"Conoció entonces el encanto siniestro que podía llegar
a tener ese "montón de órganos" cuando es la madriguera
de un espíritu fugaz e insondable."
Estas son la temática y la manera de Witkiewicz.
La mujer (en un sentido psicoanalítico, agregaríamos, sin
llegar a ser tachada como La; y, por otra parte, ¿qué mejor
descripción del objeto a lacaniano?) y la época, atravesán-
dose mutuamente. Ambas fuerzas son para este genio lite-
rario no tan reconocido, las que gobiernan, al menos su
mundo.
Dos de sus obras mayores fueron traducidas al castellano
y publicadas ya hace un tiempo.
"Insaciabilidad" por Barral en el 73 y "Adiós al otoño",
por Anaya & Mario Muchnik en el 93.
"¿Y cómo define, padre, la realidad?- preguntó Hela con ca-
rita pérfida. -Quizá la teoría de la pluralidad de realidades de
Leon Chwistek...
-No menciones el nombre de ese monstruo... La realidad es
única: es el compendio de todos los valores actuales y pasa-
dos, es decir de los recuerdos, en la duración de todos los in-
dividuos dentro de una diferencial de tiempo dada."
Justamente es el gran asunto de la realidad el que amasa y
deforma magistralmente Stanislaw Ignacy Witkiewicz en su
obra.
Una realidad mezcla de la realidad social polaca de entre-
guerras y las discusiones teóricas que se sostenían en aque-
llos tiempos, más la realidad interna de esos hombres sedu-
cidos mortalmente por mujeres bellas y peligrosas. Para ello
sitúa la acción de su novela en una Polonia conquistada por
los chinos.
En el prólogo de "Insaciabilidad" nos informa "que en el
Adiós al Otoño no hay ni un solo hecho que corresponda a
la realidad". Pero se trata -en ambos libros hay prólogos pa-
recidos- de una respuesta a las críticas recibidas en su época.
Críticas que le irritaron sobremanera. Cita a Jan Mardula:
"¿De qué sirve discutir con un idiota?".
Lo que seduce de estas cataratas de acontecimientos es su vertiginosidad, su mezcla de intelecto e irracionalidad. No es onirismo puro, porque como dijimos, la realidad sociopolíti-
ca está permanentemente en cuestión, así como los marcos
teóricos de la filosofía y de las ideologías.
Sin embargo, Witkiewicz logra llevar su relato a alta velo-
cidad, a pesar de todo lo que ha acumulado en él, mantenién-
dolo al borde de lo onírico, al borde del realismo, al borde de
la irracionalidad. Triple frontera de su escritura. Y el factor
tiempo: le gusta situar sus novelas en el siglo XXI, siendo
que publicó Insaciabilidad en 1930 y Adiós al otoño en 1927.
Situadas en una Polonia que atrasa ostensiblemente respecto
de Europa, un tema que obsesionaba también a Gombrowicz,
pero proyectada al siglo XXI e invadida por los chinos, ubi-
ca S.I.W. todos los proyectos elevados, los del amor y los
sociales, junto a todo lo bajo, la miseria, la frustración casi
permanente, el dolor inagotable. Witkiewicz, en otra muestra
de locura, sentido de la realidad y onirismo, se suicidó el 18
de septiembre de 1939, el día de la entrada de los nazis en
Polonia. Algunos dicen que creyó que se trataba de los chi-
nos cumpliendo la predicción que él hiciera, de que algún día
conquistarían el mundo para crear una gran tiranía mundial.
Escribió cuatro novelas y 36 obras dramáticas de las que se
conservan 22. Las otras 2 novelas se llamaron Las 622 caídas
del Bungo (1910) y La única salida (novela inacabada que
se publicó en 1968).
Me parece que Insaciabilidad representa el máximo del ta-
lento de Witkiewicz. "El carácter desesperanzador de la vida
incluso más lograda y la invencibilidad de la belleza femenina
se volvieron tangibles para todos del modo más indecente y
humillante", dice en este libro. Son las diversas formas de un
derrumbe que se anuncia y que, sucediendo, da lugar sin em-
bargo a la aparición de nuevas fuerzas -y luchas. "Las bases
de la vida, que había subestimado, habían sido roídas por al-
gún monstruoso parásito: todo se derruía".(...) "Su cerebro se
retorció como un tirabuzón." (...) "Cayó el telón negro. Todo
palideció, poniéndose grisáceo, piojoso, como un paisaje tras
la desaparición del sol, como una chimenea brúscamente apa-
gada por una tarde lluviosa de otoño tardío." (...) "quemado
desde dentro por la vergüenza como por una corriente de mil
voltios". "La mujer puede ser nostálgica de una manera que
no deja de ser hermosa, pero un hombre en ese estado es ton-
to y despreciable."
Para aquellos sabios necios que seguimos sintiendo que hay
una relación misteriosa entre la belleza femenina y la verdad,
la obra de este pintor, fotógrafo, tratadista de arte, dramatur-
go y novelista ("sin pretender saber si la novela es o no una
obra de arte -para mí, no lo es-...") es un estremecedor viaje
al borde mismo de la interoexterna realidad.
Stanislaw Ignacy Witkiewicz nació en Cracovia, en 1885.
Estudió pintura en Italia, Francia y Alemania.
Combatió en la Primera Guerra Mundial como oficial
del Ejército Ruso. Cursó estudios de filosofía en Rusia.
Esos 2 años pasados en Rusia después de la Revolución
lo trastornaron. Según decía, "se asistía a la visión de un
mundo degenerado sobre el fondo de una vida cada vez
más mecanizada".
Acerca de él dijo Gombrowicz: "El hombre-Witkiewicz
tiene algo de "ser fantástico" por su deforme y convulsa
capacidad de excitarse frente al abismo de su persona.
El frío sadismo con el que este autor trata los produc-
tos de su imaginación, no se apaga jamás, ni siquiera
un segundo. La metafísica es para él una orgía, en la
que se abandona con el enfurecimiento de un loco".
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