lunes, 11 de abril de 2016

DE UNA CARTA DE EUGENIO SARDIS



"ayer, cerca de Némecék, entrada a un establo de caballos
de carrera 
 (purasangres) que nos examinan brevemente y nos desesti-
man como por experiencia
 los olores fuertes, junto a los sonidos de los cascos en el
suelo seco o barroso junto a los movimientos limitados en
sus celdas y ese pellizco que les hace la piel a veces
 el balde que cuelga en el interior, también el fardo desparra-
mado de pienso, a veces bosta fresca
 en un lugar cerca del fondo, los arneses, las monturas, mon-
tadas sobre estructuras-caballo de maderas
 entonces, los caballos pueden estar desnudos o no
 el aparataje de docilización, los movimientos bruscos de la
cabeza, fortísimos cuellos mucho mejor construídos que los
frágiles cuellos humanos
 la previsibilidad es bien atendida: todos los caballos parecen
sanos y dispuestos, narinas húmedas y resoplantes, como un
idioma que puede expresar el desagrado; los ojos desatentos
que con tanta facilidad pueden expresar una locura pavorosa
los más altos nos dan la impresión de ser los más veloces
la velocidad de los caballos, un ordenador natural de a qué
grupo pertenecemos; las personas están interesadas en la ve-
locidad, los caballos quién sabe
 es muy posible que ese factor no les incumba en lo más mí-
nimo
 ¿y entonces qué? o mejor dicho, ¿a cambio de eso, qué?
 tienen mucho de prisioneros, acariciados, paseados, alimen-
tados, cepillados, prisioneros ligeramente aristocráticos
 el color del pelaje -el pelaje, esa seda bárbara- también signi-
fica algo para mí, y una vez más, ¿qué puede significar para 
ellos?
 el olor, combinado con una criatura que es más alta que uno,
y, a la vez, mucho más larga, probablemente el olor les diga
muchísimas más cosas que a nosotros
 las patas, el cuarto trasero, donde anida la extrañeza misma
del animal
 también en su enorme cabeza, en sus formidables dientes
 crines y colas; el torso-vientre firme, liso y bien dibujado
 la línea que separa, une y define hombre/animal
 lo que parecemos tener en común, nos miramos, olemos, per-
cibimos, sentimos, pensamos
 observamos con una mezcla de curiosidad y espanto el sudor
graso, blanco y espeso de sus cuellos, viscoso como leche a-
gria o semen 
 uno que estaba muy cerca mío resoplaba y daba señales mo-
viendo el cuerpo a lo que otro respondió en forma evidente
con un estruendoso relincho
 intenté sincronizar mi respiración con el primero, pero la
suya iba a veces más lenta y otras veces al mismo ritmo de
la mía, por lo que en pocos minutos me encontré con una
sensación de fatiga sin haber montado ni recorrido una bue-
na distancia a la carrera
 y ahí está, ayer, una visita a la cofradía de los caballos

 y fue un día raro, ya que interrumpí las clases de Punjabi,
la lectura a pasos forzados del Gurmukhi
 y hay una palabra en Punjabi, justamente, anuvaad, que signi-
fica traducción
 viene de viaje del sánscrito, donde anu significa lo que sigue,
lo próximo, al unísono; y vaad es la idea que se oculta tras un
sonido
 hay muchas ideas en los caballos, de eso pude darme cuenta
 no sé si ellos pensarán lo mismo de nosotros
 siendo criaturas surgidas del Eoceno como si fuese de un 
pozo de niebla del tiempo
 ni sé si desde su locura equina podrán atisbar la nuestra"

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