viernes, 26 de octubre de 2018

UN HOMENAJE A HORACIO CARDO

                         


                                   Horacio Fidel Cardo

 Nos hicimos amigos en el colegio primario. Y, además,
éramos vecinos. Vivíamos a menos de una cuadra de dis-
tancia, gracias a que una familia inglesa nos permitía pa-
sar por su casa para acortar camino. Compartimos infini-
dad de momentos. Nos 'salvamos´el uno al otro, no sólo
acompañándonos, sino inventando juegos en forma per-
manente, compartiendo y potenciando nuestra imagina-
ción. Transformábamos la realidad en juego e invención.
Lo hacíamos hasta el punto en que se perdían los límites
entre ambos territorios. Esa característica nos unía y en
cierta forma nos aislaba. Sólo durante un tiempo, ya en-
tre los 12 y 13 años, tuvimos un tercer amigo. Fundamen-
tal, por ejemplo, para poder armar nuestros torneos de
fútbol, que era un metegolentra con un solo arco. Tuvi-
mos la enorme fortuna -nunca volveríamos a ser tan ri-
cos- de que el fondo de su casa estaba abierto a un amplio
terreno del ferrocarril que podíamos usar como propio. Y
lo usamos: fue campo de guerra (la segunda guerra mun-
dial transcurrió en buena medida en ese reducto); mar de
piratas (Sandokán estaba en su cima en ese entonces);
pueblo de cowboys (Horacio tenía una notable habilidad
manual y construía saloons precarios, pero de puertas ba-
tientes, que en pocos días, y en un arrebato, destruía para
mi total sorpresa y desazón); sudoeste norteamericano,
con sus casacas azules (él) y sus indios apaches (yo) en la
colina del fondo. El cine nos tenía cautivados y era la era
dorada de Hollywood. A veces veíamos tres películas se-
guidas. Entrábamos al cine a las 3 de la tarde y salíamos
a las 8 de la noche.
 Fuimos compadres de ajedrez, tenis, fútbol, balero, figu-
ritas, billar, bolitas, fuerte con soldados de plomo (algu-
nos de ellos sin cabeza), ping pong (no se lo llamaba por
entonces 'tenis de mesa'), paddle, paleta, go, patinaje so-
bre ruedas (eran de 4 ruedas y patinábamos sobre las ca-
lles asfaltadas y cortadas, con un mínimo de tráfico), bi-
cicleta (por supuesto) y muchos juegos más.
 Todo estaba teñido por la imaginación. Cuando jugába-
mos al billar, por ejemplo, era por el campeonato mundial.
(Nunca menos). Él era el Cibernético Segovia y yo era el
Alacrán Torres. También el ajedrez era, por supuesto, por
el campeonato mundial. Él era Spassky, yo era Bobby Fis-
cher. Pero en una ocasión en la que yo presenté a mi juga-
dor como Fischer, él me dijo que el suyo era Kid Tacho. Si 
yo ganaba, no le ganaba a nadie, pero si ganaba él, era un
triunfo sensacional.
 Devorábamos las revistas mexicanas. Después la Colec-
ción Robin Hood. Después las novelas de cowboys -y algu-
nas policiales. 
 Éramos, no hace falta decirlo, expertos en toda clase de go-
losinas. 
 Los días de Carnaval eran una fiesta inolvidable: se arma-
ban batallas de agua entre varones y chicas en el barrio, y
esos juegos, aun en la pubertad y primera adolescencia, que
en aquellos tiempos eran muchísimo más tardías (y breves)
que las actuales, ya estaban intensamente erotizados. 



 Esos años sembraron tantas semillas entre nosotros que ya
nunca dejamos de ser amigos. Aun cuando pensáramos o
sintiéramos de maneras muy diversas.
 De todos modos, seguimos siempre cerca.
 En determinado momento, Horacio, que ya era un dibujan-
te de gran talento, se fue a vivir a Estados Unidos durante
9 años. 
 Mi madre (y yo mismo) habíamos nacido ahí, y las histo-
rias relatadas en mi casa, además de algún viaje de mi ma-
dre a cuyo regreso brotaban las maravillas que había traido
de regalo, deben de haber incidido en el deseo de Horacio.
 En Nueva York tuvo un éxito notable. Publicó muchísimos
trabajos de ilustración en el New York Times (en ese mo-
mento el diario más importante del mundo) y en muchos
otros medios, de Estados Unidos y de otros lugares.
 Horacio siempre fue un tipo apasionado. Su gran inteligen-
cia permitió que pudiera hacer con su pasión otra cosa que 
puros desastres. Lleno de energía, obtuvo una capacidad
de trabajo notable.
Además adquirió una capacidad irónica sorprendente. En 
muchos casos para burlarse de sí mismo. Pero su tempera-
mento lo desbordaba a menudo, repercutiendo en su salud 
física.
 No lo han limitado ni la vergüenza ni la necesidad de apro
bación. Fue incorrecto en muchos sentidos. Su lista de recha-
zos se hizo larguísima, por ejemplo. Pensaba lo que pensaba
y no lo que había que pensar. 
 Esa cuestión tenía su lado divertido y su lado duro.
 De gran coraje físico, enfrentaba sus temores, se iba a vi-
vir a otro país, nadaba mar afuera en mares desconocidos.
Sostenía sus ideas en medios adversos, como la misma re-
dacción del diario en el cual trabajó durante casi 40 años.
 Un hombre leal, aunque arbitrario al extremo. Un artista
excepcional, con una creatividad asombrosa y una mano
única para el dibujo. Siempre estaba creando cosas en su
cabeza. Produjo una obra impresionante.
 Algo más que quisiera contar acá, en medio del desorden
en el que me encuentro: Horacio es muy querido por mucha
gente. Admirado, por supuesto, pero también muy querido.
Y eso a pesar, diría yo, de su temperamento irascible, de
su fortísimo carácter. Pero su madera noble lo hizo muy
querible. 
 Tuvo cinco hijos que recibieron de él, pero que también lo 
bancaron siempre. Y no ha sido una tarea fácil.
 Una parte importantísima de mi vida. Siempre le estuve y
le voy a estar agradecido por haber podido compartir con
él desde muy chicos cosas que estoy seguro anticipaban
nuestra relación con el arte.
 De todo ese tiempo sólo me queda mi querido hermano
Ricky. Ahora él y yo somos los únicos testigos de esa cosa
imantada que son las experiencias de la infancia.
Ambos consideramos a Horacio (yo con un poco más de
razón), nuestro amigo-hermano.
 Mi relación con Horacio sólo termina con la muerte de am-
bos.


 Para conocer algo de la obra de Horacio, los invito a visitar
su página, muy recientemente renovada:

                                www.horaciocardo.com





1 comentario:

Anónimo dijo...

No hay palabras,hay mucha tristeza!

Necesaria y gran historia...........