano para 'limpiar' a numerosos -y leales-
colaboradores y asegurarse el poder
por la vía del terror.
 
 
Julian Barnes. El sentido de un final. Anagrama, 2012.   
Barnes va viviendo. Uno diría "Y... sí", pero no es tan sen-
cillo. Barnes va viviendo y aprendiendo. Y transmitiendo
lo que aprende. En este caso nos lleva con gran sutileza
desde su infancia y juventud, desde las enseñanzas de 
ciertos profesores y las tendencias de su grupo de ami-
gos, y la primera relación amorosa importante de su
vida, al presente. Divorciado -de otra mujer, porque
aquella primera relación quedó trunca- y con una hi-
ja que no le presta mucha atención, un suceso actual lo
conduce de nuevo al pasado. Con sucesivos giros, la
historia que parecía muy sencilla, alcanza una intensa
complejidad. ¿Puede suceder que a una edad 'importante'
(¿sesenta y pico? Julian Barnes nació en Leicester en
1946) un hombre se dé cuenta de que a lo
largo de su vida no había entendido casi nada? ¿Puede
sostener esa conciencia?  Es algo así como "ahora
entiendo que nunca entendí."           
 
 
 
Gérard Pommier. Los cuerpos angélicos de la posmoder-
nidad. Nueva Visión, 2002.
¿Qué sucede en las sociedades humanas cuando cae el
Ideal? ¿En qué se transforman sus cuerpos, sus relacio-
nes, sus asideros? Llevé este libro de Pommier de viaje,
previendo que los viajes me relacionan de tal manera
con el mundo perceptivo  que el otro, el de mi pro-
pia capacidad reflexiva, se aplana.
Y este librito de Pommier cumplió ampliamente la tarea
que le había encomendado. Considerando que poner en
palabras lo inefable es el trabajo del poeta (y del artis-
ta), este psicoanalista francés es consumado en el ar-
te de poner en palabras la también inefable 'realidad'
en la que vivimos. La época, el fin del reinado del pa-
dre, con sus consecuencias: ¿cómo irá  a re-
presentarse el hombre (el humano) en estos nuevos tiem-
pos sin religión, ni tradición paterna? "Desde siempre,
el hombre se representó fuera de él mismo, porque
>él mismo< no sabe quién es." Es el sueño de desem-
barazarse del cuerpo (de ahí el título
del libro). "Se acabaron los libros, ya no se necesita
el arte, que te habla en tu ausencia, que me habla en
mi propia ausencia a  mí y que me hacía más grande
que yo hasta ahora." ¿Cómo abstenernos del padre
que habría podido perdonarme? Entre muchas otras
cuestiones -el amor sexual, la fraternidad, los nue-
vos 'lugares' de hombres y mujeres, el sujeto de lo
político- Pommier avanza ahí donde no se veía con
claridad ningún camino.
 
 
 
 
 
Winfried Georg Sebald. Across the Land and the Water, Se-     
lected poems, 1964-2001. Hamish Hamilton, 2011.
 
He comentado el arribo de esta obra póstuma de Sebald
durante el año. Agrego acá la versión de otro de los poe-
mas que más me gustaron.
 
TRIGONOMETRÍA DE LAS ESFERAS
 
En su año de duelo
Abuelo trasladó
el piano al altillo
y nunca lo volvió
a bajar
 
Con su telescopio de bronce
ahora explora en cambio
las arcadas de los cielos
 
Su diario recuerda
a un cometa con una cola
y la categórica proposición
de que la luna es la obra de arte de la tierra
 
Por él también sé
del hombre santo que se sienta
donde la noche se vuelve día
rugiendo como un león
 
Y una vez dijo no se olviden
de que el viento del norte trae
luz de la casa de Aries
a los manzanos
 
 
 
 
 
Jean-Claude Milner. Claridad de todo. De Lacan a Marx,         
de Aristóteles a Mao. Manantial, 2012.
 
Se ha dicho muchas veces que Jean-Claude Milner y
Jacques Alain Miller son los dos más brillantes
seguidores de Lacan. 
     En este libro, dos psicoanalistas argentinos que re-
siden en Francia, entrevistan a Milner haciendo un
muy logrado recorrido por los distintos momentos
de su pensamiento.
Milner es lingüista y conoció a Lacan a través de
un seminario organizado por Althusser en 1963/4.
Fabián Fajnwaks y Juan Pablo Luccheli lo condu-
cen por sus diversos libros/temas, como El amor
de la lengua, La obra clara
El periplo estructural, Lo triple del placer y El salario
del ideal. 
Dice Milner: "A mi entender, la supervivencia es el
axioma fundador de toda política posible. Ahora bien,
hacer de la supervivencia un axioma es precisamente
no hacer de ella una consecuencia. Y sobre todo no
la consecuencia de una filosofía. A decir verdad, la
política es lo contrario de una filosofía o de una
ideología de la supervivencia. (...) Si la política está 
fundada en la supervivencia, el asesinato político es
una contradicción de los términos."  
 
