La relación amorosa entre Vladimir Maiakovski y Lili
Brik no fue una relación convencional. Porque ella esta-
ba casada. Y si bien esos triángulos eran más aceptados
en la sociedad ruso-soviética (la relación comenzó en
1915 y duró hasta el día de la muerte del poeta, en 1930),
no por ello los tormentos de esas pasiones recibían algún
descuento. Maiakovski, como muchos otros escritores de
su tiempo abrazó la Revolución y dedicó todo su talento a
difundirla. Hasta que el régimen lo cruzó en su camino, co-
mo a tantos otros.
Agrego algunas valiosas notas de mi mentor en literatura
rusa, Víktor Borisovich Shklovski, a quien dedicaré una
nota muy pronto. Estas provienen de un valiosísimo tex-
to titulado "Witness to an Era" (Testigo de una época),
compuesto por varias entrevistas que sostuviera con la
filóloga y escritora Serena Vitale.
"Hay alguna gente en Rusia que habla mal de los Brik
[el matrimonio en cuestión], gente que no quiere a Maia-
kovski. Pero Volodya [así parece que lo conocían en ese
tiempo], antes de morir, escribió en su nota: "Lilichka,
ámame." Quiero decir, no tenemos el derecho de dispo-
ner de los corazones de nuestros grandes poetas. No tene-
mos el derecho de separar a Dante y Beatriz. Mayakov-
sky amó a Lili durante mucho tiempo, tiernamente, y co-
mo escribí en Zoo [Cartas de no amor], la poesía se es-
cribe siempre en el camino al amor, y no tenemos el dere-
cho de separar amor y poesía.
(...)
"En arte hay oro que no es reconocido como tal, pero que
sigue siendo oro. Mayakovsky, Khlebnikov -ellos eran
oro.
(...)
"Mayakovsky se permitió a sí mismo ser seducido por la
teoría, una teoría incorrecta, acerca del fin del arte. Sin em-
bargo él era un poeta, un gran poeta. Su tema era el amor.
Pero trataron de demostrarle que esto no era válido, cons-
tructivo. Y Mayakovsky vivió, en cierto modo, una doble
vida.
(...)
"Él siempre vivió en forma extremadamente modesta. Lle-
vaba una cuenta escrupulosa de sus gastos e ingresos, no
quería gastar más de lo que tenía, porque podía llegar el día
en el que necesitara dinero absolutamente, no importa cómo.
Las deudas son una carga, te restringen. Y él no quería es-
tar en deuda con nadie. El quería gustar, gustar enseguida.
Gustar, primero y principal, a la Revolución.
(...)
"Era alto, buen mozo, de hombros anchos, un torso delgado,
de buena construcción, y una voz extraordinaria...
"De chico, Volodya pasó hambre. Era todavía muy joven
cuando entró en el partido Comunista, y su madre estaba
en el partido Socialista Revolucionario. Una vez, su madre,
junto con algunos otros, organizaron una fuga de una cárcel
de mujeres. Ella cosió la ropa para las internas, para que pu-
dieran cambiarse en cuanto salieran. Su madre tenía sus pun-
tos de vista en política, él tenía los suyos. Así que Volodya
no podía ver a su madre. De lo contrario, les hubiese traído
problemas a ambos. Él no tenía una casa en la ciudad que
fuese su hogar. Su madre era una hermosa mujer, educada,
de la familia Danilevsky. El propio padre de Mayakovsky
provenía de una línea de cosacos. La madre de Volodya
era una mujer muy modesta; fui a visitarla unos años des-
pués de la muerte de Volodya. Sin pensar, le dije: "¿Están
bien las cosas?" Ella entendió lo que quería decir y respon-
dio: "No puedo poner nada aquí que Voldya no haya visto."
