sábado, 29 de diciembre de 2012
SERIE DE LOS 20: LOS DIARIOS DE ROBERT MUSIL
No hace mucho iniciamos esta serie, denominada "de los
20".
La cifra se refiere al número de entradas que haremos en
cada tema. En los tiempos que corren como una cinta trans-
portadora -"el que quiera, y que se anime, que se baje", pare-
ce cantar la inépica época- miramos lo que alcanzamos a ver
al paso.
Al paso acelerado de la cinta.
Es inútil quejarse, se pertenece a la época en la que se vive
como se pertenece a una familia. Quiere decir que si bien no
se trata de algo inexorable, porque es posible aislarse de la
época y se puede renegar de la familia, estas dos circunstan-
cias no se realizan sin pagar un cierto costo. Nadie podría
precisar cuál es el valor de ese costo: tiene, en efecto, algo
de 'caro' y algo de coraje. Es una decisión sin retorno.
Pocos la toman. Tal vez escribimos para esos pocos, aún
sin estar seguros de pertenecer a su dispersa tribu.
Tampoco eran buenas las épocas reflejadas por Musil en
sus Diarios. De hecho, protagonizó como combatiente la
Primera Guerra Mundial y padeció la llegada al poder de
Hitler y buena parte de la Segunda (y según él, más cruen-
ta) Guerra, durante la cual murió de un infarto a los 62
años.
20 ENTRADAS A LOS DIARIOS (1899-1942) DE RO-
BERT MUSIL
Esta obra reúne dos monumentalidades: la de los Diarios de
este escritor-pensador nacido en Klangefort, Austria en 1880,
y la de su traducción, por Elisa Renau Piqueras, con la revi-
sión de Jacobo Muñoz Veiga, junto a la edición en dos tomos,
tapa dura y caja, que hiciera la Diputació Provincial de Valen-
cia, con el nombre de Edicions Alfons el Magnànim, en 1994.
1.
La visitó tras esa noche, la más deliciosa de su vida. Buscó
alguna huella de la víspera en sus ojos. Eran grandes y redon-
dos, de una cálida humedad. Él le rogó: "Llora". Y ella lloró.
Al poco tiempo, él se puso a llorar con ella. Porque tenía ga-
nas de hacerlo. Luego, se sintieron cansados y débiles. Ambos
probaron así una forma de amor mucho más tierna. Pero él ha-
bía hecho un descubrimiento. Éste.
[Un poco más adelante] Llorar. Una prqueña inversión. ¿Qué
pasaría si los hombres decidieran llorar para expresar su ale-
gría (dejando a un lado las habituales lágrimas de alegría)?
¿Qué aspecto tendrían aquellos que lo lograran? En cualquier
caso, habría que servirse del llanto y de la risa como de una
dieta.
2.
Se dice que los sentimientos son lo único evidente que hay
en nosotros. En parte es cierto, puesto que es evidente que
sentimos. Que yo "siento" "algo" cuando, por ejemplo, estoy
celoso es evidente, pero no es tan evidente que sean "celos"
lo que yo siento. Eso descansa sobre representaciones, que
pueden extenderse hasta el idealismo onírico. Cada uno de
esos sentimientos remite a un punto único, singular, fijo, de
mi interior al que, sin embargo, no consigo acercarme y, en
última instancia, a un oscilar allá arriba, en el espacio vacío.
3.
[Tres citas de Thomas Mann]
"La felicidad del escritor es el pensamiento capaz de conver-
tirse por completo en sentimiento, es el sentimiento capaz de
convertirse por completo en pensamiento" T. M. La muerte
en Venecia.
"...Todo lo meramente dicho está condicionado y es impugna-
ble... única y exclusivamente la configuración es inatacable,
esa soberbia superioridad del arte sobre lo puramente intelec-
tual reside en su polisemia llena de vitalidad, en su profunda
falta de compromiso, en su libertad espiritual." Mann, Apolí-
tico.