   
 
 
Karl Ove Knausgard. La muerte del padre. Anagrama,
2012. 
Suelo caer en idealizaciones y, además, creérmelas.
Una de ellas es la que fui estableciendo con los pue-
blos nórdicos. He llegado a creer que son los pue-
blos más civilizados del planeta. Y en un cierto sen-
tido, probablemente lo sean. Igualdad social, de géne-
ro, de acceso a la educación, a la seguridad y a la
salud, todo eso por lo cual otros pueblos batallan
sin logros significativos. Entonces
leo a Larsson ó veo la serie -la sueca, porque la
inglesa no me gusta para nada- "Wallander", basa-
da en los libros de Mankell, o recuerdo los films de
Bergman, o leo este primer tomo de las memorias
noveladas de un noruego hasta ahora desconocido
llamado Knausgard, y el mundo oscuro, el mundo
de las pasiones ingresa al terreno de la civilización
por la puerta trasera. Y está muy
bien, digo, porque los humaniza. Resulta que ellos
también tienen delincuentes y gente problematizada
y drogas, y dramas personales.
Y, cuestión cuya importancia no puede ser pasada por
alto,tienen el FRÍO en esos países. El frío aísla y,
hasta cierto punto, contagia un poco. De todos mo-
dos, siendo el autor bastante crudo en la descripción
de lo vivido, y de la relación con su padre a la an-
tigua (otra vez Pommier) y de sus tempranas expe-
riencias amorosas, dos pequeñas anécdotas que reve-
lan que mi impresión acerca del estado de civiliza-
ción de esas naciones no es totalmente ilusorio:
a) "El verano que nos mudamos [se refiere a su
hermano mayor], empezaba el tercer curso del ins-
tituto y quería acabarlo en el mismo sitio, con sus
amigos de allí. Mi padre se puso furioso, pero Yng-
ve se mostró inflexible, no se mudó, pidió un prés-
tamo oficial para estudiantes, porque mi padre
se negó a darle nada, y alquiló una habitación
no muy lejos de nuestra casa." 
(Las bastardillas, como suele suceder, son mías.)
               b) " ...y un día que tiré una bolsa de papel
vacía en la acera y un señor mayor me pidió que la
recogiera, le dije que la levantara él si tanto le mo-
lestaba, carajo. Cuando me volví, dejando atrás al
hombre, el corazón me latía con tanta fuerza que
apenas podía respirar." Ídem con las bastardillas.
 
 
     
 
 
Jacques Derrida. Seminario La Bestia y el soberano. Volu-
men I (2001-2002), Manantial, 2010. Y Volumen II (2002-2003), Manantial, 2011.
El tema es importante, nada menos que la soberanía y la
parte bestial, la cultura y la naturaleza, lo propio del
hombre: Heidegger, Lacan, Rousseau; pero lo más
importante es la forma en la cual Derrida nos va
conduciendo por preguntas, por el despliegue de
un pensamiento brillante, ilustrado, pero
a la vez nuevo, un pensamiento dedicado a descubrir.
En el estilo de los seminarios de Roland Barthes
-"Cómo estar solos", "Lo neutro", "La escritura de
la novela", "Fragmentos de un discurso amoroso"
-: asociando textos e ideas, recorriendo el espinazo
de las preguntas.
Derrida: "¿Qué es una cosa? ¿Qué es el otro? ¿Qué es
el otro cuando se trata de hacer de mí, qué? Alguna
cosa. ¿Qué es el otro cuando se dedica a hacer de mí
una cosa?" Y nos invita, nos va abriendo puertas, nos
recuerda qué placer inmenso es
pensar, saber, relacionar, discurrir.
 
 
 
 
 
Victoria Sackville West. Pasajera a Teherán. Minúscula,
2010.
Es un libro leve. Amable. Con una mirada ligeramente iróni-
ca de sí misma, Vita se va deslizando como la protagonista in-
glesa de una novela, describiendo el paisaje y sus sensaciones,
con un aire de cierto candor y, al mismo tiempo, de consuma-
da viajera.  
Su paso por Adén, en los primeros meses de 1926, en un bar-
co bautizado Ophir, se adelanta unos años al Oronsay, del ni-
ño Mina/Ondaatje. Virginia Woolf le escribió a Vita al recibir
este librito. Lo había disfrutado mucho. Yo también.   
 
