En Prualha
se escriben
cada día
cientos de libros
-la población es escasa-
en un idioma que llamaríamos
'ininteligible'.
Es que la lengua
de los prualhenses
'se habla sola',
odia las reglas,
'brota como manantial
de sí misma'.
O sea que los libros
se escriben
casi
solos.
Toda esa gente trabaja
en la escritura, ya que
todo, pero todo todo,
debe ser dicho.
Y no cuesta nada
una vez que se empieza
entrar en el raudal de esa lengua
desesperada por expresarse.
Activa
activa hasta un grado
desorbitado,
su condición más primaria
es 'lo incontenible'.
Esos escribas de Prualha
son meros sirvientes
de la lengua.
Anhelan
solamente
la interrupción de la escritura.
Hecho por demás inusual
ya que esa lengua
gusta demasiado, al parecer,
del irrumpir,
y demasiado poco
del interrumpir-se.
Los escribas aprovecharán
cualquier distracción de la lengua-
que en raros momentos
se queda contemplando algo
no sabemos si del mundo
o del habla-
para fumar
debajo de los árboles,
comprar algo en una tienda,
o simplemente perderse
siguiendo las sombras de las nubes
sobre los prados.
Cientos de libros
cada día
esperando
quién sabe qué milagro
que proveería lectores
de desconocidos pueblos,
o
tal vez-
quién sabe-
que no esperan
ser leídos nunca
por nadie.
2 comentarios:
No seremos todos prualhenses? (será éste el gentilicio correcto?)
Porque a veces resulta tan difícil comunicarse, que pareciera que hablásemos todos un idioma ininteligible.
Somos nuestros propios demónimos.
O, como dijo Uriel Darrás: "no sé cuál de todos los demonios que me
habitan se ha vuelto loco".
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