Estos son cuatro temas de esos cuatro relatos.
Prescindiré del VIDZ (que lo une todo) y le daré alcance
a las palabras, antes de que se vayan.
Este mismo relato es parte de aquellos cuatro. ¿Orígenes
o variantes del destino? Aunque todo parezca de cablerío
muy flojo y, además, endeble.
Son solamente sugeridos, sugestos, sugestibles.
a) LELILíES: Los gritos o voceríos de las mujeres moris-
cas;
b) "Madre decía que los gatos son como la felicidad:
nunca están donde deberían estar." *
c) Dos grandes marchas, en África, durante el siglo XIX.
Columnas de prisioneras Hakili, conducidas por sus futu-
ros circuncidadores al norte de Nenba, se cruzan con la co-
lumna de prisioneras Jasinthe, conducidas por sus dueños
(y vendedores) árabes. El encuentro es totalmente casual y
se produce en una zona subsahariana, al este de Mikanaha-
bbi, al atardecer. Ambas columnas portan teas y se producen
rápidas y espontáneas escaramuzas entre las mujeres de los
dos grupos, para solaz de sus guardianes. Se atacan y se pro-
ducen ligeras quemaduras. Pero la situación: la llegada de
la noche africana, las Otras mujeres, los hombres-amos azu-
zándolas, el fuego creciente de las antorchas, las exalta y ele-
va a un "estado sobrehumano" -según cuentan las escasas
crónicas orales confiables de Nenba. Se dice en ellas que los
gritos de dolor y los gritos de goce desatado junto a los gritos
de fervor y de furia se fueron multiplicando a lo largo y ancho
de la noche. Al unirse, las prisioneras produjeron una nueva
caravana terrible de mujeres poseídas por la ferocidad, Dirá
un cronista portugués (Alvaro da Fonseca) que las viera pa-
sar por su pueblo, escondido y pertrechado detrás de persianas
metálicas: "No se las reconocía, sin duda. No eran tanto crueles
(los hombres sí lo hubiésemos sido, en su lugar), como salva-
jes: no aceptaban ningún límite a sus deseos. Lo que querían
lo hacían (y deshacían). No puedo saber si sus rostros conser-
vaban la belleza por la que habían sido escogidas. Uno aparta-
ba la mirada de sus rostros, intuitivamente. Parecían poder de-
tectar y rastrear con seguridad absoluta una mirada (aunque
fuese escondida como la mía) y yo no quise por nada del mun-
do que me viesen mirándolas. Pero los cuerpos sí: magnifica-
da su belleza por un grado de exaltación que yo nunca hubiese
creído posible, de pronto se envolvían en una nube de silencio,
o, sino, de esa exaltación brotaba un movimiento explosivo
que exponía a esas mujeres en su propio fuego y sombras,
transidas, con el rostro acopiando todas las emociones posi-
bles, vertiginosamente, hasta producir una expresión de sere-
nidad completa, que hacía pensar enseguida en lo que se ha-
bía contado siempre de las mujeres santas..."
d) "Estar sola con el libro no escrito es estar aún en el pri-
mer sueño de la humanidad..."**