                           
 
 
 
Ed Regis. ¿Quién ocupó el despacho de Einstein? Anagrama,   
1992.
¿Cómo podría no ser apasionante la historia del Instituto de Es-
tudios Avanzados de Princeton, NJ, si a través suyo desfi-
laron algunos de los lógicos y científicos más brillantes de la his-
toria de la humanidad? El 4 de junio de 1932, Albert Eins-
tein contesta a la invitación que se le cursara para ser el primer profesor del Instituto. Los acontecimientos en Alemania y su
origen judío le hicieron responder Ich bin Feuer und Flamme
dafür ("Soy fuego y llama a favor"). Luego el increíble Kurt
Gödel, quien a los 32 años era ya el más grande lógico del siglo XX. Y Atle Selberg con el llamado teorema de los números
primos. Y John Milnor, y Mandelbrot, que inventó toda una
rama nueva de las matemáticas, llamada fractales.   
Y Oppenheimer y Von Neumann y Don Schneider, anuncian-
do nada menos que el descubrimiento del objeto más lejano
de todo el universo... Un relato apasionante acerca de hom-
bres totalmente apasionados por saber y descubrir. El Insti-
tuto los agrupa sin otra tarea encomendada que pensar y
desarrollar sus conocimientos. No hay laboratorio alguno
ahí. Todo está en la cabeza, las notas y los pizarrones. Co-
mo dice Pommier en otro de los libros de esta lista: "ningún matemático hace sus investigaciones en soledad."
Y algo que intuíamos: "Es más fácil conjeturar que demos-
trar, y esto es cierto en cualquier campo de actividad intelec-
tual", dice el matemático Robert Tubbs.
 
 
 
 
 
Joseph Roth.  
La rebelión. Acantilado, 2008.
Jefe de estación Fallmerayer. Acantilado, 2008.
Leo cuanto puedo de Joseph Roth. Siempre estoy por decir:
"casi todo lo que escribió", pero entonces aparece algo nuevo,     
por suerte. Había leído 'La rebelión' en una edición de Seix de     
hace tiempo, pero estos libritos de Ed. Acantilado constituyen    
un placer agregado. Se puede decir que los protagonistas de es-   
tas dos historias, el ex combatiente Andreas Pum y el jefe de
estación Adam Fallmerayer, tienen bastante en común, a pe-
sar de lo diferentes que son sus circunstancias. Ambos son
víctimas de la guerra, ambos se enamoran perdidamente de
una mujer, ambos fracasan. Los personajes de Roth sufren y fracasan de una manera especialmente conmovedora. Él los sobrevuela. ¿Es su propia historia? Sí y no. Es la guerra en
Europa, la caída del Imperio Austrohúngaro (los Habsburgo),
el nacimiento de un nuevo e inmenso peligro: nueva guerra
europea y, a su vez, (Roth es ciertamente judío), una feroz
oleada antisemita.
Siento un gran afecto por Joseph Roth. Son esas cosas inex-     
plicables y que no necesitan explicación: sentimientos. Su no-      
table inteligencia y su tremenda experiencia (viajó como cro-
nista por media Europa en años salvajes), lo romántico, a pe-
sar de todo, de esa época en Berlín; la caída de un Imperio
(me pasa algo semejante con el Raj hindú), me atraen hasta
lo indecible.
      
    
 
Soma Morgenstern. Huida y fin de Joseph Roth. Pre-Textos,     
2008.
Este libro, que había buscado por un buen tiempo, está vincula-    
do al comentario anterior. Había leído el año pasado la obra de       
Géza von Cziffra, El santo bebedor. Recuerdos de Joseph Roth,     
una extensión íntima de todo aquello que suponíamos era la vi-
da 'real' de Roth, entrelazada profundamente con su obra. Soma Morgenstern es también escritor, pero creo que se lo ha apreciado más en su calidad de testigo de la época que como
tal. Compartió diversas épocas de la vida de Roth, ya que se conocieron como compañeros de estudios universitarios. El
libro tiene un tono sencillo, casi ingenuo, que contrasta fuer-
temente con las circunstancias de todos sus actores, envueltos
en el gran drama de la Europa central de entreguerras. Tanto
von Cziffra como Morgenstern relatan la riquísima red de acontecimientos intelectuales, la vida en los cafés, los amo-
res y desventuras del gran Roth. "Me acordé de Berlín, de
aquella noche en el Lunte, cuando Roth me confesó su de-
seo de que la frase de Kleist fuera grabada en su tumba:
>La verdad es que a mí no se me podía ayudar en la
Tierra<".      
      
