Con letras menudas escriben sus deseos.
Todos los rostros ya descifrados
de sus letras menudas
y chingadas,
mordidas, pinzadas.
Envuelto en muchas menos hojas, su vacío.
Vivimos tan lejos de las costas, los ancianos.
"Ya-no-habremos", en idioma Avindhalá.
Enaislados, desimismados. Viejos para el viaje.
¿Cómo se sabe? Anhelos viejos- fuerzas ajenas.
Comidos por la vejez o, ¿quién sabe?, por las vejeces.
Hasta el tiempo puede envejecer, imitándose.
La luna puede envejecer, la mirada,
la estofa del corazón, ya estrujada.
"Te fui ser", se dicen con un poquito de espanto.
Era joven. No lo sabía. Se es joven en el pasado.
¿Y la vejez, cómo es que se sabe?
¿Quién vino y desembarcó?
Ah, ése era nuestro gran asunto.
¿Ocultos acumuladores de cansancio? ¿De desistimiento?
Pero el alba, desnuda,
aún se arroja en tu cuarto.
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