sábado, 4 de septiembre de 2021

RECUERDOS DE LA ÚLTIMA GUERRA

  1

 

 Este abandonado artefacto de guerra

 disparaba alambradas

 Podía, también, en ciertos casos

 -hay que decirlo: impredecibles-

 disparar alambradas de púas


 Los conductores de estos aparatos de guerra

 tenían que ser bizcos y

 eran elegidos entre los hijos del pueblo

 por un sorteo arreglado


 El lanza-alambres

 salió mal hecho de fábrica

 -los tiempos de la guerra no siempre 

 forman matrimonios felices con la industria-

 Viajaba inexorablemente en zigzag


 ¡La de conductores que perdieron la escasa

 cordura que permiten las jornadas bélicas

 tratando de hacerlos viajar en una línea

 más o menos recta!



  2


 Enhebraron de apuro

 sobre esta misma mesa

 una lista acotada

 de los errores de la humanidad


 Algo ensombreció los horizontes

 públicos y privados

 con las mismas nubes

 que acudieron en masa

 desde el pasado


 Hubo uno que corrió

 con el puño alzado

 en el que llevaba 

 una hecatombe


 Quiso arrojársela

 al alma de la historia


 Algunos comieron el pan hasta la última miga

 muchos panes se quemaron en el horno


 Concluyeron que "humano" es demasiado

 abarcativo


 Y que había que buscarle un nombre

 más adecuado.



  3


 Pasábamos por ciudades

 que todavía se estaban derruyendo

 Cuando caía un muro

 (de la nada, porque se le acabó el equilibrio

 o porque se desquició la mínima física

 que los mantenía en pie)

 asomaba el resto

 de la boca desdentada

 de lo que había sido el hogar de algunos

 y ahora era un montaje delicado

 de agujeros

 y mamposterías quemadas,

 de vigas convertidas en astillas

 Justo cuando pasábamos por ahí

 en nuestros carros de combate

 o en nuestros camiones

 ¡uh, el cansancio de estos camiones!

 ¡inigualable!


 También caían edificios

 sin necesidad de nuevos bombardeos

 por declive,

 por decisión de la materia,

 y una lluvia de shrapnel

 caía torrencial sobre nosotros

 de rocas, vidrios y hierros

 así como anoche caía un granizo 

 rabioso sobre el campamento

 cuando salimos a fumar

 sabiendo que nos esperaban 

 los días

 más extensos, largos 

 como el hilo que envuelve el mundo;

 y que sólo disponíamos

 de un cuerpo cada uno

 raramente completo, por otra parte,

 e íbamos confiados

 a donárselo al destino

 para que eligiera

 entre nosotros,

 mientras la voz de Dios 

 tronaba desde cañones invisibles

 de largo alcance

 y el zumbido de Dios

 silbaba a través del aire

 curvo

 señalando el trayecto de los proyectiles

 y ni siquiera mirábamos

 hacia el cielo

 - Tu Reino-

 y seguimos caminando

 entre el barro 

 y los escombros de la noche

 sin hacerte caso, Señor,

 ni el menor caso.

 



1 comentario:

Agrimensor dijo...

Sobre montículos
de anónima bondad
se asienta el mundo.

Y los ciclones
y huracanes del mal
no lo derriban.