 
 
Patrick Modiano. Villa Triste. Anagrama, 2009.  
Patrick Modiano trabaja con hilos muy finos. Casi se podría
decir que trabaja con los hilos de seda de la memoria. Sus li-
bros tienen una textura que llevan al lector a desplazarse por
la historia como un patinador sobre hielo lo haría durante un
ensueño. Tanto este libro, como "El horizonte", como "Calle
de las Tiendas Oscuras", son contados con esa profundidad
que no parece tan profunda, como si el patinador supiera
que debajo del hielo el agua es muy fría y algo siniestra, pero
que algo le permite seguir desplazándose por la tersura del re-
lato, como poniéndolo a salvo. Modiano habla tanto de la me-
moria como de la identidad, en estos textos. Hace unos días
releí "Relámpagos", y aún cuando es uno de sus libros más tempranos, ya están ahí ambos elementos: la búsqueda de la identidad entre las impresiones (a veces fotográficas, general-
mente brumosas) de la memoria.
 
 
*
 
El año 2012 se apresta a dar el invisible salto al pasado. 
Con el mismo -inefable- modo, el 2013 casi imperceptible-
mente se prepara para entrar en acción. 
¿Qué queda? ¿Qué permanece?
Tal vez, casi probablemente, algo que no está en UN lugar,
sino ENTRE 'lugares/sujetos'. Es verdad que las montañas
están ahí desde hace una pila de años. Y los sistemas estelares.
Pero nosotros, que creemos vivir en un cuerpo y que en reali-
dad vivimos en la memoria y el sentir del Otro, tenemos una realidad mucho más inestable y mucho más extraña, en cierto modo.  Algunas letras, algunas impresiones. ¡Y sin embargo!
Alguna vez leí algo que escribiera un autor japonés y que
me parece que tiene que ver con todo esto:
"La vida es como una caja de fósforos: es ridículo darle
importancia, es peligroso no darle importancia."
 
Este sitio recibió más de 20 mil visitantes este año.
Gracias. 
* 
¡Ah! Encontré este poemita latino que no sé de quién es.
 
Circumegit se annus
certe ego
adhuc cessatum est
(meus admissum)
classis absumpta
reddere corpus humo?
aut
quod acciderit feramus
 
plerumque
nihil mihi occurit cur...
in tuis oculis non aquiesco
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
         
 
 
         
 
el año ha transcurrido
yo al menos
hasta ahora no he hecho nada
(mi delito)
la flota aniquilada
¿dar el cuerpo a la tierra?
o
soportemos lo que ocurra
 
por otra parte
no se me ocurre por qué razón...
tus miradas me tranquilizan 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

sábado, 29 de diciembre de 2012

SERIE DE LOS 20: LOS DIARIOS DE ROBERT MUSIL



No hace mucho iniciamos esta serie, denominada "de los
20".
La cifra se refiere al número de entradas que haremos en
cada tema. En los tiempos que corren como una cinta trans-
portadora -"el que quiera, y que se anime, que se baje", pare-
ce cantar la inépica época- miramos lo que alcanzamos a ver
al paso.
Al paso acelerado de la cinta.
Es inútil quejarse, se pertenece a la época en la que se vive
como se pertenece a una familia. Quiere decir que si bien no
se trata de algo inexorable, porque es posible aislarse de la
época y se puede renegar de la familia, estas dos circunstan-
cias no se realizan sin pagar un cierto costo. Nadie podría
precisar cuál es el valor de ese costo: tiene, en efecto, algo
de 'caro' y algo de coraje. Es una decisión sin retorno.
Pocos la toman. Tal vez escribimos para esos pocos, aún
sin estar seguros de pertenecer a su dispersa tribu.
Tampoco eran buenas las épocas reflejadas por Musil en
sus Diarios. De hecho, protagonizó como combatiente la
Primera Guerra Mundial y padeció la llegada al poder de
Hitler y buena parte de la Segunda (y según él, más cruen-
ta) Guerra, durante la cual murió de un infarto a los 62
años.

20 ENTRADAS A LOS DIARIOS (1899-1942) DE RO-
BERT MUSIL

Esta obra reúne dos monumentalidades: la de los Diarios de
este escritor-pensador nacido en Klangefort, Austria en 1880,
y la de su traducción, por Elisa Renau Piqueras, con la revi-
sión de Jacobo Muñoz Veiga, junto a la edición en dos tomos,
tapa dura y caja, que hiciera la Diputació Provincial de Valen-
cia, con el nombre de Edicions Alfons el Magnànim, en 1994.