Acerca del suicidio de Mayakovski [en castellano se escribe
con i latina, y en inglés con y griega], dice lo siguiente:
"Me enrolé en el Departamento de Filología de la Univer-
sidad de Petersburgo. Entonces empecé a pasar cierto tiempo
con Osip Brik, que vivía en la calle Zhukovskaya. No sé có-
mo se llama a esa calle hoy, pero debiera llamársela calle
Mayakovsky, porque esa es la calle que aparece en sus poe-
mas... Mayakovsky volverá a la vida, irá a Petersburgo y
preguntará: ¿Dónde queda la calle Zhukovskaya? Y le dirán:
Pero esa es la calle Mayakovsky desde hace un millón de
años, porque ahí es donde se suicidó el poeta, a la puerta de
su amada. Recuerdo esa casa, era un departamento pequeño.
Y Lili Brik estaba allí."
ESTE ES EL POEMA DE MAIACOVSKI
1
Me ama, no me ama,
me arranco los dedos
y los disperso,
rotos,
así como uno arranca,
supersticiosamente,
y desparrama por todas partes
Mayo
la pequeña corona de margaritas.
Deja que el corte de pelo y la buena afeitada
revelen
la grisura,
y la plata de los años
aporree.
Espero,
yo creo:
nunca seré
uno
de vergonzosa prudencia.
2
Ya son las dos.
Supongo que estarás en la cama.
La Vía Láctea
un río de plata
en la noche.
No tengo apuro,
no tiene caso
despertarte
preocupándote
con telegramas.
Como dicen,
el incidente está cerrado.
La barca del amor simplemente
se estrelló contra la circunstancia.
Tú y yo:
a mano,
no tiene sentido hacer listas
de penas mutuas,
miserias,
heridas.
Mira lo callado que está el mundo.
La noche
ha reclutado un gran número
de estrellas en el cielo.
En tales momentos
uno se levanta y habla a
las épocas,
la historia,
el cosmos entero.
3
Son las dos....
Supongo que estarás en la cama.
O tal vez también
estés levantada con este asunto.
No tengo apuro.
No tiene caso
despertarte
preocupándote
con telegramas.
FUENTE
Jerome Rothenberg and Pierre Joris. Poems for the Mille-
nnium. Vol. I. Univ. of California Press, 1995.
Serena Vitale. Shklovsky, Witness to an Era. Dalkey Ar-
chive Press, 2012.
Añado acá un poema de Artur Lundkvist, el hombre que
volvió de la muerte para contarlo.
MAIACOVSKI
se iba a sentar a menudo al banco del serbal
cuando el día de verano iba refrescando sobre Moscú.
Ponía racimos de serbas en vasos de agua
antes de que el viento trajese la nieve siberiana.
Él, ¿poeta?
No, jinete que acaba de echar pie a tierra
y anda a grandes zancadas.
Leñador entre pinos que caen como hermanos.
Herrero entre chispas que iluminan la noche.
Labrador descalzo en un rastrojo de hierro.
Voz que tronaba sobre las cabezas de la multitud
en estaciones donde la lluvia lloraba por los techos rotos.
Cabeza de acero y cáscara de huevo
en el atronador retumbar de martillos y yunques.
Él: la poesía con botas
en marcha
por el barro, por la nieve,
por los montones de chatarra, por palacios abandonados:
la poesía con un gatito en el bolsillo del pañuelo, un gatito
que enseñaba una lengua como un pétalo de rosa silvestre.
Y las chica de las trenzas sobre el pecho
trajo las manzanas húmedas del árbol de octubre,
las mujeres de la botas de fieltro,
con sus abrigos completamente empapados,
echaban vapor de su pecho cuando entraban en las casas.
El acordeonista iba sentado en la balsa de troncos
por el río brillante como un pez, entre riberas enhollinadas.
Multitudes en marcha, cantando,
harina derramada por el suelo,
cortezas de tocino frío en la mano.
Una capa de nieve en una rebanada de pan negro,
un poema con manchas de lápiz de tinta.
Y de repente el cansancio
abrió la puerta
a la otra pasión, a la que irrumpe salvaje.
Un pie en la boca de piedra abierta entre dos rocas.
Un racimo de serbas en la nieve.
[El serbal es un árbol no muy grande, de cuyos frutos se
extrae el vodka ruso]
La versión del poema es de Francisco J. Uriz. El libro se
llama Huellas en la tierra y es una de las más importantes
antologías de poemas del gran escritor sueco. Lo publicó
Plaza y Janés, en 1974.
mo a tantos otros.
