viernes, 27 de mayo de 2011
LA OTRA NOCHE
LA OTRA NOCHE
La otra noche tuve un sueño que esperaba, sin saberlo.
Entre la masa de sustancia soñante, verdadera sustancia
negra del espacio, y la minucia de los sueños adversos y
mezquinos -sin mencionar las persecuciones fatigantes y
repetidas- apareció este sueño-recorrida por la Catedral
de Cracovia y el adyacente Castillo Real. No era de noche
todavía y sin embargo estaba iluminado el "Wawel perdido",
en la antiquísima capilla enterrada como si se hubiesen des-
pertado sus guardianes y hasta había movimientos en la ha-
bitación de la Reina Jadwiga, al pie de la torre. Es un estu-
pendo vehículo el sueño, ya que no produce ruidos que alerten
lo soñado y al momento siguiente estábamos en la basílica
benedictina que llaman el Tyniec, que cuelga desde piedra
de tiza, para mejor ver el Vístula.
Y eso no fue nada, ya que casi en el mismo momento y en
el mismo encanto que nos producía la llegada del rocío noc-
turno sobre las violetas púrpuras y negras, nos encontrábamos
ante la Madona Negra del monasterio de Jasna Gora, en la co-
lina, y atravesábamos sin dificultad en nuestro vehículo de sue-
ño los cuatro grandes portales, mientras el cielo se cubría de
incontables estrellas.
Lo notable es que a la mañana siguiente el cielo apareció enca-
potado, y habíamos dejado en alguna parte nuestro vehículo del
sueño y caminábamos por el cercano campo de Birkenau, en-
tre matorrales y pedregullo. Había empezado a hacer mucho
frío cuando atravesamos casi en línea recta el Oswiecim I y
aún a pie las alambradas se abrían a nuestro paso; llovía con
llamativa intensidad cuando pudimos, por fin, después de an-
dar durante un tiempo inmensurable a los tumbos por terrenos
anegados, salir del Oswiecim III.
Alguien de rostro conocido se acercó a recibirnos, pero cuando
estuvo enfrente nuestro nos dimos cuenta de que la lluvia le
había borrado la cara.
Lo que quedaba de los bosques bebía ávidamente a la vez de la tierra y de la lluvia.
Bajo las bóvedas de los cielos, un instante antes de despertar,
dejaron de soñar todos los idiomas del cuerpo.
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