domingo, 31 de julio de 2022

EL (ÚLTIMO) SABIO DE ULIÓN

  ¡El Sabio de Ulión! Ulión, nuestro pueblo, que alguna (im-

probable, incomprobable) vez fue una gran ciudad, y muchas

constatables veces un pequeño pueblo despojado de historia,

convive con el último Sabio que le queda. Llueve mucho en

Ulión. ¿Demasiado? Todo el tiempo, ¿es demasiado? El Sa-

bio no sabe qué hacer con la maldita lluvia, ya hemos tenido

sobradas pruebas para darnos cuenta de eso. Chapotea solo

por las calles o agacha sentado en la plaza su poderosa e inú-

til cabeza.

 Alguien que pasa le dice algo -que no debe ser agradable,

ya que el (Último) Sabio de Ulión lo mira torvamente. Por-

que por más que lo intenta, no puede evitar creer que el pue-

blo espera algo de él. Y los siglos pasan...

 En templos de los suburbios, cada vez más numerosos y, al

mismo tiempo, más desencajados (los gritos de esos monjes

impostores se escuchan desde una buena distancia), rugen

"¡Es la lluvia el verdadero Dios!" e incitan a decapitar al

(Último) Sabio de Ulión. 

 El Sabio no sabe lo que sabe (por definición, digamos).

 Por eso intuye, se acerca cautelosamente al conocimiento

de que puede ser verdad - sí, la verdad puede surgir de la men-

tira y la impostura, a pesar de tener que hacer un largo camino

para ello- que ser decapitado puede ser provechoso.

 En primer lugar, dejarían de inmediato de esperar de él algo

que no puede dar.

 La insatisfacción y el hartazgo de la gente del pueblo, por

fin son encendidas por los monjes impostores. Arden teas en 

la noche, a pesar de la lluvia. La horda enfurecida encuentra

sentado y abatido al (Último) Sabio de Ulión.

 Por el agujero del cuello, una vez decapitado, aparte de un 

olor profundo e indefinible, un olor que nadie ha sentido an-

tes, brota una pequeña cabeza de serpiente, con un brillo fe-

roz en la mirada.

 Y esa serpiente es solo la primera aparición de un nido

interminable de serpientes, todas con los ojos encendidos de

una ira inteligente, punzante. El olor del aire de la noche ha

disparado su Ciclo de la Infinita Reproducción.

 Serpientes que se dispersan por la benefactora lluvia que ha

estado esperándolas. ¡Tanto tiempo! Serpientes que han en-

contrado -¡al fin!- su lugar. Deslizándose por el pasto empapa-

do, por los arroyos artificiales que las lluvias han sembrado en

todo el pueblo. Encontrando con facilidad sus cuevas, sus col-

gaderas en los árboles, sus rincones en los sótanos, su redil en

los campanarios. ¡Alegría de la reproducción a mansalva!

 ¡Aleluya!

 ¡El Último Sabio de Ulión ha encontrado, sin duda, su ho-

gar!

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