Turgueniev: "Siempre tengo la impresión de que sobre todo
cuanto digo se podría afirmar con igual razón justamente lo
contrario. Sin embargo, si hablo de una nariz roja y de cabe-
llos rubios, los cabellos son rubios y la nariz roja". Mann,
Apolítico.
4.
... se trata de algo importante y al mismo tiempo muy sen-
cillo: los personajes de los libros no estan vivos y el autor no
está vivo. Están por completo a merced de mi arbitrio y ese
odio primario que existe entre los vivos está excluido; están
por completo inmersos en un ambiente de simpatía. (Se pue-
de uno "entregar" a ellos, mientras que en la vida real nos man-
tenemos al margen) Una razón que explica por qué nos resul-
tan tan deslumbrantes cuando los amamos. Sin embargo, el
odio contra un libro no es más que el odio usual que se siente
contra las personas y los pensamientos.
5.
[Inicio del 1er cuaderno, entre 1899 y 1904, aún no está es-
tablecido] Yo vivo en las regiones polares; cuando me asomo
a la ventana no veo más que blancas superficies tranquilas que
sirven de pedestal a la noche. Hay en torno mío un aislamiento
orgánico, es como si yaciera bajo una capa de hielo de 100 me-
tros de espesor. Un cobertor como éste procura a los ojos de
quien yace tan confortablemente enterrado esa perspectiva que
sólo conoce quien ha colocado sobre sus ojos más de 100 me-
tros de hielo.
6.
En Essays, I, dice Emerson: El hombre no se pertenece a sí
mismo más que a medias -la otra mitad es expresión. Pues to-
dos los hombres aspiran, en su precariedad anímica, a la ex-
presión. En el amor, en el arte, en la codicia, en la política, en
el trabajo y en el juego, tratamos de expresar nuestro penoso
secreto.
7.
Las ventanas tras la puesta del sol. Es como si estuvieran
forradas (por dentro) con papel dorado, que en algunas ven-
tanas se ha estropeado y ondulado; otras parecen cubiertas
de papel de estraza. Pero las ventanas entreabiertas parecen
hechas de oropel desgarrado y convertido en flecos. Más tar-
de, todo se vuelve pálido, exangüe.
8.
Siempre se cree que cuando uno está ante la muerte goza
más profundamente de la vida, la bebe a grandes sorbos. Eso
es lo que cuentan los poetas. No es así. Simplemente se sien-
te uno liberado de una ligadura, como de una rodilla anquilo-
sada o de una mochila demasiado pesada. De esa ligadura
que supone el deseo de querer estar vivo, del horror ante la
muerte. Uno ya no se siente atado. Se es libre. Es la sensa-
ción de ser el propio amo.
9a.
Mujer que envejece: Su reacción: Te lo he dado todo, tú
me has utilizado y ahora estoy aquí, abandonada, es perfec-
tamente legítimo. Ella ha dilapidado sus esperanzas, sus ex-
pectativas, y sus fantasías eróticas. Se ha empobrecido hasta
el límite, mientras que el hombre envejece aneróticamente a
la vida.
(...)
9b.
Amor: Qué extraño que nosotros dos seamos tan diferen-
tes a los demás: expresión típica. El más fuerte de los dos,
al enamorarse de otro ser, cambia repentinamente y por com-
pleto de acuerdo con éste.
10.
Yo tenía ya unos 18 o 19 años cuando, durante un verano
junto al Wörthersee, tuve la siguiente experiencia. Me hallaba
sobre el trampolín de la escuela masculina de natación, mien-
tras que mi madre se encontraba en el extremo del trampolín
en la piscina para señoras contigua y contemplaba el lago.
Llevaba un albornoz y ya había tomado el baño. No había
advertido mi presencia. Con un gesto maquinal, se abrió el
albornoz para sujetarlo de otra manera y durante unos instan-
tes la vi desnuda. Ella debía tener por entonces un poco más
de cuarenta años, era muy blanca, y llena y bien formada. A
pesar de que ese acontecimiento me ha llenado hasta hoy de
una cierta admiración, todavía me resulta más vívido el sen-
timiento de vergüenza, y creo que de cólera y espanto, que
experimenté entonces.
11.