1.
La visitó tras esa noche, la más deliciosa de su vida. Buscó
alguna huella de la víspera en sus ojos. Eran grandes y redon-
dos, de una cálida humedad. Él le rogó: "Llora". Y ella lloró.
Al poco tiempo, él se puso a llorar con ella. Porque tenía ga-
nas de hacerlo. Luego, se sintieron cansados y débiles. Ambos
probaron así una forma de amor mucho más tierna. Pero él ha-
bía hecho un descubrimiento. Éste.
[Un poco más adelante] Llorar. Una prqueña inversión. ¿Qué
pasaría si los hombres decidieran llorar para expresar su ale-
gría (dejando a un lado las habituales lágrimas de alegría)?
¿Qué aspecto tendrían aquellos que lo lograran? En cualquier
caso, habría que servirse del llanto y de la risa como de una
dieta.

2.
Se dice que los sentimientos son lo único evidente que hay
en nosotros. En parte es cierto, puesto que es evidente que
sentimos. Que yo "siento" "algo" cuando, por ejemplo, estoy
celoso es evidente, pero no es tan evidente que sean "celos"
lo que yo siento. Eso descansa sobre representaciones, que
pueden extenderse hasta el idealismo onírico. Cada uno de
esos sentimientos remite a un punto único, singular, fijo, de
mi interior al que, sin embargo, no consigo acercarme y, en
última instancia, a un oscilar allá arriba, en el espacio vacío.

3.
[Tres citas de Thomas Mann]
"La felicidad del escritor es el pensamiento capaz de conver-
tirse por completo en sentimiento, es el sentimiento capaz de
convertirse por completo en pensamiento" T. M. La muerte
en Venecia.
"...Todo lo meramente dicho está condicionado y es impugna-
ble... única y exclusivamente la configuración es inatacable,
esa soberbia superioridad del arte sobre lo puramente intelec-
tual reside en su polisemia llena de vitalidad, en su profunda
falta de compromiso, en su libertad espiritual." Mann, Apolí-
tico.
Turgueniev: "Siempre tengo la impresión de que sobre todo
cuanto digo se podría afirmar con igual razón justamente lo
contrario. Sin embargo, si hablo de una nariz roja y de cabe-
llos rubios, los cabellos son rubios y la nariz roja". Mann,
Apolítico.


4.
 ... se trata de algo importante y al mismo tiempo muy sen-
cillo: los personajes de los libros no estan vivos y el autor no
está vivo. Están por completo a merced de mi arbitrio y ese
odio primario que existe entre los vivos está excluido; están
por completo inmersos en un ambiente de simpatía. (Se pue-
de uno "entregar" a ellos, mientras que en la vida real nos man-
tenemos al margen) Una razón que explica por qué nos resul-
tan tan deslumbrantes cuando los amamos. Sin embargo, el
odio contra un libro no es más que el odio usual que se siente
contra las personas y los pensamientos.


5.
[Inicio del 1er cuaderno, entre 1899 y 1904, aún no está es-
tablecido] Yo vivo en las regiones polares; cuando me asomo
a la ventana no veo más que blancas superficies tranquilas que
sirven de pedestal a la noche. Hay en torno mío un aislamiento
orgánico, es como si yaciera bajo una capa de hielo de 100 me-
tros de espesor. Un cobertor como éste procura a los ojos de
quien yace tan confortablemente enterrado esa perspectiva que
sólo conoce quien ha colocado sobre sus ojos más de 100 me-
tros de hielo.


6.
En Essays, I, dice Emerson: El hombre no se pertenece a sí
mismo más que a medias -la otra mitad es expresión. Pues to-
dos los hombres aspiran, en su precariedad anímica, a la ex-
presión. En el amor, en el arte, en la codicia, en la política, en
el trabajo y en el juego, tratamos de expresar nuestro penoso
secreto.


7.
Las ventanas tras la puesta del sol. Es como si estuvieran
forradas (por dentro) con papel dorado, que en algunas ven-
tanas se ha estropeado y ondulado; otras parecen cubiertas
de papel de estraza. Pero las ventanas entreabiertas parecen
hechas de oropel desgarrado y convertido en flecos. Más tar-
de, todo se vuelve pálido, exangüe.


