Es cierto que dijo mucho más que 20 cosas. Pero también
es cierto que el estilo de las entrevistas que se registran son
de una época en la cual el entrevistador más bien escribe una
crónica de su encuentro con Hemingway, en lugar de las más
conocidas transcripciones de series de preguntas y respuestas
a las que estoy/supongo-que-estamos, más acostumbrados.
Y, además, como disparador de esta nota, una pequeña serie
de coincidencias. De ésas, típicas, que parecen casi insignifi-
cantes. Que suelen perderse en el descarte. Por su insustancia-
lidad. ¿Para qué retenerlas? Sólo tendrán valor de coinciden-
cia para el que las experimenta. Hemingway se suicidó el 2
de julio de 1961. Las razones han sido muy zarandeadas. Su
deterioro físico, su debilitamiento, producto de la adicción al
alcohol y la cohorte de tratamientos psiquiátricos a los que fue
sometido, incluyendo el electroshock, que parece haberlo da-
ñado bastante... Alguien mencionó el éxodo de Cuba después
de la revolución. Lo cierto es que se dio un tiro de escopeta,
en la boca, hasta dónde yo sé*. ¿Cuáles vienen a ser las coinci-
dencias? Comencé a leer dos libros, recientemente publicados.
En uno de ellos, el de Stephen Dixon ("Calles y otros relatos"),
un cuento llamado "Historias del 14", el hecho central es que
un hombre se pega un tiro en la boca en la habitación de un
hotel. Lo llamativo es que el relato no tiene nada que ver con
la guerra del '14, sino que se refiere a que el inquilino estaba en
ese piso del hotel. En "Nos vemos allá arriba", una novela muy
premiada del autor francés Pierre Lemaitre, los dos primeros
capítulos refieren en un lenguaje muy crudo también, como
dos soldados rasos en la guerra de trincheras resultan malhe-
ridos. A uno de ellos, que acababa de salvar a su compañero
de la muerte, "En ese preciso instante llega a su encuentro un
trozo de metralla del tamaño de un plato sopero. Bastante
grueso y a velocidad vertiginosa", que le vuela la boca. De
paso, comunico que ambos libros merecen ampliamente ser
leídos. Luego se agrega una nueva coincidencia: en el mismo
año en que transcurre la escena contada de la novela de Le-
maitre, 1918, Hemingway resultó gravemente herido por las esquirlas de un disparo de mortero. En su libro sobre E.H.,
Philip Young sugiere que esa circunstancia traumática incidió fuertemente en él como escritor.
Una idea que le parecía descabellada al mismo Hemingway,
ya que todo el estudio de Young se basa en ese punto de par-
tida.
* Parece ser que fue en la cabeza y no en la boca, que se dis-
paró el escopetazo. ¿Cómo lo supe? Cuarta coincidencia que,
aunque afecte a la primera, sigue agregando a la serie: hoy,
domingo 31 de agosto de 2014, un escritor al que admiro,
Edgardo Cozarinsky, publicó una nota en el suplemento cul-
tura de un diario, donde dice lo siguiente (refiriéndose a
París era una fiesta, de Ernest Hemingway: "El libro de He-
mingway fue escrito intermitentemente entre 1958 y 1960.
En 1954 había recibido el Premio Nobel; como a la mayoría,
le llegó cuando su talento estaba agotado. El autor se disparó
un tiro en la frente en julio de 1961."
Ernest Hemingway nació el 21 de julio de 1899, en Oak Park
(Parque de los Robles), Illinois.
En 1918 es herido en Italia, durante la Primera Guerra Mun-
dial.
En 1921 se casa con Hadley Richardson.
Comienza a publicar sus cuentos y poemas en 1923.
En 1927 se casa con Pauline Pfeiffer.
Entre 1936 y 1939 participa de la Guerra Civil Española.
En 1940 se casa con Martha Gellhorn.
Es corresponsal de guerra durante la Segunda Guerra Mun-
dial.
