NESCU
Nescu está bajando su velocípedo de los ganchos.
Es tan extraño el velocípedo de Nescu, heredado al parecer
de sus abuelos monárquicos rumanos.
Son dos ruedas, eso sí. Adelante y atrás.
Pero cada rueda está compuesta por un enrevesado
de varias bandas que circulan en distintos radios,
en las más diversas direcciones.
Los pedales actúan como una centrífuga.
Las dos o tres pedaleadas iniciales son críticas.
Si se las realiza bien, el velocípedo es una gacela.
Pero un pequeño error puede tener consecuencias.
Esas ruedas girando en una variedad prodigiosa de ritmos,
sobre múltiples ejes a la vez,
producen un diabólico enjambre
de avances y retrocesos, de disparadas
y saltos y frenadas y vuelcos.
¡Y todo empeora cuando el aparato toma velocidad!
Pero eso todos observamos con fijeza el rostro serio
de Nescu. Serio y concentradísmo.
Puede lograr dirigir la marcha o resultar ser dirigido
por el caos mismo.
Parece que cada "paseo" fuese jugarse el destino.
Nos hace pensar: ¿Cómo serán las preocupaciones
de Nescu? ¿Se parecerán en algo a las nuestras?
¿Con nuestras monótonas y previsibles bicicletas?
Y VIMOS
Y vimos "plumeritos" vagando en el aire
Y sentimos el olor del hinojo
y el punzar del alambre de púas
en cercos cruzados de apuro;
y apretamos el "bicho canasto"
que dormía en su celda bella y tosca
Y cazamos mariposas amarillas
a manotazos;
y el deseo iba escarbando sus túneles
en el cuerpo,
huyendo, aprestándose,
escondiéndose, a volar.
Y vimos pescadores solitarios,
mojados y encapotados
como los mares y los cielos.
A una hora en que el mundo
amaina
y te cierra el collar invisible
sobre ánima y pecho.
Y vimos el vahído de la línea
una vez arrojada
todavía en vuelo;
curvas sinuosas del hilo
que por un momento pesa
lo mismo que nada.
Y vimos
el tirón de la plomada,
llamando bruscamente al hilo flotante,
chasqueando su "¡¿QUIÉN SOS?!"
Y vimos barcos hurgando en la tormenta
-en sus entrañas agitadas-
arrancándole múltiples
pequeños monstruos.
Y vimos hombres que temen
a los aparejos
y al chicotazo de las poleas,
más que al oleaje, a la noche,
a la ajenidad inconcebible
del abismo del mar.
VISIONES
La foto ésa
la tengo todavía
en el "agua primigenia".
Tu rostro se desliza
dentro y fuera
de la invisibilidad.
El ondear del agua
es la frontera
entre uno y otro lado
de lo real.
Temblando todavía
entre ser y no ser
tu rostro aparece
dibujado
y disuelto
por el agua.
Tu sonrisa
recién asomó
viniendo de ninguna parte
y volvió delicioso
el mundo.
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