En el futuro, colocarme al escribir solamente en el lugar
de un personaje secundario, de un espectador. En la novela
me he situado en el centro, aunque no me describa a mí mis-
mo, eso dificulta la "fabulación"; es muy posible que todo
dependa realmente de esta actitud de principio. Así, pues,
al inventar una historia, colocarse desde el comienzo en el
papel de un observador. Lo anoto aquí, porque es probable
que tenga importancia para la comprensión de todo el pro-
ceso.
12.
Carlyle: Goering: No sé si lo he anotado, y lo repito
ahora de memoria: el honor de que se goza está en relación
con el poder que se detenta. Aquel que carece de defensa,
carece también de honor.
Goebbels: Se dice (allí donde se nos calumnia) que
entre nosotros no se ejerce la crítica. ¡Muy al contrario!
Lo que ocurre es que entre nosotros el que critica es el supe-
rior, no el subordinado. (Discurso.)
[ Nota: Musil llamaba Carlyle a Hitler, en aquellos peligro-
sos tiempos.
Poco después del incendio del Reichstag -provocado por los
nazis para acceder al poder- escribe RM: "Todos los derechos
fundamentales han sido marginados sin que nadie se haya in-
dignado violentamente... Lo aceptan como el mal tiempo... Se
podía uno sentir profundamente desilusionado, pero es más
correcto extraer la conclusión de que todo lo que se ha supri-
mido eran cosas que no tenían demasiada importancia para
la gente."
Y poco después acerca de "Carlyle": "Nosotros, los alemanes,
hemos producido los mayores moralistas de la segunda mitad
del siglo pasado [se refiere a su muy admirado Nietzsche] ¿y
ahora producimos la mayor de las aberraciones morales que
se han visto en la era cristiana? Es que somos desmesurados
desde todos los puntos de vista."]
13.
A pesar de que no he leído tan bien como ayer mi texto so-
bre la "estupidez", he podido darme cuenta perfectamente de
sus defectos y de los míos. Tal vez se podría expresar del mo-
do siguiente: a todas mis obras les falta decir esto: Debes es-
cucharme. Nacidas de una rigurosa necesidad interior, care-
cen de todo elemento apelativo; la voluntad, fuerte en lo par-
ticular (la creación) es, en conjunto, débil (comunicación);
también se podría decir que esta elaboración cuidadosa no
encuentra el gesto total. O bien, que me atasco en el esfuer-
zo de pensar y dejo de lado la aplicación. Mi espíritu es de-
masiado poco práctico.
14.
Ignoro para qué vivimos, podría decir. Lo que seduce a o-
tros, no me seduce a mí. Desde la infancia. Con muy pocas
excepciones. Así es el hombre sin alegría, "sin apetitos".
De acuerdo con las tendencias dominantes de la psicología,
¿no sería de esperar que tratara de procurarme placer a tra-
vés de la escritura? Y, sin embargo, tampoco escribo por
placer, sino por pasión. Es posible que sea necesario amar
la vida para escribir con facilidad. Tendría, pues, que sedu-
cirme y llevarme así, mediante un rodeo, a la realización
por la escritura. ¿De qué especie es el hombre que no está
ahí para nada?
15.
Espárragos crudos, sueltos: esos óvalos ligeramente defor-
mados. Esos falos planos o muy torcidos, enhiestos en la
punta. Con corazas de escamas triangulares. (Rejuveneci-
dos. Más tiernos.) Violetas tonos carnales. Tallos duros.
Contemplados por dos amigas.
16. [Selección de una larga nota en la que Musil expresa sus
ideas estético-literarias]
Desde mi juventud he considerado la estética como una é-
tica.
No saber lo que se quiere, como principio creativo.
El grado necesario de indiferencia social.
Arte = expresar algo con amor. Pero, ¿qué es lo que hemos
de amar?
Arte a expensas del carácter.
Literatura = combate por una naturaleza superior.
La terrible sutileza de lo verdadero, lo bueno, lo bello (anti-
fascismo).
La repetición como principio fundamental de la literatura.
Decir cosas nuevas y crear formas nuevas.
