sábado, 2 de mayo de 2020

LOS LANGALI




 Todos los días, desde que el mundo fue puesto en marcha
(existía desde hacía un tiempo infinito, pero por razones
que estamos en camino de develar, se demoró su arranque),
tomamos la cantidad estrictamente necesaria de sol para
la vida. Alimentamos los ríos. Obligamos a la tierra a res-
ponder a nuestras minúsculas semillas, con copiosos frutos.
Reimantamos las mareas, logrando que los mares no se que-
den nunca quietos del todo, y así alejamos la parálisis de la
tierra. Disponemos también de las fases de la luna, para mo-
ver aquello que pesa mucho. Podríamos hacerlo nosotros, 
pero escogimos guardar nuestras fuerzas para nuestros pla-
ceres. Hacemos al mundo tan bello y útil como se puede.
Animales de todas clases, bestias incomprensibles, y tam-
bién pequeños seres con alas de cristal, sin sentido alguno.
El material no es el mejor, hay que decirlo una vez más pa-
ra que se nos entienda. Nos gusta hacer rotar los vientos, y
que los objetos caigan hacia la tierra, en lugar de volar ha-
cia los cielos, creándonos innumerables dificultades. Hay
que decirlo una vez más: hemos pensado en todo. Dividi-
mos a los Langali, que al principio eran de un sólo sexo,
en al menos dos bien distinguibles, porque antes de eso 
nos aburríamos. También inventamos algunas supuestas
calamidades, para no tenerla tan fácil que nos terminasen
dominando la Desidia y su hermano, el Tedio. Hicimos
aparecer los sentimientos, tanto el karuna, como el pre-
ma, el pyara y el  priya y la rudra, para darle intensidad 
a las cosas, ya que por sí mismas, vimos que tienden a la 
Repetición y a la Inercia. Podríamos haber hecho que los 
nuevos Langali naciesen ya adultos, ahorrándonos toda
clase de dificultades, pero en lugar de eso, una vez más, y 
usando nuestro inimitable ingenio, los hicimos nacer des-
de muy pequeñitos, dentro del cuerpo de las Langali
distrayéndolas de su natural tendencia a la sensación de
vacío y su queja. 
Nos llevó cierto tiempo dividir el bien y el mal, hay que
admitirlo. Estamos muy lejos de ser perfectos. Todavía
aparecen de cuando en cuando Langalis jóvenes que po-
nen en duda nuestras certezas, y nos vemos obligados a
pensar el mundo exterior y el mundo Langali de nuevo.
Pero tratamos de tomarlo con cierto humor. Después de
haber puesto cierto orden en el universo, todas esas estre-
llas y galaxias y planetas y sistemas de fuerzas pavorosas,
hemos dejado lugar tanto a la estupidez como a la ignoran-
cia, a la violencia y a la maldad para que este asunto que
podría habernos embalsamado en Tedio, funcionase.
¿Y por qué no referirnos a una de nuestras mayores crea-
ciones: la muerte? Un toque más de genio de los Langali.
De pronto todo cobró movimiento: la vida, que no signifi-
caba nada diferente de la materia inerte, cobró vuelo. Con
la muerte creamos una variedad casi infinita de aflicciones,
que llenan nuestras vidas de preguntas y deseos. 
Sí, hay que señalarlo una vez más, hacemos muy bien las
cosas. 
Pero para ser justos, debemos admitir nuestra terrible falen-
cia y es el Dios que nos ha tocado en suerte: un perfecto
Inútil, pero por encima de todo ¡un Engreído completo!

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