viernes, 29 de enero de 2021

UN DÍA CUALQUIERA


Cuando todavía se dudaba de la existencia de todo

cuando ese todo lo que había existido se alejaba

como caminando por un largo pasillo

al final del cual empezaba la realidad


Cuando donde estábamos era lo meramente impenetrable

sin selva, sin monte, sin naturaleza alguna

y sin contar con que al cielo también se lo habían llevado


Se podían abrir o cerrar -para nada- los cinco sentidos

y unos cuantos más que correteaban por ahí

como ratones por la oscuridad

como liebres blancas en la nieve absoluta

como lombrices transparentes en lo invisible de la tierra


En otras palabras: no existíamos todavía


Ahora estaba en Perú

Cerca de la plaza, escalera de cemento se sale

    a una pequeña terraza, se da la vuelta

       y es la entrada

Del Kunsthistorisches -más precisamente

Esta es la sala que los demonios que asedian las artes

       conocen de memoria

Y uno abre, claro, cómo no, la puertita esa de la derecha

Y pasa al viejo hospital psiquiátrico

Lleno de momias y de asesinados por la política rotatoria

       de los siglos

Siempre hay muchos colgados que no parecen estar 

      demasiado incómodos 

        (para nada)

Y es un hall muy ancho, que sigue y sigue ensanchándose

Es la sala que se dispersa en el parque abandonado

Muchos están sentados en los catres diseminados

         entre los altos yuyales, con las manos atadas

"Se espera un barco transporte en cualquier momento"

          anuncia una voz que se chupa la mitad del aire

Una sonrisa ambulante produciría una catástrofe

en este momento interminable de este lugar silencioso


El Kunsthistorisches reaparece como un sonámbulo

Y ahora los pasillos se anudan y al caminar por ellos

     se corre el peligro de terminar estrangulado

           por antiguos maestros

Se sale por un rincón al que hay que llegar

      como llega un armadillo -de última- a su madriguera


Perú es el movimiento normal de una mañana

        en el que suenan las bocinas y las voces de las

            mujeres del mercado y hay mesas cubiertas

                de frutos que extrañan como locos a los árboles

                     de cuises que chillan entre la arpillera

                         de peces que han perdido el aliento 

                               definitivamente


 Y uno ve cómo cada uno sigue el hilo de su vida

                   el hilo solitario 

                                   interno

                       tonto tal vez pero misterioso

                                   de cada vida


Mientras charlan, van, se ocupan de sus asuntos

Como todo el mundo

      lo hace

        en este preciso momento

           en todas partes

        

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