y los hombres en la guerra Serbo-bosnia de 1990-93. Me-
tida en la piel de S., una joven maestra de 27 años desde
el comienzo mismo de la historia, que es el momento en
que paran unos colectivos en la plaza para llevarse a los
bosnios musulmanes a no se sabe dónde, Drakulic, que
entrevistó a numerosas víctimas de esos años, recorre el
trayecto brutal/sutil que transporta de la vida cotidiana a
la más profunda inhumanidad en cuestión de días.
La notable descripción de los estados mentales, así como
el seguimiento de las diversas 'paradas' de la terrible reco-
rrida de S. -campo de internamiento, 'casa de las mujeres',
campo de refugiados, asilo político- es poesía cruda y pura.
Poesía llena de la vida-muerte y tortura de esa guerra, para
llamarla eufemísticamente, ya que, como su nombre lo in-
dica -"limpieza étnica"- se trató de un verdadero genocidio.
El relato comienza y termina en un cuarto de Hospital en
Estocolmo.
Este libro me recordó inmediatamente otro de Dubravka
Ugresic, "El Ministerio del Dolor" -en este caso refugiados
croatas en Amsterdam, recordando sus pasados en las clases
de serbocroata de la universidad.
Los tonos, sin embargo, son totalmente distintos: nostálgico
en general el de los alumnos de Ugresic y desgarrador el
de la enhebradora de feminidades ("S.") de Drakulic.
Lo editó Anagrama en España, en 2001. Lo terminé de leer
hace un par de semanas.
Durante la lectura surge inevitablemente la pregunta de ¿có-
mo se sigue viviendo, después de ESO? En particular porque
esta guerra convirtió en enemigos étnicos a los hasta enton-
ces vecinos, amigos y a veces familiares que habitaban Bos-
nia-Hercegovina. ¿Cómo volver a vivir en los lugares donde
fueron asesinados tus padres o hijos o hermanos, por tus pro-
pios pares, (tu prójimo), de súbito divididos unos de otros
por absurdas pertenencias 'étnicas'?
(Es por esto que la filosofía oriental, en especial el budismo,
que es la más democrática de las religiones hindúes, pasando
por alto el sistema de castas, y Schopenhauer, tal vez el mayor filósofo occidental del siglo XIX, (¿O Hegel? ¿O Nietzsche?)coinciden en señalar que nuestro sufrimiento de-
riva de la creencia equivocada en la existencia separada de
nuestros yo individuales. A la que luego se agregarán razas,
castas, etnias, regiones y naciones, como una lógica extensión
de aquel error originario.)
Dos anotaciones al margen: los países nórdicos, que hoy re-
presentan sin ninguna duda el mayor grado de civilización
sobre la tierra, recibieron a miles de esos refugiados. Tam-
bién lo habían hecho con los nuestros, los latino-americanos
en los años de las dictaduras criminales. La descripción sen-
cilla del procedimiento 'natural' por el cual el estado sueco
le entrega sus papeles sentada en una oficina convidada con
té y masitas en lugar de los horribles pasillos atestados de
colas frente a la estólida burocracia de su país de origen
-nada que ver con nuestras instituciones oficiales, bancos,
correos, dependencias jubilatorias e impositivas, ¿no es
cierto?- y luego un departamento y un cheque para que
compre lo que necesita para habitarlo, también me conmo-
vió.
Segunda anotación: Un par de días después de haber leído
"Como si yo no estuviera", y todavía bajo los efectos de esa
pregunta -¿cómo se hace...?- una placa en la tele, acerca de
los partidos de fútbol programados para el día siguiente en
Europa. Entre ellos, "Bosnia-Hercegovina recibe a Portugal".
Bosnia Hercegovina, la de los miles de ejecutados, tortura-
dos, mutilados, desaparecidos, ¡juega al fútbol! Y sus juga-
dores se entrenan y el público acude al estadio y discute la
formación del equipo y las jugadas y, si hay, grita locamen-
te los goles. "La función del olvido". ¡La violenta y poseída
poesía de Drakulic me había hecho olvidar "la función del
olvido"! Para seguir adelante, para seguir viviendo, el huma-
no olvida las partes insufribles de su sufrimiento. O enferma
y muere, habría que agregar.
Las imágenes en la televisión no son en blanco y negro, y
no se ven francotiradores disparándoles a los chicos que sa-
len a buscar un balde de agua, sino en rutilante color y mues-
tran a un grupo numeroso de bosnios recibiendo burlonamen-
te a los portugueses -¡ah, identidades!- y en particular a su
estrella Cristiano Ronaldo, al grito de "¡Meeessi! ¡Meeessi!
¡Meeeesssiii! Cristiano, que de simpático no tiene nada, son-
ríe irónicamente. Yo, ni eso.
Tres años después de la publicación de "Como si yo no
estuviera" en Anagrama, apareció este otro libro de la misma
autora. Una crónica de los juicios llevados a cabo en La Ha-
ya contra los perpetradores de las barbaridades de las Gue-
rras Balcánicas, con la misma pregunta de Hannah Arendt:
¿son monstruos esos asesinos o no se puede distinguirlos de
las personas comunes?
3 comentarios:
Interesantes reflexiones, Robert. Las comparto plenamente.
un saludo
Osvaldo
Estoy buscando ese libro y no lo encuentro ¿tienes idea donde comprarlo?. Gracias
Es una buena broma la tuya: ¿cómo podría contestar a tu pregunta
sin saber dónde vivís? Aquí en la Argentina hay 2 ejemplares dis-
ponibles en Mercado Libre.
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