sábado, 25 de febrero de 2012
LA WISLAWA (SZYMBORSKA)
Wislawa SZYMBORSKA (Polonia, 1923-2011) parece haber
escrito para todos nosotros. De hecho, fue extraordinariamente
leída en Polonia y, traducida a múltiples lenguas, ha hecho lle-
gar su sencillo y mágico mensaje a muchos lugares.
Como ha sido también traducida al castellano, sobre todo des-
pués de recibir el Premio Nóbel en 1996, he seleccionado algu-
nos poemas que no he visto vertidos a esta lengua para este es-
pacio.
Otro Premio Nóbel polaco, también entre otras cosas poeta,
Czeslaw Milosz (1911- 2004), editó en inglés una antología de
poesía polaca, en 1965, es decir varios años antes de su pro-
pia premiación en 1980, en la que incluye a W.S. con esta cu-
riosa presentación:
"Hay muchas mujeres entre los poetas polacos de posguerra.
Szymborska, siento, ejemplifica mejor que nadie sus méritos y
sus defectos. Ella es ingeniosa, atrevida, dueña de recursos,
pero a menudo demasiado aficionada al engreimiento. La poe-
sía polaca siempre se vio atraída por las figuras barrocas del
habla; el presente jugando con ideas prestadas de la antropo-
logía y de la filosofía favorece esa tendencia. Cuando Szym-
borska dice:
En un río de Heráclito
Un pez pesca peces
un pez descuartiza a un pez con un filoso pez
un pez construye un pez, un pez vive en un pez
un pez escapa de un atacado pez
somos conquistados en principio, pero la figura sostenida a
través de varias estrofas produce el efecto de un automatismo.
Sospecho que las actitudes de la progresivamente sofisticada
intelligentsia alientan el preciosismo y son demasiado depen-
dientes de la moda para ser buenas para la poesía. Aún así
los poemas de Szymborska son a menudo bastante auténticos.
Hablan de las pasiones y misterios de la carne con melancóli-
ca franqueza. Su filosa, cristalina mordacidad está simboliza-
da por el título de su más significativo libro: Sal."
Incluyo este comentario justamente para agregarle un poco
de sal a la presentación de los poemas de "la" Wislawa, como
me he permitido llamarla, ya que esta mujer ha logrado deslizar
una delicada y entrañable persona en su preciosa obra.
LAS CARTAS DE LOS MUERTOS
Leemos las cartas de los muertos como dioses impotentes,
pero dioses, aún así, dado que conocemos las fechas que siguen.
Sabemos qué deudas nunca serán pagadas.
Cuáles viudas volverán a casarse con el cadáver aún caliente.
Pobres muertos, muertos con los ojos vendados,
crédulos, falibles, patéticamente prudentes.
Vemos las caras que la gente hace a sus espaldas.
Percibimos el sonido de los legados cortados en tiras.
Los muertos se sientan cómicamente delante nuestro, como
[sobre pan enmantecado,
o persiguen frenéticos los sombreros que se volaron de sus
[cabezas.
Su mal gusto, Napoleón, el vapor, la electricidad,
los remedios fatales para enfermedades curables,
su tonto apocalipsis de acuerdo a San Juan,
su falsificado cielo en la tierra de acuerdo a Jean-Jacques...
Miramos los peones de su tablero en silencio,
aunque los vemos tres casillas más adelante.
Todo lo que los muertos predijeron terminó siendo completa-
[mente diferente.
O un poquito diferente- que es como decir, completamente di-
[ferente.
Los más fervientes de ellos miran confiadamente a tus ojos:
sus cálculos les dicen que allí encontrarán la perfección.
NOTAS DE UNA INEXISTENTE EXPEDICIÓN AL HIMA-
LAYA
Así que éstos son los Himalayas.
Montañas corriendo carreras a la luna.
El momento de su partida grabado
en el sobrecogedor, desgarrado telón del cielo.
Agujeros punzados en un desierto de nubes.
Estocada contra nada.
Eco: un mudo blanco.
Silencioso.
Yeti, ahí abajo tenemos Miércoles,
pan y alfabetos.
Dos por dos es cuatro.
Las rosas son rojas allá
y las violetas son azules.
El crimen no es
a lo único que nos dedicamos allá abajo.
Yeti, no todas las oraciones allá
significan muerte.
Hemos heredado la esperanza-
el don de olvidar.
Verán como damos
nacimiento entre las ruinas.
Yeti, tenemos a Shakespeare allá.
Yeti, jugamos al solitario
y tocamos el violín. Al atardecer,
prendemos las luces, Yeti.
Aquí arriba no es ni luna ni tierra.
Las lágrimas se congelan.
¡Oh, Yeti, semi-hombredelaluna,
regresa, piénsalo de nuevo!
Le hablé así al Yeti
entre cuatro paredes de avalancha
golpeando los pies buscando calor
en la sempiterna
nieve.
MUSEO
Aquí hay platos pero no apetito.
Y anillos de bodas, pero el amor correspondiente
se ha ausentado ya hace unos trescientos años.
Aquí hay un abanico -¿dónde está el rubor de la doncella?
Aquí hay espadas- ¿dónde está la ira?
Tampoco sonará el laúd a la hora del crepúsculo.
Dado que la eternidad estaba sin existencias,
diez mil cosas deteriorables han sido acumuladas en su lugar.
El guarda cubierto de moho en su dorado dormitar
afianza su bigote sobre el Número de Exhibición...
Ocho. Metales, arcilla y plumas celebran
sus silenciosos triunfos sobre las fechas.
Sólo ríe tontamente una horquilla de falda Egipcia.
La corona ha sobrevivido a la cabeza.
La mano ha sido derrotada por el guante.