En 1946 se casa con Mary Welsh.
En 1954 sufre un accidente aéreo en Africa.
El mismo año recibe el Premio Nóbel de Literatura.
El 2 de julio de 1961 se suicida en la ciudad de Ketchum,
estado de Ohio.
Hewingway tuvo un hijo que se convirtió en mujer y que
murió en la cárcel. Su forzada polarización masculina, con
exageraciones más propias de la homofobia que del genio
literario, tuvieron un duro correlato en el desarrollo de su
vida.
Comentando en alguna oportunidad el suicidio de su pro-
pio padre, Hemingway dijo que "es el derecho de todo el
mundo, pero hay una cierta cantidad de egoísmo en ello y
cierto descuido hacia los otros".
LAS 20
1.
Acerca de las grandes preguntas.
En serio, por Dios, no conozco las respuestas a las grandes
preguntas. Me siento avergonzado por todas las grandes cues-
tiones -como las grandes preguntas- excepto por "La cruxific-
ción de Nuestro Señor" de Tintoretto, en Venecia. De él apren-
dí principalmente cómo crucificar, y qué maravillosamente se
comportó el ladrón de la derecha. A la derecha cuando lo mi-
rás. De hecho a la izquierda de nuestro Señor.
2.
¿Debería repetirme? No lo creo. Tenés que repetirte una y o-
tra vez como hombre pero no deberías hacerlo como escritor.
En la escritura me he movido a través de la aritmética, a tra-
vés de la geometría plana y del álgebra, y ahora estoy en el
cálculo. Si no entienden eso, al diablo con ellos. No me pon-
dré triste y no leeré lo que digan. ¿Dicen? ¿Qué dicen? Deja-
los decir.
3.
Los escritores siempre son una decepción cuando los cono-
cés. Todo lo que hay de bueno en ellos se va a los libros, y
son aburridos en sí mismos.
4.
Una vez que la escritura se ha convertido en tu mayor vicio
y tu mayor placer sólo la muerte puede detenerla. La seguri-
dad financiera es entonces de una gran ayuda ya que te salva
de preocuparte por eso. La preocupación destruye la habili-
dad para escribir. Los problemas de salud son malos en el
sentido de que producen preocupación, la que ataca tu sub-
conciente y destruye tus reservas.
5.
No creo en el hablar de la escritura, y trato de evitarlo. Si
tengo que hablar de un libro que he escrito eso destruye el
placer que obtuve de hacerlo. Si la escritura tiene algún va-
lor todo lo que hay para decir ha sido transferido al lector.
6.
En el París de los '20s no había sentimiento de grupo. Nos
respetábamos entre nosotros. Yo respetaba a unos cuantos
pintores, algunos de mi misma edad, otros mayores -Gris,
Picasso, Bracque, Monet, quien todavía estaba vivo enton-
ces- y a unos pocos escritores: Joyce, Ezra, la buena de Stein.
7.
El país acerca del cual escribe un novelista es el país que él
conoce, y el país que él conoce está en su corazón. La cultu-
ra es bueno tenerla. Es como un buen mapa 1/10.000. Pero
tenés que armar tu propio ataque y recordar que ningún clá-
sico se parece a otro.
Trabajamos en nuestro tiempo; que resulta ser el peor tiempo
que yo haya visto o conocido. Pero te divertís vastante en él
aún sabiendo lo horrible que es. No me gustaría ser citado en
temas políticos. Todo el contacto que tuve con eso me dejó la
sensación de haber estado bebiendo de escupideras. El patrio-
ta auto-confeso, el traidor y el regulador de las vidas de otras
personas, creencias, etc., y el Regimentador, todos corren a
un final de foto-finish.
8.
¿De qué artistas aprendí más?
