Tarde en el Kapali Carfli
Tiempo perdido tiempo reunido tiempo perdido
gastado el ánimo
derrochado malgastado
También hubo tiempo agotado
en las aduanas de Alepo
(los bancos lisos como jabón)
cambiando dinero por dinero
especies por especies
en Jau al Jumruk
billetes enormes de flores de violeta
de telas de algodón desfoliado
que se amontonan en bolsos y bolsillos
y los crazards, billetes de lona
verdes y negros y espesos
muchos con la efigie de Vincenzo Bellini
que alguien se encargó de imprimir
en Djema el Fna
Noches enquistadas
en habitaciones de pisos de bleque
y el olor del alcohol de enebro
único deslizamiento del continente Norte
y el tiempo atascado
que no entra ni sale
que ni se va ni vuelve
el tiempo transmutado en una mezcla
fuerte
de insomnio y pesadilla
También perdida una tarde entera
en el patio exterior del Santa Chiara
mientras las mayólicas reemplazaban
-con el movimiento típico del teclado
de un instrumento que hace música
con el espacio-
a los bastones en mis retinas
y me enlozaban por dentro la cabeza
algo de lo que me costó desprenderme
ya que
con pequeños picos hubo que despegar
con herramientas antiguas de interior
con las mismas espátulas
con las que untaban la masilla
todavía caliente
en los bordes acanalados que las piedras
dejaban en manos de la intemperie
como sellando tiempos abiertos
mientras hacían su ronda
los tiempos de la atmósfera
de la gravedad
de la lluvia
de la conciencia de las cosas
del carreteo de los vehículos
en las angostas correderas de piedra irregular
y con pendiente
en Tesalónica y en Herculano
O esas tardes
o esas mañanas
en que entre los cuerpos desnudos
se generaba un tiempo
vivo y nuevo
que duraría -lo sabíamos/ no lo sabíamos-
un solo momento-para-siempre
Ebriedad de los tiempos
reunidos
que se consumen consumiéndonos
hora a hora
página a página
Conserva de partes de cuerpos
miradas
sabores
palabras
y gestos
en hojas transparentes de film
A veces velados
a veces aún sin revelar
Distracciones
caminando por ciudades
cuyo tiempo pasa en la dirección contraria
viendo a la gente sentada en sus conversaciones
gesticulando en sus discusiones
retando a los chicos
esperando el colectivo
tomando café en bares y plazas
mientras transcurren las tardes
en Harir, en Bazuriye,
y en Hamir y en Attarin,
olores de vinagres
y de establos
de los artesanos de la laca
y de los hammam
por todas partes
gritos y risas
murmullos y llantos
mientras caen las sombras
de la ausencia del tiempo
para el que está perdido
perdido y sin búsqueda
como si la droga del olvido
consumiese sus llamas
en el fondo de piedra helada
de su memoria
Las dos imágenes que ilustran este texto provienen de un libro de Bárbara Hodgson
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