No ser capaz de explicar las propias obras.
El escritor se siente inseguro hasta que no ha escrito.
Yo sé muy raramente lo que quiero.
Corrección realista de acuerdo con los propios pensamientos.
Proscripción del didactismo.
No tener un instante libre como norma en el arte y en la vida.
17.
Chiste inglés: Los irlandeses no saben lo que quieren, pero
lo quieren con pasión.
¡Se podría aplicar al caso de los escritores políticos, incluso
a los escritores en general!
Y también a los hombres de acción: ¡es tan fácil tener ener-
gía y tan difícil buscar un sentido a la acción!
18.
Juventudes Hitlerianas, corriendo por las calles con mucho
escándalo, un poco antes de las 10 de la noche. Sólo haría
falta que brillara la luna o que estuvieran a punto de iniciar
una excursión por el Danubio. Compáreselos con aquellos
estudiantes de secundaria ansiosos, pálidos, libidinosos de
otros tiempos, con sus ideas fragmentarias, que jamás con-
seguían convertirse en algo completo. En la actualidad son
más fuertes y más seguros de sí mismos, aunque tal vez en
ello tenga algo que ver (¡brevedad del tiempo!) el punto de
vista. Me recuerdan vivamente al ambiente que reinaba en
el Instituto Militar. Y luego, naturalmente, me doy cuenta
de la hueca melancolía que había en la base de aquel afán
de empresa.
19a.
Infelicidad: Constituye una carencia de la lengua alemana
el hecho de que no pueda expresar esa pasión tan llena de
contenido más que como negación y que, además, no po-
sea más que una sola palabra para expresar la infelicidad
interior y exterior.
19b.
Turbado, turbación, turbar, (sentimiento de turbación), etc...
son términos que la lengua alemana utiliza casi exclusiva-
mente como contraposición a alegría y para expresar la tur-
bación de la alegría. Y además, la turbación general de los
sentimientos constituye precisamente una característica ale-
mana. Al margen: sentirse turbado hasta la más profunda
claridad es algo que podría decirse del estado que caracte-
riza la melancolía creadora, esa manera que tiene el mundo
de sintonizar con el tono más grave.
20.
Las impresiones dactilares se han utilizado en China y Ja-
pón desde hace ya más de mil años para identificar perso-
nas. En Europa no se pensó en ello hasta 1880. Un ejemplo
de cómo el desarrollo de la cultura no siempre logra reen-
contrar por otras vías en un plazo de tiempo razonable lo
que pierde o descuida.
Y el comentario final del último cuaderno, fechado el 6
de noviembre de 1941, que recién fue hallado en el otoño
de 1980, en el forro de un abrigo cosido por su mujer Mar-
ta Musil:
"Un punto de vista de interés general: ¿de qué manera evo-
luciona de la juventud a la vejez una relación determinada
por la sexualidad?
"El bellísimo y expresivo cuerpo de la mujer (su reflejo en
algunos poemas). Lo que soporta. Como compensación, la
solidaridad. La ternura de la vida ulterior. La importancia
de una piel suave entre otras cosas.(...) lo que la belleza se
lleva consigo cuando desaparece; lo que incluso físicamen-
te perdura, es más importante, que la belleza.
"Cuando se es joven, se es más crítico y exigente; y se está
más expuesto al desengaño. Lo que me irrita es ese maldito
poema de Goethe, Filemón y Baucis, en el Fausto II."
[Nota. Al mismo tiempo, refiere J.M. Coetzee en su ensayo
acerca de Los Diarios de Robert Musil, publicado en "Cos-
tas extrañas": >Las anotaciones de los últimos años son de-
soladoras. Su libido disminuye, y él interpreta este declive
como "falta de voluntad de vivir". "Las vendas se te caen de
los ojos. Ves a todos los que amas bajo una luz despiadada."]
Y... ALGUNOS COMENTARIOS
Los Diarios de Musil son, en cierto sentido de difícil lectu-
ra. Y no me refiero al hecho de que suman, entre los 35 cua-
dernos conservados-publicados, algo más de 1300 páginas.
