sábado, 15 de junio de 2013

¡AL RESCATE! UNA LEYENDA ÑENGATÚ (Y PIERRE CLASTRES)









Pierre Clastres (París 1934-1977) es un anarco-antropólogo.
De campo. Recorrió vastas zonas de América del Sur, entre
ellas la de Orinoquia, en Venezuela, donde contactó con la
que en ese momento era la última sociedad primitiva en la
región inexplorada (o "inexplotada", como agrega en su co-
mentario) de ese continente, los Yanomami. Un grupo étni-
co vecino de los Ñengatú, indios del Amazonas.
Clastres: "En América del Sur es casi unánime la opinión de
que los indios son perezosos. Efectivamente, no son cristia-
nos y no juzgan necesario ganar el pan con el sudor de su fren-
te y, como en términos generales, de lo que se trata es de apo-
derarse del de los demás, a quienes se hace transpirar, se com-
prende que para ellos la alegría y el trabajo sean nociones ex-
cluyentes una con respecto a la otra. (...) Entre los Yanomami
todas las necesidades de la sociedad se cubren con una activi-
dad media (para los adultos) de tres horas de trabajo por per-
sona y por día. Esto no es nuevo, se sabe que es así en la ma-
yor parte de las sociedades primitivas. En todo caso, tengá-
moslo presente para cuando llegue el momento de exigir la
jubilación a los sesenta años."

Esta bella leyenda Ñengatú proviene del libro "Amazonia",
cuya selección hiciera Newton Freitas, en base a las versio-
nes de Antonio Brandâo de Amorim, quien dedicara gran
parte de su vida al estudio etnográfico de los indios del
Río Negro y del Río Branco.
"Amazonia" fue publicado por la Editorial Nova en Buenos
Aires, en octubre de 1943.



                                          AMAO

 1- En el principio del mundo, dicen, apareció entre otras
criaturas una moza linda.
 2- No conocía hombre; su nombre era Amao.
 3- Una tarde Amao fue a la orilla del río y allí se sentó.
 4- En el mismo momento pasaron junto a ella peces a mon-
tones; la piel de ellos, dicen, brillaba de verdad.
 5- Ella metió la mano en el río, tomó un pez.
 6- El pez saltó de la mano de ella, saltó derecho a su vientre,
la agujereó y volvió a saltar al río.
 7- Desde entonces su barriga fue creciendo; cuando llegó su
luna, ella tuvo un niño.
 8- La criatura tenía ya dos lunas cuando la madre fue a pes-
car con red pecesitos en la cabecera del río.
 9- Dejó al niño acostado sobre una piedra.
10- A mediodía Amao salió, fue a ver al niño y lo encontró
muerto
11- Cargó su cuerpo, lloró durante la noche, y cuando el Sol
apareció el niño habló de esta manera:
12- Madre, mira cómo los animales y los pájaros se ríen de
nosotros.
13- Ellos me asustaron y me hicieron morir.
14- Ahora, para que no se burlen de ti, sahúmalos con resina
para que se conviertan en piedra.
15- Esto solamente dijo.
16- A la tarde, Amao enterró a su hijo; a media noche con-
virtió en piedra a todos los animales.
17- A la mañana, dicen, el Cururu (nombre común a todos
los grandes batracios terrestres), el CUJUBIM (ave de la
familia de los cracideos), el Pájaro Payé, la Alondra eran
ya de piedra.
18- Cobra-Grande, Raya, Tayasú (cerdo salvaje), Tapir no
se convirtieron en piedra porque habían ido a comer a la ca-
becera del río.
19. Amao voló entonces a la cabecera, se posó sobre una
piedra grande y allí encontró durmiendo a Tayasú y a Tapir.
20- Amao golpeó primero a Tayasú, después golpeó a Tapir;
ambos murieron.
21- Después descuartizó al tapir y al tayasú, tiró su carne al
río y dejó solamente un muslo de tapir y otro de taiassu so-
bre la piedra; allí los convirtió en piedra.
22- Como Cobra grande y Raya todavía estaban comiendo
en el fondo del agua, ella hizo una trampa en la orilla del
río para atraparlos.
23- Ya noche grande, oyó algo debatirse en la trampa; fue
a ver y encontró a Cobra Grande y a Raya.
24- Les tiró encima resina, se convirtieron inmediatamente
en piedra.
25- Después volvió para enseñar todos los trabajos a la gente
de su tierra.
26- Construyó un horno, mostró a la gente cómo hacer beijú,
harina, fariña de tapioca, un montón de cosas.
27- Después de enseñar todo, Amao desapareció de esta tie-
rra, nadie sabe por dónde.