8.
Siempre se cree que cuando uno está ante la muerte goza
más profundamente de la vida, la bebe a grandes sorbos. Eso
es lo que cuentan los poetas. No es así. Simplemente se sien-
te uno liberado de una ligadura, como de una rodilla anquilo-
sada o de una mochila demasiado pesada. De esa ligadura
que supone el deseo de querer estar vivo, del horror ante la
muerte. Uno ya no se siente atado. Se es libre. Es la sensa-
ción de ser el propio amo.


9a.
Mujer que envejece: Su reacción: Te lo he dado todo, tú
me has utilizado y ahora estoy aquí, abandonada, es perfec-
tamente legítimo. Ella ha dilapidado sus esperanzas, sus ex-
pectativas, y sus fantasías eróticas. Se ha empobrecido hasta
el límite, mientras que el hombre envejece aneróticamente a
la vida.
(...)
9b.
Amor: Qué extraño que nosotros dos seamos tan diferen-
tes a los demás: expresión típica. El más fuerte de los dos,
al enamorarse de otro ser, cambia repentinamente y por com-
pleto de acuerdo con éste.


10.
Yo tenía ya unos 18 o 19 años cuando, durante un verano
junto al Wörthersee, tuve la siguiente experiencia. Me hallaba
sobre el trampolín de la escuela masculina de natación, mien-
tras que mi madre se encontraba en el extremo del trampolín
en la piscina para señoras contigua y contemplaba el lago.
Llevaba un albornoz y ya había tomado el baño. No había
advertido mi presencia. Con un gesto maquinal, se abrió el
albornoz para sujetarlo de otra manera y durante unos instan-
tes la vi desnuda. Ella debía tener por entonces un poco más
de cuarenta años, era muy blanca, y llena y bien formada. A
pesar de que ese acontecimiento me ha llenado hasta hoy de
una cierta admiración, todavía me resulta más vívido el sen-
timiento de vergüenza, y creo que de cólera y espanto, que
experimenté entonces.




11.
En el futuro, colocarme al escribir solamente en el lugar
de un personaje secundario, de un espectador. En la novela
me he situado en el centro, aunque no me describa a mí mis-
mo, eso dificulta la "fabulación"; es muy posible que todo
dependa realmente de esta actitud de principio. Así, pues,
al inventar una historia, colocarse desde el comienzo en el
papel de un observador. Lo anoto aquí, porque es probable
que tenga importancia para la comprensión de todo el pro-
ceso.


12.
Carlyle: Goering: No sé si lo he anotado, y lo repito
ahora de memoria: el honor de que se goza está en relación
con el poder que se detenta. Aquel que carece de defensa,
carece también de honor.
               Goebbels: Se dice (allí donde se nos calumnia) que
entre nosotros no se ejerce la crítica. ¡Muy al contrario!
Lo que ocurre es que entre nosotros el que critica es el supe-
rior, no el subordinado. (Discurso.)
[ Nota: Musil llamaba Carlyle a Hitler, en aquellos peligro-
sos tiempos.
Poco después del incendio del Reichstag -provocado por los
nazis para acceder al poder- escribe RM: "Todos los derechos
fundamentales han sido marginados sin que nadie se haya in-
dignado violentamente... Lo aceptan como el mal tiempo... Se
podía uno sentir profundamente desilusionado, pero es más
correcto extraer la conclusión de que todo lo que se ha supri-
mido eran cosas que no tenían demasiada importancia para
la gente."
Y poco después acerca de "Carlyle": "Nosotros, los alemanes,
hemos producido los mayores moralistas de la segunda mitad
del siglo pasado [se refiere a su muy admirado Nietzsche] ¿y
ahora producimos la mayor de las aberraciones morales que
se han visto en la era cristiana? Es que somos desmesurados
desde todos los puntos de vista."]


13.
 A pesar de que no he leído tan bien como ayer mi texto so-
bre la "estupidez", he podido darme cuenta perfectamente de
sus defectos y de los míos. Tal vez se podría expresar del mo-
do siguiente: a todas mis obras les falta decir esto: Debes es-
cucharme. Nacidas de una rigurosa necesidad interior, care-
cen de todo elemento apelativo; la voluntad, fuerte en lo par-
ticular (la creación) es, en conjunto, débil (comunicación);
también se podría decir que esta elaboración cuidadosa no
encuentra el gesto total. O bien, que me atasco en el esfuer-
zo de pensar y dejo de lado la aplicación. Mi espíritu es de-
masiado poco práctico.