Mark Twain, Flaubert, Stendhal, Bach, Turgueniev, Tolstoi,
Dostoievsky, Chejov, Andrew Marvell, John Donne, Maupa-
ssant, el buen Kipling, Thoreau, el Capitán Marryat, Shakes-
peare, Mozart, Quevedo, Dante, Virgilio, Tintoretto, Hiero-
nymus Mosch, Breughel, Patinier, Goya, Giotto, Cézanne,
Van Gogh, Gauguin, San Juan de la Cruz, Góngora, Stephen
Crane, W.H. Hudson, Mann, George Moore- me llevaría un
día entero recordarlos a todos. Y entonces parecería que me atribuyo una erudición que no he tenido en lugar de tratar de recordar a todas las personas que han tenido una influencia en
mi trabajo y en mi vida.
9.
Cuando recién comenzás a escribir no fallás nunca. Pensás
que es maravilloso y que la estás pasando bárbaro. Pensás
que es fácil escribir y lo disfrutás muchísimo, pero estás pen-
sando en vos mismo, no en el lector. Éste no lo disfruta mucho.
Luego, cuando aprendiste a escribir para el lector, ya no resul-
ta fácil escribir. De hecho, lo que finalmente recordás acerca
de cualquier cosa que hayas escrito es lo difícil que fue hacer-
lo.
10. [1965. Pound todavía estaba recluído en el St. Elizabeth]
Ezra Pound es un gran poeta, y sea lo que fuere lo que hizo,
ya ha sido muy castigado por ello, y creo que debería ser li-
berado para ir y escribir poemas en Italia, donde es amado y
comprendido. El fue el maestro de Eliot. Yo era un miembro
de la organización que Pound fundara con Natalia Barney en
orden de sacar a Eliot de su trabajo en un banco para que pu-
diese escribir poesía libremente. Se llamaba Bel Esprit. La
organización era típica de la generosidad y el interés en todas
las formas del arte de Pound sin importarle obtener cualquier
beneficio propio ni tampoco la posibilidad de que las perso-
nas que él estaba ayudando fuesen eventualmente sus rivales.
Eliot es ganador del premio Nobel, que creo que muy bien
pudo corresponderle a Pound.
Ezra Pound, no importa lo que él piense, no es tan gran poe-
ta como Dante, pero es un muy grande poeta, aún con sus
errores.
11.
Con Sherwood Anderson nunca hablamos de la escritura.
Anderson contaba historias. Le encantaba contar historias,
y las contaba bien. Pero no hablaba acerca de la escritura;
no entonces. No hubiese funcionado. Después él fue distin-
to. Pero yo sólo lo vi cuatro o cinco veces.
Tome usted a Joyce. El nunca hablaba de su escritura. Ah,
tal vez cuando terminaba algo. Ulises.Él explicaría algunas
de esas cosas más tarde. Le gustaba leer en voz alta. Tenía
una linda voz y leía bien.
Pero si le hablabas de la escritura, sólo se te quedaba mi-
rando. Era agresivo.
No cínico, agresivo. Pero era agradable.
12.
Lo que un escritor debe hacer es escribir lo que no ha sido
escrito antes o superar a los hombres muertos en lo que ellos
hicieron.
Es como el corredor de la milla corriendo contra reloj en lu-
gar de simplemente correr contra quienquiera esté en la pista
con él. A menos que corra contra reloj, él nunca sabrá lo que
es capaz de lograr.
13.
Respeto mucho la escritura. Al escritor para nada, excepto
como un instrumento para llevar a cabo la escritura. Cuando
un escritor se retira deliberadamente de la vida o se ve forza-
do a hacerlo debido a algún defecto, su escritura tiene una
tendencia a atrofiarse, igual que un miembro que no se usa.
14.
Cuando estoy trabajando en un libro o en un cuento escribo
cada mañana lo más al amanecer posible. No hay nadie que
te moleste y está freco o frío y llegás a tu trabajo y te calen-
tás a medida que escribís. Escribís hasta llegar a un lugar
en el que todavía conservás tu jugo y sabés lo que va a su-
ceder a continuación y ahí parás y tratás de vivir hasta el
día siguiente cuando le pegás de nuevo. Empezaste a las
seis de la mañana, digamos, y podés darle hasta el medio-
día o terminar antes. Cuando parás estás vacío, pero al mis-
mo tiempo no vacío sino llenándote, como cuando le hicis-
te el amor a alguien que amás. Nada puede lastimarte, nada
puede pasar, nada significa nada hasta el día siguiente en el
que lo volvés a hacer. Es la espera hasta el día siguiente lo
que es duro de sostener.