Agrego algunas valiosas notas de mi mentor en literatura
rusa, Víktor Borisovich Shklovski, a quien dedicaré una
nota muy pronto. Estas provienen de un valiosísimo tex-
to titulado "Witness to an Era" (Testigo de una época),
compuesto por varias entrevistas que sostuviera con la
filóloga y escritora Serena Vitale.
"Hay alguna gente en Rusia que habla mal de los Brik
[el matrimonio en cuestión], gente que no quiere a Maia-
kovski. Pero Volodya [así parece que lo conocían en ese
tiempo], antes de morir, escribió en su nota: "Lilichka,
ámame." Quiero decir, no tenemos el derecho de dispo-
ner de los corazones de nuestros grandes poetas. No tene-
mos el derecho de separar a Dante y Beatriz. Mayakov-
sky amó a Lili durante mucho tiempo, tiernamente, y co-
mo escribí en Zoo [Cartas de no amor], la poesía se es-
cribe siempre en el camino al amor, y no tenemos el dere-
cho de separar amor y poesía.
(...)
"En arte hay oro que no es reconocido como tal, pero que
sigue siendo oro. Mayakovsky, Khlebnikov -ellos eran
oro.
(...)
"Mayakovsky se permitió a sí mismo ser seducido por la
teoría, una teoría incorrecta, acerca del fin del arte. Sin em-
bargo él era un poeta, un gran poeta. Su tema era el amor.
Pero trataron de demostrarle que esto no era válido, cons-
tructivo. Y Mayakovsky vivió, en cierto modo, una doble
vida.
(...)
"Él siempre vivió en forma extremadamente modesta. Lle-
vaba una cuenta escrupulosa de sus gastos e ingresos, no
quería gastar más de lo que tenía, porque podía llegar el día
en el que necesitara dinero absolutamente, no importa cómo.
Las deudas son una carga, te restringen. Y él no quería es-
tar en deuda con nadie. El quería gustar, gustar enseguida.
Gustar, primero y principal, a la Revolución.
(...)
"Era alto, buen mozo, de hombros anchos, un torso delgado,
de buena construcción, y una voz extraordinaria...
"De chico, Volodya pasó hambre. Era todavía muy joven
cuando entró en el partido Comunista, y su madre estaba
en el partido Socialista Revolucionario. Una vez, su madre,
junto con algunos otros, organizaron una fuga de una cárcel
de mujeres. Ella cosió la ropa para las internas, para que pu-
dieran cambiarse en cuanto salieran. Su madre tenía sus pun-
tos de vista en política, él tenía los suyos. Así que Volodya
no podía ver a su madre. De lo contrario, les hubiese traído
problemas a ambos. Él no tenía una casa en la ciudad que
fuese su hogar. Su madre era una hermosa mujer, educada,
de la familia Danilevsky. El propio padre de Mayakovsky
provenía de una línea de cosacos. La madre de Volodya
era una mujer muy modesta; fui a visitarla unos años des-
pués de la muerte de Volodya. Sin pensar, le dije: "¿Están
bien las cosas?" Ella entendió lo que quería decir y respon-
dio: "No puedo poner nada aquí que Voldya no haya visto."
Acerca del suicidio de Mayakovski [en castellano se escribe
con i latina, y en inglés con y griega], dice lo siguiente:
"Me enrolé en el Departamento de Filología de la Univer-
sidad de Petersburgo. Entonces empecé a pasar cierto tiempo
con Osip Brik, que vivía en la calle Zhukovskaya. No sé có-
mo se llama a esa calle hoy, pero debiera llamársela calle
Mayakovsky, porque esa es la calle que aparece en sus poe-
mas... Mayakovsky volverá a la vida, irá a Petersburgo y
preguntará: ¿Dónde queda la calle Zhukovskaya? Y le dirán:
Pero esa es la calle Mayakovsky desde hace un millón de
años, porque ahí es donde se suicidó el poeta, a la puerta de
su amada. Recuerdo esa casa, era un departamento pequeño.
