miércoles, 15 de enero de 2020

ALGUNOS TEXTOS DE HENRI MICHAUX




 Sigo pensando que es el mayor poeta con el que me crucé.
Que sus escritos poéticos "sin poesía", como se dice de ellos,
son de una asombrosa creatividad. Una palabra que se ha ido
perdiendo. (No agrego el triste "lamentablemente".) El único
lugar en el que Michaux se ha permitido ser 'poético' en el
sentido tradicional de esta palabra, vinculada a la belleza, es
cuando se refiere a la muerte de su amada.
 Estos tres textos provienen de versiones bilingües, francés
e inglés. Como mi dominio del francés puede incluirse
dentro de la categoría de lo patético, sólo lo utilizo como un
valioso respaldo para mis versiones del inglés, ya que esta
lengua está mucho más distante de la nuestra que la gala.
 Como seguramente muchos otros, he soñado con la traduc-
ción de la Obras Completas de Michaux. En la edición fran-
cesa son tres tomos y varios miles de páginas. Tarea de las
improbables. Deberemos conformarnos con fragmentos. O
tal vez el fragmento sea mejor que la completud. Y nuestra
tarea se vea enriquecida de tanto en tanto incorporando otra
pequeña pieza el enorme animal-aparato de la obra-Michaux.





 LA DARLETTE

 La Darlette se encuentra en los terrenos secos y arenosos.
No es una planta, es una bestia ágil, corsetada y huesuda
como ningún insecto, gorda como una rata y larga como 
ella, si se incluye la cola.
 Su segmento posterior (hay 3), si un hombre salta sobre
ella, puede muy bien romperse, cuando el animal aun no 
ha arribado a la edad adulta.
 El interior, bajo paredes del grosor de un meñique, no con-
tienen órganos esenciales, la bestia herida continúa su mar-
cha con su abdomen de mermelada y sus paredes en brecha.
Es una bestia que no teme a nadie, come serpientes y va a
chupar las ubres de las vacas que no se atreven a moverse.
 La araña de los fosos le hace la guerra exitosamente: ella
la embobina, la colma de hilos; una vez paralizada, ella la
extrae toda entera por las orejas.
 Sus orejas rosáceas y sus ojos y sus órganos internos son
las únicas partes tiernas de su cuerpo. 
 Ella la aspira toda entera por las orejas.




 DE GENTE ARRUINADA

 Una criatura de una especie desconocida, muy, muy cer-
cana, con una enorme boquiabierta terrorífica abertura ade-
cuada para tragarse al observador, para hacerlo desaparecer,
pronto hipnotizado, perdido por encima de todo, perdida
cualquier idea de retorno. Caída en el corral de carne. Al-
guien tiene por cierto esta tentación.
 Arriba, dos oscuros ojos, globos de visión magnética, mi-
rando rectamente hacia adelante, mono-ideadas, dicen al
unísono: "¿Querrías decidirte? ¿O debo seguir esperando?"
Ya que una pizca de libre albedrío parece parte de las re-
glas de juego, del siniestro, fascinante juego.
 Dientes en una hilera vigilan -poco más o menos- la entra-
da. Casi traslúcidos, apenas podrían lastimar, excepto tal 
vez al retirarse, si retirarse fuese una posibilidad.
 En las profundidades del cavernoso paladar parece haber
flecos, pelos, una hilera de hojas de afeitar blandas, negras-
como oscuros huesos de ballena.
 Una extraña entrada. La boca -un rojo casi flamígero- re-
cuerda (por su circularidad y la perfección de su curva) del
admirable recorrido de un planeta alrededor de su querida,
la Estrella, la Estrella de la que uno no puede apartarse.



  DRAGÓN

 Un dragón surgió de mí. Arrancó cien colas de llamas y de
nervios.
 ¡Qué esfuerzo hice para obligarlo a elevarse, flagelándolo
encima mío!
 Su parte más baja era una prisión de acero: yo estaba ence-
rrado en su interior. Pero me sostuve frente a él y a su furia 
y las barras de la implacable cárcel finalmente se desarma-
ron poco a poco, forzadas por el impetuoso movimiento gi-
ratorio.
 Era porque todo iba tan mal, era en septiembre (1938), era
un martes, por eso tuve que investir esta forma peculiar pa-
ra poder vivir. Así que peleé por mí mismo solo cuando
Europa todavía estaba dudando, y puesto en marcha como
un dragón, contra las fuerzas del mal, contra la intermina-
ble parálisis que surgía de lo que estaba ocurriendo, sobre
la voz del océano de hombres mediocres cuya inmensa im-
portancia una vez más, repentina, vertiginosamente, se re-
velaba.