El zapato derecho ha vencido al pie.
En cuanto a mí, aún estoy viva, como ven.
La batalla con mi vestido prosigue furiosa.
¡Él lucha, cosa necia, tan empecinadamente!
¡Decidido a seguir viviendo cuando yo me haya ido!
VOCABULARIO
"¿La Pologne? ¿La Pologne? ¿No hace un frío terrible ahí?",
me preguntó ella, y luego suspiró con alivio. Tantos países
han estado apareciendo últimamente que la cosa más segura es
hablar acerca del clima.
"Madame," deseo responder, "los poetas de mi gente escriben
todos con mitones. No quiero decir que nunca se los sacan; lo
hacen, en verdad, si la luna está lo suficientemente cálida. En
estrofas compuestas de estridentes chillidos, porque sólo tales
pueden ahogar el constante rugido de las tormentas de viento,
ellos glorifican las simples vidas de nuestros pastores de mor-
sas. Nuestros Clasicistas graban sus odas con carámbanos en-
tintados sobre pisoteados ventisqueros. El resto, nuestros Deca-
dentes, lamentan su destino con copos de nieve en lugar de lá-
grimas. Aquel que desea ahogarse debe tener un hacha a mano
para cortar el hielo. Oh, madame, queridísima madame."
Eso es lo que hubiese querido decir. Pero olvidé la palabra pa-
ra morsa en francés. Y no estoy segura de carámbano y de ha-
cha.
"¿La Pologne? ¿La Pologne? ¿No hace un frío terrible ahí?"
"Pas de tout,", contesto gélidamente.
[El siguiente tiene una reminiscencia del poema de Robert
Graves que publicamos hace unos días]
PODRÍA HABER
Podría haber sucedido.
Tenía que suceder.
Sucedió antes. Después.
Más cerca. Más lejos.
Sucedió, pero no a vos.
Vos te salvaste porque fuiste el primero.
Vos te salvaste porque fuiste el último.
Solo. Con otros.
A la derecha. La izquierda.
Porque estaba lloviendo. A causa de la sombra.
Porque el día estaba soleado.
Tuviste suerte- había un bosque.
Tuviste suerte- no había árboles.
Tuviste suerte- un rastrillo, un gancho, una viga, un freno,
una manija, una vuelta, un cuarto de pulgada, un instante.
Tuviste suerte- justo cuando una pajita pasó flotando.
Como resultado, siempre, a pesar de.
Qué hubiese pasado si una mano, un pie,
en una pulgada, por un pelo de
una desafortunada coincidencia.
¿Así que estás acá? ¿Todavía mareado por otro esquive,
un pasó raspando, un aplazamiento?
¿Un agujero en la red y vos te escurriste a través?
No podría estar más sorprendida o sin palabras.
Sentí,
cómo tu corazón golpea dentro mío.
PAISAJE CON UN GRANO DE ARENA
Lo llamamos un grano de arena,
pero no se llama a sí mismo ni grano ni arena.
se las arregla lo más bien sin un nombre,
sea éste general, particular,
permanente, pasajero,
incorrecto o apto.
Nuestra mirada, nuestro tocar nada significan para él.
No se siente ni visto ni tocado.
y que haya caído en el alféizar
es sólo nuestra experiencia, no la suya.
Para ello, no se diferencia en nada de caer sobre cualquier
[otra cosa
sin ninguna seguridad de que ha terminado de caer
o de que aún está cayendo.
La ventana tiene una hermosa vista al lago,
pero esa vista no se ve a sí misma.
Existe en este mundo
incoloro, informe,
insonoro, inodoro, e indoloro.
El piso del lago existe sin piso,
y su orilla existe sin orilla.
Su agua no se siente a sí misma ni mojada ni seca
y sus olas para sí mismas no son ni singulares ni plurales.
Rompen sordas a su propio sonido
sobre piedras ni pequeñas ni grandes.
Y todo esto bajo un cielo por naturaleza sin cielo
en el cual el sol se pone sin ponerse en absoluto
y se esconde sin esconderse tras una indiferente nube.
El viento lo altera, siendo la única razón
que sopla.
Un segundo pasa.
Un segundo segundo.
Un tercero.
Pero sólo son tres segundos para nosotros.
El tiempo ha pasado como un mensajero con noticias urgentes.
Pero ése es sólo nuestro símil.
El personaje es inventado, su prisa es sólo fantasía,
sus noticias inhumanas.
FERIA DE MILAGROS
El milagro del lugar común:
que tantos milagros comunes tengan lugar.
El milagro habitual:
perros invisibles ladrando
en lo muerto de la noche.
Uno de los muchos milagros:
una pequeña y aireada nube
es capaz de eclipsar a la masiva luna.
Varios milagros en uno:
un aliso se refleja en el agua
y es revertido de izquierda a derecha
y crece de corona a raíz
y nunca toca el fondo
aunque el agua no sea profunda.
Un milagro corriente:
vientos de suaves a moderados
tornándose ventosos en las tormentas.
Un milagro en el primer lugar:
las vacas serán vacas.
Siguiente pero no menor:
sólo este vergel de cerezos
viniendo sólo de esta pepita de cereza.
Un milagro de la galera:
aleteantes palomas blancas.
Un milagro (de qué otra manera puedes llamarlo):
el sol salió hoy a las tres y catorce a.m.
y se pondrá esta noche a la ocho y uno.
Un milagro que se ha perdido en nosotros:
la mano tiene de hecho menos de seis dedos
pero aún tiene más de cuatro.
Un milagro, sólo hecha un vistazo alrededor:
la inescapable tierra.
Un milagro extra, extra y ordinario:
lo impensable
puede
ser pensado.
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