De los llamados "tres mosqueteros" polacos, Bruno Schulz,
Stanislaw Witkiewicz y Witold Gombrowicz, éste es el que
me resultaba menos 'simpático'. Y es que Gombro ha hecho
mucho para resultar, cuando menos, algo fastidioso. Margi-
nal, proveniente de la aristocracia de un país al que él (y mu-
chos muchos otros, por cierto) consideraban menor en el pla-
no cultural a los grandes de Europa, exiliado en la Argentina
durante muchos años, por fuera de los círculos literarios 'ofi-
ciales', Gombrowicz ha desarrollado la fuerza de su obra en
oposición a ciertos mundos habituales.
Pero la falta de simpatía no me ha impedido valorarlo. No
tanto en su obra de ficción, que sigo sin poder apreciar del to-
do, sino en sus múltiples entrevistas, sus Diarios, su "Testa-
mento", y los ensayos que ha generado alrededor del conjunto
obra/autor en diversos ámbitos.
Hay algo desagradable en Witold, eso que él no se cansa
de llamar lo abyecto, aquello que ha gobernado su existen-
cia hasta encontrar, en la literatura, una manera de hacer al-
go con eso, que no fuera la simple autodestrucción. Todo a-
quello que lo había hecho sentir marginado, oculto, viviendo
sus secretos a escondidas, funcionó como material de su es-
critura. "En cuanto ser anormal, retorcido, degenerado, abo-
minable y solitario, que camina pegado a las paredes. ¿Dón-
de buscar ese fallo secreto que me arrojaba lejos del rebaño
humano?" Es extraordinaria la cantidad de veces que aparece
la palabra, el concepto, "vergüenza" tanto en sus obras de
ficción como en sus recuerdos, diarios y entrevistas. Decenas
de veces. "Dicho de otro modo, puedo llevar en mí todas las
abominaciones del mundo, pero si sé valerme de ellas, ¡me
convierto en dueño y señor!" Esa es la parte que rechazo -no
sin conciencia de los entretelones posibles de ese rechazo,
esta vez el mío- de Gombrowicz. El permanente asedio de
lo que humilla y avergüenza. Es verdad: con eso precisamen-
te construyó su obra. ¿Lograda? ¿Logrado el desagrado, así
como cierta simpatía extraña, del lector? Cada uno responde-
rá a su manera a este interrogante.
En un texto que ha tenido mucha relevancia, al menos en
otros tiempos, Michel Leiris, hablando de L'Age d'homme,
dice: "Un problema le atormentaba, le causaba mala concien-
cia y le impedía escribir: lo que sucede en el terreno de la es-
critura, ¿no carece de valor si queda >estético<, anodino, des-
provisto de sanción, si no hay nada, en el hecho de escribir
una obra, equivalente (y aquí interviene una de las imágenes
más queridas del autor) a lo que para el torero es el cuerno
acerado del toro que -en razón de la amenaza material que
encierra- confiere una realidad humana a su arte, le impide
ser otra cosa que vanos encantos de bailarina?
"Poner al desnudo ciertas obsesiones de orden sentimental
o sexual, confesar públicamente algunas de las deficiencias
o de las bajezas que más le avergüenzan: tal fue para el au-
tor el medio -grosero, sin duda, pero que ofrece a otros en
espera de verlo enmendado- de introducir aunque sólo fuese
la sombra de un cuerno de toro en una obra literaria."*
Gombrowicz logró reconocimiento pleno a su regreso a
Europa, instalado en París. Pero aún así, no perdió la con-
dición de rebelde, contestatario, de verdadero escritor margi-
nal, con una obra llena de originalidad.
No cuesta ningún trabajo encontrar "20 entradas" a Gom-
browicz. Las entrevistas son tan ricas en ideas, en reflejos
de su intenso trabajo interior, que se podría multiplicar esa
cifra varias veces.
Así, elegir sólo 20 es un esfuerzo paradojal: hay que dejar
afuera una gran cantidad de apreciaciones, conceptos desa-
fiantes, intensidades.
La pasión literaria de este escritor nacido el 4 de agosto de
1904 en Maloszyce, a 200 Km al sur de Varsovia y muerto
el 24 de julio de 1969 en Vence, Francia, es realmente ex-
traordinaria. Su valoración de la inmadurez -un concepto,
al igual que el de la Forma, central en su obra- remueven
a los lectores tanto en el sentido del hábito, como en el de
lo establecido y cerrado.
1.
