El FLATIRON
En cada viaje a NY, redescubierto en la amplia poliesquina
de Broadway, la 5th Ave. y la 23rd St.
En 1902 dominaba la ciudad.
Hoy no.
Hoy, si los edificios fuesen personas, éste sería un flaco que
se quedó dando vueltas por el mismo barrio.
Un tipo raro, que tiene distintos lados y no se sabe cómo to-
marlo.
Un inestable emocional, creería, por sus diversas apariencias.
Pero, al fin, mi amigo neoyorkino.
Verlo me produce cierta familiaridad.
-"Ah, ahí estás, Flatiron, ¿cómo va la cosa, viejo?"
(No parece que tenga un buen día)
-"Qué tal, viejo, cómo andamos?"
(Tratando de ver las cosas de otra manera)
-"¡Hola, amigo! ¿Cómo la lleva?"
(Hoy parece ir viento en popa, como un velero...)
De lo familiar... ¿mejor cerca o lejos?
1 comentario:
Tuve oportunidad de conocer New York hace algún tiempo y vi el Flatiron, lo que me permite apreciar mejor la semblanza que de él hiciste. Esa antropomorfización del rascacielo-amigo, en este caso, que es tan común con las cosas que nos son familiares. Y esto me lleva a tu pregunta final: en lo que a mi respecta, de lo familar, prefiero estar cerca, los afectos:la pareja, los hijos, los amigos y también de las cosas que nos acompañan y con las que establecemos verdaderos vínculos:los libros, los discos, mis guitarras, el rincón personal de la casa, etc. Y tomar distancia de vez en cuando, como para ponerlos en perspectiva y revalorizarlos y volver a ellos recargado.
un saludo
Osvaldo
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