sábado, 16 de abril de 2016

TRES POEMAS DE SÁNDOR MÁRAI




  Sándor Károly Henrik Grosschmid, nació el 14 de abril
de 1900, en la ciudad de Kassa, actualmente la ciudad de
Kosice, en Eslovaquia. Acerca de su apellido, dice Márai
en su tremenda autobiografía "Confesiones de un burgués":
"El apellido alemán de mi padre y el pueblo de mis antepa-
sados, que todavía existe hoy en Sajonia, atestiguan que la
familia estaba al servicio del príncipe elector de Sajonia y 
que trabajaba en la ceca estatal; durante siglos acuñaron los
Groschen sajones, eran Groschenschmiede (acuñadores de
monedas)". Pero eran húngaros hasta el hueso.
 Tenía tres hermanos menores. "Cuando evoco mi niñez,
me siento incapaz de decir si fue 'buena' o 'mala'. Pero sé
que no estaría dispuesto jamás y a ningún precio a volver
a ella".
 Kassa o Kaschau, junto al río Hernád, en la Alta Hungría,
es el lugar que amó, odió y perdió y cuya pérdida jamás
pudo superar.
 En 1914 sobrevino la guerra, en esa tarde de junio, "se
quebró una forma de vida".
Se va a vivir a Budapest hasta los 19 años. Entonces ini-
cia una sere de viajes, por Leipzig, Weimar, Frankfurt, Vie-
na y Praga.
 Hasta conocer a quien sería su mujer por el resto de su
vida, S.M. llevó una vida amorosa intensísima, asistido
económicamente a la distancia por su padre. Pero cuando
conoció a Lola, se convirtió en un marido absolutamente
fiel. Se casaron en 1923.
 Los siguientes seis años, vivieron en París.
 En 1928, Márai y su mujer regresaron a Budapest, ya con-
vertido en escritor. 
 Bueno, los demás datos están en algún lado, estimado lec-
tor/lectora. Y si no fuera así, en alguna próxima nota acerca
de Márai, retomaremos estos lineamientos biográficos a par-
tir de la década del 30 (y de sus treinta).


 MADRE

Lo que una mano secreta causa ser escrito:
los rasgos tejidos de tu ablandado rostro
son un nudoso, desdibujado trozo de escritura;
lo miro y las letras comienzan a ocupar sus lugares:
¿qué es lo que los años y la vida inscriben?
Este soy yo mismo, este es mi destino, también;
esta profunda linea en tu entrecejo.
Perdóname,
esto no es lo que elegí, esto es lo que terminó siendo,
¿el destino de quién, el mío o el tuyo, es el que veo?
Simplemente no sé.
En cuartos de noche, en frente del extraño
rostro de tu hijo que ya ha comenzado
a parecerse al tuyo, tan semejantes,
y -desgastándose, desmoronándose, pelándose-
nuestros dos cuerpos se convierten lentamente en polvo-
se convierten en un solo cuerpo, un solo polvo, una arcilla 
                                                                                  [madre.


LA CALLE MIKÓ

Amaba esa hilera de castaños.
Pensaba: ahí, algún día, he de construir
Algo que cerraría con una masiva
Llave en un cerrojo gigante.
Y jugar a la vida. Pero me reí fuerte
Toda la cosa parecía, y entonces tuve que reírme...
Triste y pretencioso... ¿Qué es esto?
Sobre esta tierra sólo puedes construir,
Sobre arena, no importa donde; eso es todo
Lo que quiero, sólo vivir sin afeitarme,
Para despertar en cuartos oscuros y yacer
Quieto durante un largo rato, callado, filtrando
Palabras, solo, pasando el tiempo
Curioso, en alguna tarea quiero que sea
Superflua. Desde entonces he vivido
Aquí, apaciguado, conociendo el mañana,
También, un tren parte hacia algún lado,
Y nada me ata, ni cama
Ni mesa, no hay castillo mágico
Sobre la tierra- y por qué mi guía telefónica conserva
Mi nombre, y la gente piensa que es verdad.


CANTO DE DESVESTIRSE

Ahora te digo esto, todo lo mismo. Porque es precisamente
                                                             el pesado y doloroso
Secreto de nuestro contrato: vendrá un tiempo en el que debe-
                                                            [remos devolverlo todo-
No tan sólo la amistado, o el dinero o el silencio.
Tampoco los estruendosos trenes, ni los paisajes a los que te
                                                                         [llevé conmigo.
Aún más remoto: mientras con tus dos ojos grandes como los
                                                                       [de una criatura
Tú ya estabas mirando hacia atrás en tu vida- a través de mil
                                                                              [kilómetros-
Del modo que un aventurero mira el paisaje desde un tren. Y
                                                                                        [viste
Pequeñas ovejas entonces, pastando, sus pequeñas vidas, y
                                                              [con sonrisas corteses
Las dejamos pasar y fuimos al coche comedor, o a un hotel.
¡Uh, cuántos hoteles, cuántos paisajes, cuánta gente, mi queri-
                                                                                             [da!
Como un viajero nervioso alcanzando su delgada billetera, así
                                             [yo también, a menudo, iba a vos
Asustado. Y eventualmente nos dijimos todo el uno al otro
También aprendimos a estar callados. Algunas veces la noche
                                                          [descendía sobre nosotros
Y enormes sombras caían entre nosotros, la modestia de nues-
                                                    [tras palabras. Una enroscada 
Capa: no éramos poetas y no íbamos 
Entre las palabras porque le temíamos a las palabras- cómo les
                                                                                  [temíamos;
¡Estábamos familiarizados con ellas, las conocíamos! Y ahora
                                                                [que de todas maneras,
Me quito esta pobre, andrajosa
Palabra, es muy pesada esta desnudez final. Por eso es que
                                                                    [tiendo esta palabra
Tan medrosamente, su chispa podría explotar, enceguecer
                      [nuestros ojos como los grandes, indescriptibles
Fuegos que la naturaleza enciende a la noche aleatoriamente.
Y desnudos, nos acomodamos juntos tiritamos,
Porque está oscuro y hace frío,
Mi amante.




Sandor Márai. The Withering World. Traducido por John Rid-
land y Peter V. Czipolt. Alma Books, 2014.




Y un cuarto poema, dedicado a la muerte de su único hijo,
que falleció de hemofilia, afección que compartía con la ma-
dre cuando tenía un mes y medio de vida.

POR LA MUERTE DE UN NIÑO

¿Qué ha quedado de él? Su nombre.
En este cepillo, el perfume de su cabello, nada más.
Un paño manchado de sangre y este poema.
El mundo está hecho de espíritu y de locura de poder;
No, no comprendo por qué me han hecho esto
No pienso disputar. Sólo guardar silencio y seguir viviendo,
Ahora es un ángel, si es que hay ángeles -
Pero aquí, abajo, todo es banal y vacío.
No soy capaz de perdonar. A nadie y nunca más.

Publicado en un libro inédito hasta dónde yo sé en castellano,
llamado Cielo y tierra.

Este poema está incluido en la biografía del gran escritor
húngaro, Sándor Márai, Una vida en imágenesescrita por 
Ernö Zeltner, con traducción de Elisa Renau, que publicase
la Universitat de Valencia en 2007.

Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c)





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