(Acerca de estar en Argentina)
Habiendo perdido mi rango social, mi familia, mis costum-
bres, habiendo encontrado el anonimato, me sentía diez ve-
ces mejor, me sentía liberado. En Polonia pertenecía a la
clase superior, y en Polonia, país anacrónico y pobre, todas
esas cosas tenían un aspecto algo grotesco. Y eso me cansa-
ba. Por ejemplo, había una diferencia muy grande entre el
pueblo, que era analfabeto, y los señores, con sus lujos y co-
modidades, que era mucho más chocante que en Francia, por
ejemplo. De manera que en Polonia me sentía mal en la for-
ma. Y sentía también que esa forma nuestra es ridícula, ma-
la, sospechosa. [A]
2.
Y cuando hace poco leí (Pingaud) que en el estructuralismo
"ya no se actúa, uno es actuado, ya no se habla, uno es habla-
do", era como si estuviese oyendo a mi protagonista de La
boda (año 1947): "No somos nosotros quienes decimos las
palabras, son las palabras las que nos dicen a nosotros".
No, no es una pequeña coincidencia incidental; toda mi
obra tiene sus raíces, desde su origen, en este drama de la
forma. El conflicto del hombre con la forma, he aquí mi te-
ma fundamental. [A]
3.
Vinculé mi experiencia privada a ese panorama general de
la humanidad, y gané con ello una tranquilidad relativa. No
era el único en ser camaleón, todo el mundo lo era. Se trata-
ba de la nueva condición humana, y había que tomar concien-
cia de ella rápidamente.
Me convertí en "el poeta de la forma".
Me apunté a mí mismo.
Descubrí la realidad del hombre en esa irrealidad a que está
condenado. [B]
4.
Ninguna obra de arte deja de poseer dos caras. Es desintere-
sada, está constituida por la pura contemplación; pero también
es el resultado de una ambición, de un deseo de ser superior a
los demás. El artista aspira a la aprobación, ¡y aún si es tan
desinteresado y puro como una lágrima, esta pureza no deja
de favorecer el éxito de la obra, y resulta ser la vía de la ex-
pansión personal! Pasar por alto y en silencio este segundo
aspecto del arte es tanto como empobrecerlo, falsificarlo,
y... y... ¡Ah! ¡Al demonio!... Acaso yo, el autor, debo permi-
tir a quienquiera que me desfigure como se le antoje? [B]
5.
¿Mi padre? Un hombre guapo, alto, distinguido, muy co-
rrecto y puntual, metódico, con horizontes no demasiado
amplios, poco sensible a las cosas del arte, católico prac-
ticante, pero sin exageración. Y mi madre era toda vivaci-
dad, sensible, dotada de una excesiva imaginación, perezo-
sa, indolente, demasiado nerviosa, llena de complejos, de
fobias, de ilusiones. (En la familia de los Kotkowski había
muchos casos de enfermedades mentales; cuando iba a casa
de mi abuelo, en el campo, me moría de miedo: la casa,
grande y de una sola planta, estaba dividida en dos partes;
en una vivía mi abuela, y en la otra su hijo, el hermano de
mi madre, un loco incurable que de noche deambulaba por
las habitaciones vacías intentando ahogar su miedo con ex-
traños discursos, que se transformaban poco a poco en ra-
ros cánticos para acabar en aullidos inhumanos. La cosa du-
raba toda la noche; yo respiraba una atmósfera de locura.)
[C]
6.
Qué monstruosa es la virilidad, que no tiene en cuenta su
propia fealdad, que no se preocupa de si gusta o no, que es
un acto de expansión y violencia y, sobre todo, de domina-
ción, un señorío que busca sólo su satisfacción propia...[D]
7.
El veintiuno de agosto del año de gracia de 1939, llegué a
bordo del Chobry a Buenos Aires [...] Mi compañero, Czes-
law Strasewicz, compartía conmigo el camarote [...] De
pronto, Czeslaw irrumpió con un periódico en nuestro ca-
marote (porque seguíamos viviendo en el barco): '¡No tiene
remedio, la guerra estallará de hoy a mañana! El capitán ha
dado la orden de zarpar mañana porque, aún en el caso de
que no podamos llegar a Polonia, tal vez logremos atracar
en las costas de Inglaterra o Escocia'.[...] yo, con un hom-
bre que cargaba mis dos maletas, bajé por la pasarela a tie-
rra y empecé a alejarme. [E]
Si en Transatlántico me pinté como un desertor es porque
moralmente era un desertor. No hay nada que decir, me ha-
llaba trastornado, anonadado, pero me sentía asimismo fe-
liz de encontrarme milagrosamente al abrigo allende el o-
ceáno. [C]
8.