 LA PARPUA

 La Parpua es un animal corbatado con pesados banderines,
los ojos parecen blandos y del color del espárrago cocido, es-
triados de sangre, especialmente en los bordes.
 La pupila no está desnuda. Es un enrejado de canales negros
que están generalmente dispuestos en tres regiones, tres trián-
gulos.
 La pupila de este animal varía para cualquier persona que la
observa y ante cualquier nueva circunstancia. 
 Pero contrariamente a los felinos, la luz es lo que menos le
importa; son sus impresiones más bien lo que cambia sus
ojos y estos son anchos como una mano.
 Los hombres Banto son conocidos, de acuerdo a Astrocio,
contemporáneo de Euclides y el único hombre de su tiempo
que había viajado, por haber domado a la Parpua. Los Ban-
tos solían sostener que la e y la i que podía hallarse en las
lenguas de todos los pueblos que se conocían por entonces
eran una prueba de la debilidad de esos pueblos.
 Pero ellos mismos, habiendo desposado a las mujeres Iroi,
perdieron sus virtudes guerreras y su peculiar lenguaje.
 La Parpua es dulce. Ellos la han trabajado, ejercitado. Cier-
tas parpuas pueden modificar durante horas sus ojos. Uno
jamás se cansa de mirarlas, "estos estanques que vibran" di-
ce Astrocio. Son grandes actrices. Luego de una escena de
una hora comienzan a temblar, y se enrollan en lana, bajo
sus largos pelos la transpiración se hace pesada y esto entra-
ña un peligro para ellas.



 Hace unos cuantos años, la librería Fausto inició su propia
linea editorial. Publicó entonces varias antologías muy valio-
sas, de poesía italiana, alemana, inglesa, estadounidense, ar-
gentina y francesa. También publicó algunos libros de poetas
fundamentales, en excelentes versiones: Pavese, Pierre Jean
Jouve, Montale, Cendrars, Edgar Lee Masters, Césaire y o-
tros. Entre esos otros, editó "La vida en los pliegues", de Mi-
chaux, en la impecable versión de Víctor Goldstein. Pero a lo 
que quiero referirme en este caso es al hecho de que en la so-
lapa posterior de uno de esos libros, entre los títulos publi-
cados, aparece "La noche se agita", del mismo Michaux, "traducción y notas de Aquiles Ferrario". Pero ese libro nunca apareció. La editorial, aunque no la librería, dejó de existir y 
ese esperado libro del poeta nacido en Namur, nunca cobró existencia.
 Estos dos textos provienen de esa obra.


 EM Y EL VIEJO DOCTOR

 Volviendo de las Indias con una pierna hinchada rezumando
pus para todas partes, Em hizo lo imposible para consultar a
un viejo doctor que vivía en la Selva Negra, y le mostró su
pierna y el pus.
 "Oh," dijo en Doctor, "tal vez haya unos pocos viejos y des-
gastados microbios todavía allí... Unos pocos desgastados 
viejos microbios..."
 Como el hombre joven estaba preocupado porque los huesos
de su pierna podían ser destruidos por los microbios:
 "No, no creo", dijo el Doctor, "más bien pienso que están
al final de sus fuerzas. Sus mejores días han pasado, créame."
Y con una beatífica sonrisa, lo despidió.



 LA ALDEA DE LOS LOCOS

 En un tiempo tan vivaz, ahora una aldea desierta. Acurru-
cado bajo un cobertizo abierto, un hombre esperaba que pa-
rase la lluvia; ahora, hacía un frío tremendo, no habría opor-
tunidad de lluvia por un largo tiempo.
 Un granjero estaba buscando a su caballo entre los huevos.
Recién se lo habían robado. Era día de mercado. Incontables
eran los huevos en incontables canastos. Seguramente el la-
drón había pensado en esto para desalentar la búsqueda.
 En una habitación de la casa blanca, un hombre arrastraba
a su mujer hacia la cama.
 "¡Te importa", dijo ella. "¡Qué pasa si fuese tu padre!"
 "No puedes ser mi padre", dijo él, "dado que eres mujer, y
además, ningún hombre tiene dos padres."
 "Ves, vos también estás preocupado."
 Él se fue, desanimado, un Caballero en vestido de noche pa-
só junto a él y dijo:
 "Ya no quedan reinas hoy en día. No tiene sentido insistir en
ello, ya no hay más." Y siguió su camino, mascullando amena-
zas.


 FUENTES

 Henri MICHAUX. Selected Writings. New Directions, 1968.
(Versiones de Richard Ellmann, el importante crítico estado-
unidense, autor entre otros trabajos notables, de la biografía 
de James Joyce.)




 Henri MICHAUX. Darkness Moves. Anthology: 1927-
1984. Selected, translated, and presented by David Ball.
Univ. of California Press, 1994.

                           


Versiones del inglés, con ayuda del francés: Robert R. 
Rivas (c)

1 comentario:

A dijo...

excelente! Gracias.