Lo que complica la lectura es que el autor escribió estas no-
tas como un laboratorio no sólo de su obra -en especial de
los inacabados tres tomos de El hombre sin atributos, que
es su intento literario mayor- sino también de su propia vi-
da. Musil estaba sorprendido por la distancia que había en-
tre la inteligencia de ciertas personas que conocía, entre ellos
algunos destacados filósofos y científicos, y la vulgaridad de
sus vidas afectivas. Lo atribuía en buena medida a la cultura
alemana, por la disociación que ésta hacía entre sentimientos
e intelecto.
La tarea que se propone es la de operar sobre sus propios sen-
timientos (¿una nueva 'educación sentimental'?) a través de
su 'ficcionamiento': convertir los celos que experimentaba por
una mujer, por ejemplo, en un modelo vivo de lo que senti-
rían los personajes de sus novelas (la temprana "Tribulaciones
del joven estudiante Törless" y las posteriores "Tres mujeres"
y "Uniones", además de "El hombre sin atributos", que se con-
virtiera en su obsesión y pesadilla). Eso intentaba hacer con
todos sus sentimientos. Musil le asignaba una importancia
fundamental a la vida sexual. Luego de una más o menos pro-
longada relación con una muchacha de clase trabajadora (Her-
ma Dietz) que su madre rechazaba, conoce a Martha Marco-
valdi, que había abandonado a su marido italiano, llevándose a Berlín a sus hijos, y poco después se casan. >Martha es eso en
que yo me he convertido y que se ha convertido en "mi"<
El nombre "Diarios" (Tagebücher) fue elegido por su editor alemán. Musil prefería llamarlos "Cuadernos" (Hefte).
Cuando atraviesa largos períodos de sequía en su escritura,
"me levanto en un estado de desesperación intelectual, una
mezcla de impotencia con una terrible aversión... a la idea
de tener que volver a ponerme a la tarea [de El hombre sin...]",
empieza a imaginar la publicación de sus 40 cuadernos. Lo
cual significa que se han perdido cinco de ellos, los que van
de abril de 1908 a agosto de 1910, y los del período 1926-28.
Luego de haberse publicado el primer tomo de El hombre sin
atributos en Alemania, en 1930, Musil recibió un gran reco-
nocimiento. Sin embargo, en 1938, el régimen nazi prohibió
todas sus obras. Musil y Martha se refugiaron en Suiza, don-
de no recibieron las atenciones y los cuidados que esperaban. Thomas Mann, que había pasado por Suiza como un escritor
muy reconocido, ya estaba en los Estados Unidos y fue uno
de los que más bregó, -un hecho paradojal, ya que Musil, probablemente por envidia, despotricaba contra su obra, aun-
que una vez que se enteró de la actitud de Mann, se arrepin-
tió de sus críticas- por que se le facilitase la salida hacia el continente americano.
Musil pensaba que iba a vivir todavía mucho tiempo más.
Tenía decenas, tal vez algunos cientos de esbozos, escritos
casi terminados, proyectos de todas clases. Pero si uno lee
lo que le ocurría con su sexualidad y con la escritura, dos co-
sas tan ligadas en él, que podríamos reunir en la palabra "vi-
talidad", junto al forzado exilio en Suiza y la prohibición de
sus obras, se torna más entendible su súbito final.
¿Una discutible interpretación? Es posible. Por diversas y
complejas relaciones, Musil sentía rechazo por el psicoaná-
lisis freudiano. Pero habiéndose dedicado tanto a conocer y
entender sus propios sentimientos, tal vez en este caso, ex-
tremo como ninguno, estaría de acuerdo con nosotros.
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3 comentarios:
Un descubrimiento mas.Gracias.
Imaginaria Marta Musil que algun dia descubririan la pagina oculta ?
Incierto el destino de valiosos e innumerables escritos.
Muy interesante recorrido y un inquietante ultimo parrafo.
Hace años leí casi todo Robert Musil.Pasó el tiempo.No sabía de esta traducción de los Diarios.Voy a buscarlos.Gracias.
Un gusto.
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