"Todas esas bromas, lanzadas con la desenvoltura de la que
sólo es capaz la verdadera aristocracia fueron seguidas por
movimientos y gestos cuyo significado... ¡ay!, hubiese pre-
ferido no comprender, hundirme en mi sillón inmóvil y no
comprender. Y no hablo del hecho de que la oreja, la nariz,
el cuello, el piececito enloquecían, se volvían frenéticos...
El banquero, al inhalar el humo de su cigarrillo, hacía apa-
recer pequeños aros azules. ¡Si sólo fueran uno o dos! Pero
los hacía uno tras otro con aquella bocaza de embudo. La
condesa y la marquesa le aplaudían. Cada aro subía, se ele-
vaba, y luego se disolvía en melodiosas espirales. La mano
de la condesa, larga, blanca, serpentina, se había posado en
el terciopelo de su sillón, mientras la nerviosa pantorrilla se
contorsionaba bajo la mesa, insidiosa como una víbora, ne-
gra y punzante. Comencé a sentirme a disgusto. Pero no
bastaba,,, Juro que no exagero... el barón había llevado la
desvergüenza al grado de levantar el labio superior, sacar
del bolsillo un mondadientes y comenzar a hurgarse los
dientes, sus ricos dientes putrefactos recamados con placas
de oro." [G]
9.
1963- ¡Qué de aventuras, qué de incidentes con lo real du-
rante esta inmersión en el fondo de las tinieblas!
Lógica interior y lógica exterior.
Astucias de la lógica.
Riesgos intelectuales: las analogías, las oposiciones, las si-
metrías...
Ritmos furiosos, acelerados brúscamente, de una Realidad
que se desencadena. Y que estalla. Catástrofe. Vergüenza.
La realidad que de pronto se desborda debido a un hecho
excesivo.
Creación de tentáculos laterales... de cavidades oscuras...
de fracturas cada vez más dolorosas... Frenos... curvas...
La idea gira en torno a mí como un animal salvaje...
Etc., etc.
[...]
Hay algo en la conciencia que se convierte en trampa de
ella misma. [H]
10.
"¿Por qué se dirigía a Karol? Si estaba asustado, era el úl-
timo a quien debía elegir. Pero Fryderk era de los que llaman
al lobo del bosque, precisamente porque no quieren llamarle-
mediante su propio imantado terror, el terror que magnifica,
que crea. Y una vez que lo había llamado, no sabía hacer más
que excitarlo, que ponerlo fiero. Su conciencia era tan tortu-
rante, tan imprevisible, precisamente porque él no la experi-
mentaba como una luz, sino tan sólo como oscuridad- era pa-
ra él un elemento tan ciego como el instinto, no confiaba en
ella, se sentía sometido a su poder, pero no sabía adónde le
guiaba." [I]
11.
Uno termina siendo esclavo de sí mismo. Yo me siento es-
clavo de un tal Gombrowicz a quien yo mismo he formado.
Ahora sería cuestión incluso de rebelarse contra él... pero es
muy difícil, es demasiado tarde. [A]
12.
Deseo aclarar a quienes pudieran estar interesados en ello,
que nunca, a excepción de unas aventuras esporádicas a muy
temprana edad, he sido homosexual. Tal vez no sepa hacer
frente a la mujer, no sé hacerle frente en el terreno afectivo,
ya que existe en mí una especie de bloqueo sentimental, co-
mo si temiera el afecto..., y, sin embargo, la mujer, sobre to-
do un determinado tipo de mujer, me atrae y me cautiva. [J]
13.
Mi madre supuso para mí una escuela de los valores. Exas-
perado hasta lo indecible por su autoengaño, agudicé en mí
el sentimiento de la qualitas, del valor... lo que constituye
la base de todo trabajo artístico. El arte es precisamente eso:
la elección de lo mejor, el rechazo de lo no tan bueno; se ba-
sa en la más rigurosa jerarquía de los valores, en una valora-
ción continua. [...] De mi madre proviene mi culto a la reali-
dad. Me considero un realista acérrimo. Uno de los objetivos
principales de mi escritura consiste en abrir un camino a tra-
vés de lo Irreal hasta la Realidad. Creo que ella fue la prime-
ra quimera que combatí. [C]
14.
