sábado, 12 de abril de 2014

¡AL RESCATE! DINO CAMPANA, LA PRIMERA CARTA

 




Dino Campana es uno de esos locos con una obra. Algunos
locos lo son desde siempre, otros advienen a la locura en
cierto momento. Algunos locos producen maravillas, jus-
tamente a causa de su locura; otros pierden la habilidad de
escribir al enloquecer.
 Esta carta la escribió desde el Manicomio de Castel Pulci,
en Florencia (¡hay tantas formas de estar en Florencia!).
 Nos debemos el Gran Libro de los Manicomios del Mun-
do, ¿no les parece?


  PRIMERA DE LAS CARTAS

 A los quince años entré en un Colegio, en Piamonte: Car-
magnola, cerca de Turín. Más tarde en la universidad de Bo-
lonia. No adelantaba mucho en química. Y entonces me de-
diqué un poco a escribir y un poco al vagabundeo... Hubie-
ra tenido que estudiar Letras. Si hubiera estudiado Letras,
hubiera podido vivir. La química no la comprendía en abso-
luto y entonces me entregué a la nada... Estuve algunos me-
ses en la cárcel. Dos o tres meses en Suiza, en Basilea, por
una riña. Había reñido con un suizo: contusiones. No fui
condenado. Tenía un pariente, me recomendó. El Italia, a-
rrestado, luego un mes en la cárcel de Parma, hacia 1902-
1903. Estuve en el manicomio de Imola, del profesor Bru-
gia: allí me quedé durante cuatro meses. En Bélgica, des-
pués de Imola, en el manicomio de Tournay... Ejercía cual-
quier oficio. Por ejemplo, afilaba hierros, afilaba una hoz,
un hacha. Me bastaba para vivir. Tocaba el triángulo en la
Marina argentina. Fui portero en un Círculo de Buenos Ai-
res. Ejercía tantos oficios... Fui peón, hice terraplenes. En la Argentina había olvidado la Aritmética. Si no, me hubiese
podido emplear como contable... Hice de carbonero en los
barcos mercantes, de fogonero. Hice de policía en la Argen-
tina, o sea de bombero: algunos hombres están allá encarga-
dos de mantener el orden.
Estuve en Odesa. Vendía serpentinas en las ferias. Los bo-
siakos son como los gitanos. Son compañías de vaga-
bundos de cinco o seis personas. El tiro al blanco fue en Sui-
za. Conocía bien varios idiomas. Había regresado a Italia,
desde Suiza, para no desertar. En Italia se enteraron de que
había estado en el manicomio y no me aceptaron en las ar-
mas. Por consiguiente, me quedé paseando de aquel modo.
Vendía los Cantos Orficos [que habían aparecido en 1914]
en el café Paskowsky y en Giubbe Rosse de Florencia; en
el café San Pedro de Bolonia. Si yo vendía aquel libro lo
hacía porque era muy pobre... Casi todos me irritaban. A
los futuristas los encontraba vacíos, por ejemplo. Tenía una
fuerte neurastenia. Fui una vez escritor, pero tuve que dejar-
lo debido a mi endeble mente. No logro conectar las ideas,
no sigo... Ahora me ocuparé de negocios más importantes.


Dino Campana fue maestro de Montale y de Pavese.
Murió loco en 1932, después de pasar internado en el
Castel Pulci los últimos 14 años de su vida.
Llamó a la muerte "patria antigua de la gran nada".
Describió su llegada a Montevideo, por barco, así:
"Limpia, fría y eléctrica era la luz
de la noche, y las altas casas parecían desiertas,
al fondo, sobre el mar del pirata
de la ciudad abandonada
entre el mar amarillo y las dunas"
El barco se llamaba "Isla Verde", Campana viajó en él
como foguista. Era un barco ballenero, pero las grandes
tempestades que asolaron su trayecto, causaron muchas
víctimas a bordo. Además, estuvieron a merced de los
piratas. Finalmente, Dino desembarcó en las costas pata-
gónicas. A bordo de un carguero de la Marina Imperial,
llegó finalmente a Buenos Aires.


FUENTE: Revista Cero
Dirigida por Vicente Zito Lema.
N° 7/8, agosto de 1967.

 
 
Hablando de Florencia, éste es el poema que dedicara
Dino Campana a esa ciudad, en mi inseguro intento de
traducción.
 
 
 
FIRENZE
 
Entro del ponti tuoi multicolori
L'Arno presago quietamente arena
E in riflessi tranquilli frange appena
Archi severi tra sfrior di fiori.
 
Azzurro l'arco dell'intercolonno
Trema rigato tra i palazzi eccelsi:
Candide rigue nell'azzurro: persi
Voli: su bianca gioventú in colonne.
 
 
 
FLORENCIA
 
Entre tus puentes multicolores
El Arno que presagia quietamente encalla
Y en tranquilos reflejos apenas fleca
Los severos arcos entre agonías de flores.
 
El arco azul entre las columnas
Tiembla a rayas entre excelsos palacios:
Cándidas líneas en el azul: perdidos
Vuelos: en blanca juventud en las columnas. 
 

 

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