14.
 Ignoro para qué vivimos, podría decir. Lo que seduce a o-
tros, no me seduce a mí. Desde la infancia. Con muy pocas
excepciones. Así es el hombre sin alegría, "sin apetitos".
De acuerdo con las tendencias dominantes de la psicología,
¿no sería de esperar que tratara de procurarme placer a tra-
vés de la escritura? Y, sin embargo, tampoco escribo por
placer, sino por pasión. Es posible que sea necesario amar
la vida para escribir con facilidad. Tendría, pues, que sedu-
cirme y llevarme así, mediante un rodeo, a la realización
por la escritura. ¿De qué especie es el hombre que no está
ahí para nada?


15.
 Espárragos crudos, sueltos: esos óvalos ligeramente defor-
mados. Esos falos planos o muy torcidos, enhiestos en la
punta. Con corazas de escamas triangulares. (Rejuveneci-
dos. Más tiernos.) Violetas tonos carnales. Tallos duros.
 Contemplados por dos amigas.


16. [Selección de una larga nota en la que Musil expresa sus
ideas estético-literarias]
 Desde mi juventud he considerado la estética como una é-
tica.
 No saber lo que se quiere, como principio creativo.
 El grado necesario de indiferencia social.
 Arte = expresar algo con amor. Pero, ¿qué es lo que hemos
de amar?
 Arte a expensas del carácter.
 Literatura = combate por una naturaleza superior.
 La terrible sutileza de lo verdadero, lo bueno, lo bello (anti-
fascismo).
 La repetición como principio fundamental de la literatura.
Decir cosas nuevas y crear formas nuevas.
 No ser capaz de explicar las propias obras.
 El escritor se siente inseguro hasta que no ha escrito.
 Yo sé muy raramente lo que quiero.
 Corrección realista de acuerdo con los propios pensamientos.
 Proscripción del didactismo.
 No tener un instante libre como norma en el arte y en la vida.


17.
 Chiste inglés: Los irlandeses no saben lo que quieren, pero
lo quieren con pasión.
 ¡Se podría aplicar al caso de los escritores políticos, incluso
a los escritores en general!
 Y también a los hombres de acción: ¡es tan fácil tener ener-
gía y tan difícil buscar un sentido a la acción!


18.
 Juventudes Hitlerianas, corriendo por las calles con mucho
escándalo, un poco antes de las 10 de la noche. Sólo haría
falta que brillara la luna o que estuvieran a punto de iniciar
una excursión por el Danubio. Compáreselos con aquellos
estudiantes de secundaria ansiosos, pálidos, libidinosos de
otros tiempos, con sus ideas fragmentarias, que jamás con-
seguían convertirse en algo completo. En la actualidad son
más fuertes y más seguros de sí mismos, aunque tal vez en
ello tenga algo que ver (¡brevedad del tiempo!) el punto de
vista. Me recuerdan vivamente al ambiente que reinaba en
el Instituto Militar. Y luego, naturalmente, me doy cuenta
de la hueca melancolía que había en la base de aquel afán
de empresa.


19a.
 Infelicidad: Constituye una carencia de la lengua alemana
el hecho de que no pueda expresar esa pasión tan llena de
contenido más que como negación y que, además, no po-
sea más que una sola palabra para expresar la infelicidad
interior y exterior.
19b.
 Turbado, turbación, turbar, (sentimiento de turbación), etc...
son términos que la lengua alemana utiliza casi exclusiva-
mente como contraposición a alegría y para expresar la tur-
bación de la alegría. Y además, la turbación general de los
sentimientos constituye precisamente una característica ale-
mana. Al margen: sentirse turbado hasta la más profunda
claridad es algo que podría decirse del estado que caracte-
riza la melancolía creadora, esa manera que tiene el mundo
de sintonizar con el tono más grave.


20.
 Las impresiones dactilares se han utilizado en China y Ja-
pón desde hace ya más de mil años para identificar perso-
nas. En Europa no se pensó en ello hasta 1880. Un ejemplo
de cómo el desarrollo de la cultura no siempre logra reen-
contrar por otras vías en un plazo de tiempo razonable lo
que pierde o descuida.


Y el comentario final del último cuaderno, fechado el 6
de noviembre de 1941, que recién fue hallado en el otoño
de 1980, en el forro de un abrigo cosido por su mujer Mar-
ta Musil:

"Un punto de vista de interés general: ¿de qué manera evo-
luciona de la juventud a la vejez una relación determinada
por la sexualidad?
 "El bellísimo y expresivo cuerpo de la mujer (su reflejo en
algunos poemas). Lo que soporta. Como compensación, la
solidaridad. La ternura de la vida ulterior. La importancia
de una piel suave entre otras cosas.(...) lo que la belleza se
lleva consigo cuando desaparece; lo que incluso físicamen-
te perdura, es más importante, que la belleza.
 "Cuando se es joven, se es más crítico y exigente; y se está
más expuesto al desengaño. Lo que me irrita es ese maldito
poema de Goethe, Filemón y Baucis, en el Fausto II."