¡Maldita degradación de la Humanidad! ¡Maldita esta con-
dición nuestra de cerdos embadurnados de barro! ¡Maldita
nuestra Charca! Aquel que a mi lado Caminaba y a cuyo la-
do yo Caminaba no era Toro, sino Vaca.
El Hombre que siendo Hombre no quiere ser Hombre y co-
rre detrás de los Hombres y los Persigue como un obseso y
a los Hombres adora, ay, y con los Hombres se excita, a los
Hombres desea, a los Hombres mira goloso, les coquetea,
los galantea, los adula, es llamado desdeñosamente por el
pueblo de este país un "puto". [K]
15.
Lo que yo me propongo en mis obras es quizá sencillamen-
te debilitar todas las construcciones de la moral premedita-
da, a fin de que nuestro reflejo moral inmediato, el más es-
pontáneo, pueda manifestarse. [...]
Un Arte explícitamente moralizador, o realmente demasia-
do "noble", es para mí un fenómeno irritante en extremo.
Que el escritor sea moral, de acuerdo; pero que hable de otra
cosa. Que la moral nazca de sí misma, al margen de la obra.
Como escritor (la sinceridad) es lo que más temo. En litera-
tura, la sinceridad no conduce a nada.. He aquí otra de las an-
tinomias dinámicas del arte: cuanto más artificiales somos,
más probabilidades tenemos de llegar a la franqueza; el arti-
ficio permite al artista el acercamiento a las verdades vergon-
zosas. [B]
16.
¡Romper! ¡Huir! El escritor, el artista, o cualquiera que as-
pire a su desarrollo espiritual, en Polonia o en Argentina no
debe sentirse sino un residente, y ha de considerar a Polonia
o a Argentina como un obstáculo, casi como un enemigo. Es
el único modo de encontrarse realmente a gusto en la cultura.
[C]
Todo se me presentaba como una maliciosa caricatura. Mi
familia, mi esfera social: ampulosas, mimadas y blanden-
gues. La sociedad, la nación, el Estado: enemigos. El ejér-
cito: un mal sueño. Los ideales, ideologías: lugares comu-
nes. Pero el peor, el más artificial, el más pretencioso, era
yo mismo: cada palabra me salía diferente a como yo de-
seaba, cada gesto estaba contaminado. [F]
Desmentir, aunque sea un poquito, he ahí la suprema nece-
sidad del arte actual. [C]
17.
"Llegad y acercáos a mí, comenzad vuestro estrujamiento,
hacedme una nueva facha para que de nuevo tenga que huir
de vosotros en otros hombres, y correr, correr, correr a tra-
vés de toda la humanidad. Pues no hay huida ante la facha
sino en otra facha y ante el hombre podemos refugiarnos
sólo en otro hombre. Y ante el culeíto ya no hay ninguna
huida. ¡Perseguidme si queréis! Huyo con mi facha en las
manos." [L: es el párrafo final]
18.
Mi padre murió. Al escribir a alguien agradeciéndole sus
condolencias, hice un borrón en la carta. La eché al correo
con la mancha..., adrede, como queriendo decir que, en un
momento tan trágico, tales manchas carecen de importan-
cia. Todavía me ruborizo al recordarlo. Me limito expresa-
mente a semejantes fruslerías. Pero ¡cuál no será su poder
cuando treinta años después aún me ruborizo! [C]
19.
Una vez expresada, la idea más salvaje se civiliza cien ve-
ces más deprisa de lo que cabría imaginar. [C]
[¿Cómo no recordar las palabras de Michaux: "Todo lo ra-
ro pierde un 90% en el habla."]
20.
Borges y yo somos polos opuestos. El se halla enraizado
en la literatura, yo en la vida. A decir verdad, yo soy anti-
literario. Precisamente por ese motivo un acercamiento en-
tre Borges y yo hubiera podido resultar fructífero, pero se
interpusieron algunas diferencias técnicas. Nos encontra-
mos una o dos veces, y eso fue todo.
[...]
Su inteligencia no me deslumbró; sólo más tarde, cuando
leí sus obras propiamente artísticas (sus cuentos), no pude
por menos de reconocer que poseía una rara perspicacia de
alma y de espíritu.
[..]
Por consiguiente, en su ceguera, Borges se ha vuelto cada
vez más profundo, y en su trato con el mundo exterior, ca-
da vez más superficial. [C]
Fuentes.
