domingo, 13 de junio de 2021

EN LOS TOBOGANES

 Se le ocurrió...

 No, empecemos de nuevo: se le había ocurrido...

 Tampoco. Mejor usar menos palabras.

 Estábamos en el famoso tobogán de Halái,

 al que en otros lugares sustituye el tobogán de Mirtis

 o de Ölüm

 o hasta de Kifo o de Lanmó.

 La particularidad de este tipo de toboganes

 es la calidad de su experiencia.

 Todos ellos pueden ser recorridos de distintos modos.

 De hecho, cada uno encuentra el suyo sin darse cuenta.

 Algunos descienden siguiendo sus curvas pronunciadas

 con los brazos levantados y gritando con un cierto

                                 terror eufórico.

 Otros los recorren como si fuesen escaleras de escalones

             desparejos con varios recodos y velocidades

             que por momentos hacen olvidar que se trata

             de toboganes.

 La gracia de estos reside, según algunos,

   justamente en la variedad de los mismos.

 "Dejarse llevar", por ejemplo.

 Ah, por fin dejarse llevar sin resistencia,

 ¿no es acaso una de las versiones más populares del Edén?


 Edenes e Infiernos


 Desde muy temprano convertimos nuestras sensaciones

  más comunes (la ausencia materna, su aparición,

  el amor de alguien, su extinción, la suerte, lo adverso,

  los ataques, los placeres, los dolores) en nuestros propios

  y apropiados Edenes e Infiernos.


 Somos, después de todo, seres anticipatorios.

 Semi-animales que no tienen al instinto por patria.

 Seres desatados del destino unívoco,

 que salen a recorrer los alrededores.

 Miradas, ilusiones, estragos.

 Abrazos, partidas, encuentros.



 ¿Cuál, somos?

 ¿Aquel que vimos una vez, en el tobogán de Kemalayon...

 con la más tierna, inasible, pálida, apretada, inocente

 sonrisa?




[Es posible, por momentos probable, casi siempre indecidi-

ble que Halái, Mirtis, Ölüm, Kijo, Lanmó y Kemalayon

sean, al fin, el mismo lugar. Habría que investigar un poco.]

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