Y Lili Brik estaba allí."
ESTE ES EL POEMA DE MAIACOVSKI
1
Me ama, no me ama,
me arranco los dedos
y los disperso,
rotos,
así como uno arranca,
supersticiosamente,
y desparrama por todas partes
Mayo
la pequeña corona de margaritas.
Deja que el corte de pelo y la buena afeitada
revelen
la grisura,
y la plata de los años
aporree.
Espero,
yo creo:
nunca seré
uno
de vergonzosa prudencia.
2
Ya son las dos.
Supongo que estarás en la cama.
La Vía Láctea
un río de plata
en la noche.
No tengo apuro,
no tiene caso
despertarte
preocupándote
con telegramas.
Como dicen,
el incidente está cerrado.
La barca del amor simplemente
se estrelló contra la circunstancia.
Tú y yo:
a mano,
no tiene sentido hacer listas
de penas mutuas,
miserias,
heridas.
Mira lo callado que está el mundo.
La noche
ha reclutado un gran número
de estrellas en el cielo.
En tales momentos
uno se levanta y habla a
las épocas,
la historia,
el cosmos entero.
3
Son las dos....
Supongo que estarás en la cama.
O tal vez también
estés levantada con este asunto.
No tengo apuro.
No tiene caso
despertarte
preocupándote
con telegramas.
FUENTE
Jerome Rothenberg and Pierre Joris. Poems for the Mille-
nnium. Vol. I. Univ. of California Press, 1995.
Serena Vitale. Shklovsky, Witness to an Era. Dalkey Ar-
chive Press, 2012.
Añado acá un poema de Artur Lundkvist, el hombre que
volvió de la muerte para contarlo.
MAIACOVSKI
se iba a sentar a menudo al banco del serbal
cuando el día de verano iba refrescando sobre Moscú.
Ponía racimos de serbas en vasos de agua
antes de que el viento trajese la nieve siberiana.
Él, ¿poeta?
No, jinete que acaba de echar pie a tierra
y anda a grandes zancadas.
Leñador entre pinos que caen como hermanos.
Herrero entre chispas que iluminan la noche.
Labrador descalzo en un rastrojo de hierro.
Voz que tronaba sobre las cabezas de la multitud
en estaciones donde la lluvia lloraba por los techos rotos.
Cabeza de acero y cáscara de huevo
en el atronador retumbar de martillos y yunques.
Él: la poesía con botas
en marcha
por el barro, por la nieve,
por los montones de chatarra, por palacios abandonados:
la poesía con un gatito en el bolsillo del pañuelo, un gatito
que enseñaba una lengua como un pétalo de rosa silvestre.
Y las chica de las trenzas sobre el pecho
trajo las manzanas húmedas del árbol de octubre,
las mujeres de la botas de fieltro,
con sus abrigos completamente empapados,
echaban vapor de su pecho cuando entraban en las casas.
El acordeonista iba sentado en la balsa de troncos
por el río brillante como un pez, entre riberas enhollinadas.
Multitudes en marcha, cantando,
harina derramada por el suelo,
cortezas de tocino frío en la mano.
Una capa de nieve en una rebanada de pan negro,
un poema con manchas de lápiz de tinta.
Y de repente el cansancio
abrió la puerta
a la otra pasión, a la que irrumpe salvaje.
Un pie en la boca de piedra abierta entre dos rocas.
Un racimo de serbas en la nieve.
[El serbal es un árbol no muy grande, de cuyos frutos se
extrae el vodka ruso]
La versión del poema es de Francisco J. Uriz. El libro se
llama Huellas en la tierra y es una de las más importantes
antologías de poemas del gran escritor sueco. Lo publicó
Plaza y Janés, en 1974.
Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c)
3 comentarios:
Me parece impresionante esta historia, al igual que Virginia Woolf y Van Gogh, su tristeza-a mk parecer- tan pasiva y tan hermosa, que no puede ser olvidada y aunque no lo vivimos, siempre han vivido en nuestro corazón. Y también tu redacción me ha intrigado mucho, muy buen artículo, espero algún día poder escribir así.
Un hermoso artículo
Gracias.
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