[A] Witold Gombrowicz. Autobiografía sucinta, textos y
entrevistas. Cuadernos Anagrama, 1972.
[B] Witold Gombrowicz conversa con Dominique de
Roux. Lo humano en busca de lo humano. Siglo XXI, 1970.
[C]Witold Gombrowicz. Testamento. Anagrama. Bibliote-
ca de la memoria. 1991.
[D] Witold Gombrowicz. Diario (1953-1969). Seix Barral,
2005.
[E] Arthur Sandauer/ Ricardo Cano Gaviria. Sobre Gom-
browicz. Cuadernos Anagrama, 1972.
[F] Germán Leopoldo García. Gombrowicz. El estilo y la
heráldica. Atuel, 1992.
[G] Witold Gombrowicz. La virginidad. Tusquets, 1970.
Witold Gombriwicz. Bakakaï. Tusquets, 1986.
Este cuento, llamado "El festín de la condesa Kotlubaj",
se encuentra en ambas ediciones.
[H] Witold Gombrowicz. Cosmos. Seix Barral, 1969.
[I] Witold Gombrowicz. La seducción. Seix Barral, 1982.
[J] Witold Gombrowicz. Diario (1953-1969).
[K] Witold Gombrowicz.Transatlántico. Anagrama, 1986.
[L] Witold Gombrowicz. Ferdydurke. Sudamericana, 1983.
* Michel Leiris. La literatura considerada como una tauro-
maquia. Tusquets, 1975.
ACERCA DEL CONCEPTO DE LA FORMA, central en
la obra de Gombrowicz. Según Arthur Sandauer.
¿Qué es pues la Forma? ¿No será más que una especie de
conveniencia social? Pero si los antiburgueses no hace mu-
cho creían que, una vez arrancada su máscara, podrían en-
contrar el verdadero rostro del hombre, la posición de Gom-
browicz es mucho más compleja. (...)
No existe para él un "yo" extrasocial, el hombre se halla
totalmente empapado por la Forma, cualquier cosa que haga
la hace "para los otros", su lucha por la autenticidad es una
lucha sin esperanzas...
La Forma es un concepto infinitamente más amplio que
la simple conveniencia: los hombres "se ponen de acuerdo"
los unos con los otros en combinaciones que se renuevan
sin cesar y el sentido que ellos adquieren -como un tono en
el interior de una melodía- depende de la situación. (...)
Ser adulto es poseer la Forma, encerrarse y fijarse en ella,
"ser" simplemente; no ser adulto, es ser únicamente en el
devenir. En realidad, sólo se puede "ser" en la muerte;
mientras vivimos cambiamos. Por una parte, pues, tende-
mos a la madurez, queremos "ser", pero por la otra, puesto
que "ser" es detenerse y en consecuencia morir, deseamos
permanecer en la inmadurez. De donde se deduce que toda
madurez lleva en ella un germen de inautenticidad.
Este comentario es mío: ¿cómo podría constituir una teo-
rización fuerte la idea de Gombro acerca de la 'Forma"?
Si fuese fuerte, sería una idea 'adulta', una afirmación
excesiva. Afirma/ A-Forma. El drama de este escritor po-
laco es su intento de no quedar preso de las contradiccio-
nes. ¿Cómo llevó su período de fama literaria y aceptación
por los círculos intelectuales de París? Él, que debía ser un
marginado, un frustrado, un negado y rechazado por la so-
ciedad. ¡Cuánta lucha! Estos tipos no la tuvieron nada fácil:
guerras, exilios, matanzas... Ser polaco, ser un intelectual
polaco en el siglo XX, creo yo, es una tarea tremenda.
Ya hablaremos de los otros dos "mosqueteros". Bruno
Schulz, muy amigo de Gombrowicz, y el otro 'loco', el
autor de "Adiós al otoño" y de "Insaciabilidad", Stanislaw
Witkiewicz. Otro día.
Minucia. He perdido, entre tantos otros, dos de los libros
que mas he apreciado de W.G.: Sus "Curso de filosofía en
seis horas y cuarto" (Tusquets, 1997) y su "Diario Argenti-
no", en la edición de Sudamericana, 1968. Perdidos=Desea-
dos, vieja ley que no hemos logrado, afortunadamente, abo-
lir o trastocar.
2 comentarios:
Amigo, podré colgar este artículo en mi blog, con tu permiso. Gracias. Saludos
No sé si es una pregunta, si eres hombre o mujer, si mi permiso viene antes o después de la publicación en tu blog. De nada. Saludos.
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