15.
Supe por primera vez que quería ser un escritor cuando te-
nía veinte. Ýo sabía que era bueno, aunque todas mis cosas
habían sido rechazadas. Era descorazonador porque todos
mis amigos estaban escribiendo novelas y se las publicaban,
y yo estaba teniendo problemas hasta para escribir un párra-
fo decente. No podía entender cómo esos tipos lo hacían.
Finalmente, me enojé y sabía que me estaba poniendo vie-
jo [Tenía 24] así que en Valencia empecé mi primera novela.
Era Al romper el alba. Me llevó seis semanas escribirla y seis meses recortar toda la basura.
16.
Los escritores deberían permanecer agrupados como los lo-
bos o los gitanos y son tontos en atacarse unos a otros para
complacer a aquellos que los explotan o destruyen. Natural-
mente conozco las debilidades de mis compañeros de profe-
sión pero esa información no está ni en venta ni gratis.
17.
Escribir una novela es como los Seis Días en bicicleta. Una
novela es una cosa larga. Como la carrera de bicicletas, sólo
que sigue durante dos años.
18.
No me gustan las generalizaciones, pero voy a intentar al-
guna. Un escritor sin un sentido de lo justo y lo injusto haría
mejor en dedicarse a editar en Libro Anual de un colegio de
chicos excepcionales que en escribir novelas. Otra: el don
más escencial para un buen escritor es un aparato incorpo-
rado, a prueba de golpes, detector de mierda. Este es el radar
de un escritor y todos los grandes escritores lo poseen.
19.
Acerca de la escritura política, creo que cada uno tiene su
propia conciencia y no debería haber reglas acerca de cómo
debe funcionar una conciencia. De lo que se puede estar se-
guro con un escritor de mente-política es que si su trabajo ha
de perdurar se deberá saltear la política cuando lo leas. Mu-
chos de los así llamados escritores enrolados políticamente
cambian con frecuencia sus políticas. A veces hasta se ven
en la necesidad de reescribir sus puntos de vista... y de apu-
ro. Tal vez se lo pueda respetar como una forma de búsqueda
de la felicidad.
20.
De las cosas que han sucedido y de cosas tal como son y de
todas las cosas que conocés y de todas aquellas que no podés
conocer, hacés algo a través de tu invención que no es una
representación sino una cosa enteramente nueva y más ver-
dadera que cualquier cosa verdadera y viva, y la hacés viva,
y si lo hacés lo suficientemente bien, le das inmortalidad.
Esta es la razón por la que escribís y no por ninguna otra
razón que conozcas. ¿Pero qué hay de todas las razones que
uno no conoce?
BIBLIOGRAFIA
Matthew J. Bruccoli. Conversations with Ernest Hemingway.
Univ. Press of Mississippi, 1986. [Es un trabajo de recopi-
lación de las entrevistas conocidas de Hemingway, a quien
por otra parte le desagradaban las entrevistas. O, más bien,
se trata de la recopilación de 40 artículos en los que apare-
cen algunas palabras citadas del autor de Por quien doblan
las campanas. La única verdadera entrevista, extensa, es la
que le realizara George Plimpton en 1958. Los demás artí-
culos fueron publicados entre 1919 y 1965,]
Mencionados
Stephen Dixon. Calles y otros relatos. Eterna Cadencia, 2014.
Pierre Lemaitre. Nos vemos allá arriba. Salamandra, 2014.
Philip Young. Ernest Hemingway: a Reconsideration. Penn
State Univ. Press, 2000.
No hay comentarios:
Publicar un comentario