EL VUELO
Las compuertas junto al mar están abiertas,
la tierra se retira silenciosamente
gorgoteando entre las cañas y se enrosca
de regreso a la orilla del río.
Están corriendo y saltando.
Nadan contra el tiempo y la corriente.
Sus hocicos coronan la línea del agua,
sus ojos negros y parpadeantes.
Entonces saltan a la costa
avanzando apurados, siguen y siguen,
las orillas de la muerte fundiéndose detrás suyo.
Pieles y garras se están secando.
A lo lejos y tenue en sus oídos
todavía hay un rugir; luego cae el silencio
en sus martilleantes corazones.
LA COSECHA
Él había presenciado la siega,
y el sonido que hace la caída
antes de que los tallos de maíz se quiebren.
Hileras que había visto, e hileras,
aún más hileras que cayeron detrás
del canto de la guadaña,
el siseo de las glotonas
bocas de metal.
Alambre de púa rodea el laberinto,
la piel brilla en el cercado,
y para dormir hay paja.
Eso que yace en el suelo
podría haber traído frutos,
pero la cosecha fracasó
en su propio barro,
en su propia carne,
y nadie ve el cereal.
EL VADO
Una curva en el camino de tierra
que el río acompaña.
No hay arena pero hay semillas
que, cosidas por las heridas,
nunca germinaron,
se pudrieron antes de la cosecha.
Los nombres son de hierro, son de piedra.
Una tierra que empuja su camino
dentro de sus propias profundidades y es reflejada
en un vacío cielo.
Los pozos están llenos,
las voces incontables.
El pasto está creciendo grueso y opulento
como el pasto en todas partes, brilla y frota
a pesar de todo lo que sabe.
Ya el cuclillo ha arrojado su ojo
sobre un nido vacío.
El ganado pasta lánguidamente aquí
en el mórbido crecimiento de la paz.
LA BALSA
De repente en el río hay una balsa.
Entra despacio a la vista pasando la curva
basculando hacia los vivientes.
No hay nadie que no
la haya visto, el silencio es inmenso
y oscuro, las orillas están sedientas
de sangre, la balsa deriva y gira,
y no pasa después de todo.
Algo está ahí que alguna vez
tuvo una forma y ya no se mueve.
Silenciosamente se desliza fuera del mundo.
Deriva y se queda. Carga a los muchos
que vendrán luego sumisos.
sin forma.
El escritor de origen belga-flamenco Stefan Hertmans
recibió como legado de su abuelo un cuaderno de apun-
tes de la Primera Guerra Mundial. Hertmans usó ese
cuaderno como base para su visionaria recreación de las
experiencias de su abuelo (o de un hombre en esa guerra),
en el frente de Flandes. Mientras escribía su novela Gue-
rra y trementina, publicada en 2015, Hertmans escribió
estos cuatro poemas. La acción relatada se situó en Terva-
ete, situada en una curva del río Yser, en 1914. Las tropas
belgas contenían allí el avance alemán con altísimo costo.
Durante las mareas altas del 26 al 29 de octubre, las esclu-
sas de Nieuwpoort fueron abiertas gradualmente, inundan-
do los alrededores, y deteniendo el avance alemán hacia el
mar. Un preludio de la guerra de trincheras que se avecina-
ba.
Los cuadernos de su abuelo Urbain son convertidos en una
experiencia-novela-memoria, en la gran novela del nieto.
Refiere la historia de la tragedia que significó su participa-
ción en esa espantosa guerra, a la vez que su narración re-
corre el siglo XX. Cita en ella a W.G. Sebald, un maestro
del siglo a mi entender: "Nunca, así dijo, habría creído lo
largos que pueden llegar a ser los días, el tiempo y la vida
para quien ha quedado relegado a una vía muerta."
Ese pasado, para Hertmans sigue vivo e irresuelto 60 años
después de la segunda gran guerra -años que el poeta llama
no tanto de paz como de no-guerra.
La versión al inglés de estos poemas es de Donald Gardner.
FUENTE
Modern Poetry in Translation. No 3 2014. The Singing of
the Scythe. Poetry of the First World War., 2014.
Versiones al castellano: Robert R. Rivas
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