 Esta es la leyenda Ñengatú. La dejo intacta, porque para
nosotros es un texto poético. Y eso, si logramos escucharlo
como tal. Sus sentidos, los nudos que anuda, no están a nues-
tro alcance.
 Mencioné a Pierre Clastres como anarquista, porque su in-
terpretación de las culturas "salvajes" (no esquiva el término,
sino que le parece necesario reivindicarlo) es que "durante
miles y miles de años, y en algunos casos hasta bien entrado
el siglo XX, se definen por el esfuerzo ciclópeo de su comba-
te aguerrido contra la conformación de un poder diferenciado
y por la conservación de un poder indiviso de la sociedad to-
tal". "Este pensamiento salvaje, casi enceguecedor por su ex-
ceso de luz, nos dice que el lugar de nacimiento del Mal, de
la fuente de la infelicidad es el Uno." (El Uno= el Amo).
 Y agrego estas tres características de la "sociedad primitiva"
tal como las expresa Clastres a través de un ensayo de Eduar-
do Grüner, publicado en el tremendo libro "El espíritu de las
leyes salvajes", que tuvo a Miguel Abensour como compila-
dor y que publicó Ediciones del Sol en 2007:

 1. La "sociedad primitiva" no es una sociedad de la esca-
sez, es una sociedad de la superabundancia: ella no es im-
productiva, sino que está contra la "producción".
 2. La "sociedad primitiva" no es una sociedad sin Estado,
es una sociedad contra el Estado: no es que en ella no exis-
tan el poder y la política, sino que "poder" y "política" son
usados por toda la sociedad para evitar la emergencia de la
dominación del "Uno", y para conservar la igualdad.
 3. La "sociedad primitiva" no es una sociedad del intercam-
bio pacífico, sino una sociedad de la guerra constitutiva: no
es que se hace la guerra cuando "falla" el intercambio entre
los aliados, sino que se intercambia entre los aliados para
afianzar el "frente" común contra el enemigo, al cual debe
hacérsele la guerra, sencillamente, para mantener la propia
identidad y la propia libertad.



 No me extenderé acá en las apasionantes ideas de Pierre
Clastres. He intentado provocar su lectura.
 Su pensamiento desafía todo lo establecido y Clastres no
ha dudado en atacar con todas sus fuerzas tanto las ideas
marxistas como cualquier otro dogma que intente la des-
calificación del Otro, el "salvaje", el "primitivo".
 Ha vivido bastante tiempo con los Guayakí y su descrip-
ción de este pueblo en extinción es conmovedora.
 Sólo voy a referir una de esas características de la insal-
vable Diferencia entre "civilizados" y "salvajes". Para los
Guayaki el Jefe tiene una deuda infinita con la sociedad.
Una deuda que deberá pagar con su vida, nada menos.
Si, por el contrario, la sociedad se transformase en deudo-
ra del Rey o del Jefe, en lugar de su acreedor, se darían
las condiciones para la emergencia del "Estado" o del
Uno, con la inevitable concentración de poder en el jefe
que debe estar sólo como si no estuviera, como si sólo
fuese una voz, flotando. La voz casi inaudible, el mur-
mullo de la Ley, "de la sociedad como tal".



También en estas culturas hay "griots", especie de cha-
manes cuya única función es el recitado de los relatos
míticos como el del Ñengatú, "las palabras de la tribu".
El saber que viene del pasado y que preserva la identi-
dad y el sentido.
Esos Otros mundos están desapareciendo. El Uno se
extiende. Metáfora y realidad: como una epidemia.



He visto un documental hace pocos días en el que un
grupo de científicos y exploradores intentaban resca-
tar restos congelados de mamuts en ciertas zonas de
Siberia -durante sus brevísimos veranos- para clonar
sus células y generar, supongo yo, ejemplares que de-
volverán si no la época a la que pertenecieron, sí los
caudalosos fondos necesarios para tal empresa.
No hay ciencia que restituya las culturas, las lenguas,
las concepciones y los órdenes del mundo que se pier-
den continua e inexorablemente en el planeta. Ya no
están los últimos Guayakí. Ni, probablemente, aque-
llos pueblos para los cuales la leyenda del Ñengatú
estaba repleta de significados y misterios.
Sólo tenemos estas palabras, en nuestro idioma y con
nuestros esquemas mentales de entendimiento.
Sólo nos quedan la resonancia poética de estas pala-
bras... y sus caudalosos silencios.






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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Su blog es precioso. Enhorabuena y muchas gracias por compartir estos textos y libros tan hermosos.
Suna

Robert Rivas dijo...

Muchas gracias, Suma!