Con cierta frecuencia encontramos, en los interminables
páramos de NULDA: bárbaros rezagados, en sus preca-
rias torrecillas de vigías, hechas de telas blandas. Los bárba-
ros-vigías-en sus crisoles.
*
Todo su arte lo han desplegado y concentrado en las jacillas.
Esos son sus frágiles, evanescentes tesoros. Muchos se pasan
la vida en su custodia, porque abundan los merodeadores.
¡Cuántos de custodia junto a su bella, fresquísima jacilla!
*
En el mar de Agtria, las famosas olas de viaje.
Todas vacías, por ahora.
En Zumicia, carreras de olas, nadando su única brazada.
Hay lugares en los que por pura distracción dejan abierta
la puerta del mar.
Hemos visto en las noches, aterrados, cómo se sumergen
grandes lunas salvajes, embisténdose, en el feroz silencio del
mar de Chun.
*
Parques de Bálijáli: los faisanes despavoridos por la locura
que les producen sus propios gritos.
*
Su patria es el cuerpo. Ciertamente no el propio, que es
apenas ese fragmento de territorio que les permite situarse
como extranjeros. Su patria es el cuerpo de la mujer amada,
y ellos son y serán los desterrados.
*
Se puede imperfectamente vivir exiliado en el cuerpo.
Se puede sentir que el fondo último del cuerpo son esos
huesos que se helaron en el lugar de la infancia.
Puede 'el ser' anidar en un lugar que ya hace mucho tiempo
que no-ex-iste.
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