[Nota. Al mismo tiempo, refiere J.M. Coetzee en su ensayo
acerca de Los Diarios de Robert Musil, publicado en "Cos-
tas extrañas": >Las anotaciones de los últimos años son de-
soladoras. Su libido disminuye, y él interpreta este declive
como "falta de voluntad de vivir". "Las vendas se te caen de
los ojos. Ves a todos los que amas bajo una luz despiadada."]


Y... ALGUNOS COMENTARIOS

Los Diarios de Musil son, en cierto sentido de difícil lectu-
ra. Y no me refiero al hecho de que suman, entre los 35 cua-
dernos conservados-publicados, algo más de 1300 páginas.
Lo que complica la lectura es que el autor escribió estas no-
tas como un laboratorio no sólo de su obra -en especial de
los inacabados tres tomos de El hombre sin atributos, que
es su intento literario mayor- sino también de su propia vi-
da. Musil estaba sorprendido por la distancia que había en-
tre la inteligencia de ciertas personas que conocía, entre ellos
algunos destacados filósofos y científicos, y la vulgaridad de
sus vidas afectivas. Lo atribuía en buena medida a la cultura
alemana, por la disociación que ésta hacía entre sentimientos
e intelecto.
La tarea que se propone es la de operar sobre sus propios sen-
timientos (¿una nueva 'educación sentimental'?) a través de
su 'ficcionamiento': convertir los celos que experimentaba por
una mujer, por ejemplo, en un modelo vivo de lo que senti-
rían los personajes de sus novelas (la temprana "Tribulaciones
del joven estudiante Törless" y las posteriores "Tres mujeres"
y "Uniones", además de "El hombre sin atributos", que se con-
virtiera en su obsesión y pesadilla). Eso intentaba hacer con
todos sus sentimientos. Musil le asignaba una importancia
fundamental a la vida sexual. Luego de una más o menos pro-
longada relación con una muchacha de clase trabajadora (Her-
ma Dietz) que su madre rechazaba, conoce a Martha Marco-
valdi, que había abandonado a su marido italiano, llevándose a Berlín a sus hijos, y poco después se casan. >Martha es eso en
que yo me he convertido y que se ha convertido en "mi"<

El nombre "Diarios" (Tagebücher) fue elegido por su editor alemán. Musil prefería llamarlos "Cuadernos" (Hefte).
Cuando atraviesa largos períodos de sequía en su escritura,
"me levanto en un estado de desesperación intelectual, una
mezcla de impotencia con una terrible aversión... a la idea
de tener que volver a ponerme a la tarea [de El hombre sin...]",
empieza a imaginar la publicación de sus 40 cuadernos. Lo
cual significa que se han perdido cinco de ellos, los que van
de abril de 1908 a agosto de 1910, y los del período 1926-28.

Luego de haberse publicado el primer tomo de El hombre sin
atributos en Alemania, en 1930, Musil recibió un gran reco-
nocimiento. Sin embargo, en 1938, el régimen nazi prohibió
todas sus obras. Musil y Martha se refugiaron en Suiza, don-
de no recibieron las atenciones y los cuidados que esperaban. Thomas Mann, que había pasado por Suiza como un escritor
muy reconocido, ya estaba en los Estados Unidos y fue uno
de los que más bregó, -un hecho paradojal, ya que Musil, probablemente por envidia, despotricaba contra su obra, aun-
que una vez que se enteró de la actitud de Mann, se arrepin-
tió de sus críticas- por que se le facilitase la salida hacia el continente americano.

Musil pensaba que iba a vivir todavía mucho tiempo más.
Tenía decenas, tal vez algunos cientos de esbozos, escritos
casi terminados, proyectos de todas clases. Pero si uno lee
lo que le ocurría con su sexualidad y con la escritura, dos co-
sas tan ligadas en él, que podríamos reunir en la palabra "vi-
talidad", junto al forzado exilio en Suiza y la prohibición de
sus obras, se torna más entendible su súbito final.
¿Una discutible interpretación? Es posible. Por diversas y
complejas relaciones, Musil sentía rechazo por el psicoaná-
lisis freudiano. Pero habiéndose dedicado tanto a conocer y
entender sus propios sentimientos, tal vez en este caso, ex-
tremo como ninguno, estaría de acuerdo con nosotros.