jueves, 3 de abril de 2014

EL ÚLTIMO (PROBABLEMENTE) POEMA DE YUKIO MISHIMA



Yukio Mishima se llamaba en realidad Kimitake Hiraoka.
 En su 'primera' autobiografía (así la presentó a los editores
a los 23 años de edad), un libro que abrió el mundo a este
genio precoz, titulado "Confesiones de una máscara", Mishi-
ma cuenta detalladamente sus duros primeros años de vida.
Marcado por diversas circunstancias, que contaré en otra
parte, Mishima pasó de la extrema vergüenza de sí mismo
a un exhibicionismo sumamente arriesgado.
 Dedicó su vida a dominar aquello que su débil contextura
y su feminizante educación por la abuela materna, le habían
hecho sufrir tanto.
 Este poema apareció en "Sun & Steel" (Sol y acero), una
suerte de testamento que dejara Mishima poco antes de co-
meter hara-kiri, el 25 de noviembre de 1970, en protesta
contra la constitución japonesa posterior a la Segunda Gue-
rra Mundial, que prohíbe la guerra.


ICARO

¿Pertenezco yo, entonces, a los cielos?
¿Por qué, sino, deberían los cielos
Fijarme con esta incesante mirada azul,
Tentándonos, a mí y a mi mente, más alto
Aún más alto, arriba en los cielos,
Atrayéndome incesantemente hacia arriba
A lo alto lejos, lejos, lejos de lo humano?
¿Por qué, si el equilibrio ha sido estrictamente estudiado
Y el vuelo calculado con lo mejor de la razón
Hasta que ningún elemento aberrante debiera, por derecho,
                                                                        [permanecer -
Por qué, aún, debiera la lujuria de la ascención
Parecer, en sí misma, cercana a la locura?
Nada hay que pueda satisfacerme;
Las novedades terrenas se opacan demasiado rápido;
Me veo llevado más y más alto, más inestable,
Más y más cerca de la refulgencia del sol.
¿Por qué me queman, estos rayos de razón,
Por qué estos rayos de razón me destruyen?
Los pueblos alla abajo y los serpenteantes arroyos,
Se tornan tolerables mientras nuestra distancia crece.
¿Por qué alegan, aprueban, y me tientan
Con la promesa de que puedo amar lo humano
Si sólo se ve, esto, de lejos-
Aunque la meta nunca podría ser el amor,
Ni, si lo hubiese sido, podría yo nunca
Haber pertenecido a los cielos?
No he envidiado a los pájaros su libertad
Ni he sentido nostalgia por la paz de la Naturaleza,
Impulsado por nada salvo este ansia extraña
De lo más elevado, y lo más cercano, para sumergirme
En el azul profundo del cielo, tan contrario
A todas las dichas orgánicas, tan lejano
De los placeres de la superioridad
Pero más alto, más alto,
Deslumbrado, quizá, por la mareada incandescencia
De las alas enceradas.

¿O acaso entonces
Pertenezco, después de todo, a la tierra?
¿Por qué, sino, debería la tierra
Mostrar tal ligereza para circundar mi caída?
Sin ofrecer ningún espacio para pensar o sentir,
Por qué entonces la blanda, indolente tierra
Me recibió con el impacto de su plato de acero?
¿Acaso la blanda tierra se volvió acero
Sólo para mostrarme mi propia blandura?
Que la Naturaleza trajera el hogar a mí
Que caer, no volar, está en el orden de las cosas,
Más natural por lejos que aquella imponderable pasión?
¿Es el azul del cielo, entonces, un sueño?
¿Fue diseñado por la tierra, a la que yo pertenecía,
En relación a la fugaz, blanco-quemante intoxicación
Conseguida por un momento por las alas enceradas?
¿Y favorecieron los cielos el plan para castigarme?
Para castigarme por no creer en mí mismo
O por creer demasiado;
Demasiado anhelante de saber dónde residía mi lealtad
O vanamente asumiendo que ya lo sabía todo;
Por querer partir volando
A lo desconocido
O a lo conocido:
¿Ambos el mismo azul pedacito de una idea?


 





Yukio Mishima. Sun and Steel. His Personal Testament
on Art, Action, and Ritual Death. Traducido al inglés por
John Bester. Grove Press, 1970.

 Este poema refleja la visión en extremo 'japonesa' del mito
de Icaro. W.H. Auden ha escrito, también en un poema -ti-
tulado Musée des Beaux Arts- su propia visión de este tema,
mencionando el "Icaro" de Brueghel el Viejo (La caída de
Icaro, pintado en 1563):
"En el 'Icaro' de Brueghel, por ejemplo: cómo todo se aparta

Deliberadamente del desastre; el labriego podría
Haber oído el chapoteo, el grito desesperado,
Pero para él no se trataba de un fracaso importante, el sol brilló
Como correspondía sobre las blancas piernas que desaparecían
En el agua verde; y el delicado y suntuoso navío que debió ha-
                                                                                     [ber visto
Algo asombroso -un muchacho cayendo del cielo-,
Tenía que ir a alguna parte y siguió navegando tranquilamente."

Una versión distinta del fracaso... y de su futilidad.

(La versión del poema de Auden es de E.L. Revol)

4 comentarios:

volt303 dijo...

Magnífica elección de poema
para un destino fatal.
Su final me ha recordado
los versos en prosa de René Char:
"Cuando más arrecia la tormenta
hay siempre un pájaro
que nos tranquiliza.
Es el pájaro desconocido.
Canta antes de levantar el vuelo"
En su estruendo vital,
y por las circunstancias que
estaremos espectantes de oír al bloguero, Mishima no debió oír
ese canto que invocaba.
Enhorabuena.

Robert Rivas dijo...

Creo que el Icaro de Mishima habla de la imposibilidad de encontrar esa tranquilidad. Es el precio que él estaba decidido a pagar por explorar sus límites,
justamente. Es héroe y antihéroe a la vez. Exhibicionista y explorador. Un Icaro de su tiempo.

Anónimo dijo...

Sin intención de resultar pedante me veo obligado a aclarar que no se trata del último poema de Mishima, el autor escribió un poema fúnebre de 31 sílabas antes de cometer suicidio, como estipula la tradición del seppuku. Lamento no poder adjuntar el texto, que aparece en inglés en la biografía escrita por Vallejo-Nágera.

Robert Rivas dijo...

Te agradezco la aclaración. Si te parece, me enviás el poema en inglés y lo traduzco.