miércoles, 13 de abril de 2022

INDIOS DE AMÉRICA DEL NORTE: ACERCA DE LA INFANCIA




 Esta nota proviene del libro mencionado al final. Sin

embargo, su verdadero origen es un breve relato que siem-

pre recuerdo, en el que Maria Chona, una mujer de la tribu

Papago, le cuenta a la antropóloga Ruth Underhill lo siguien-

te:

 "Mi padre siguió hablándome con una voz suave. Así es

como nuestra gente le habla siempre a sus hijos, tan suave

y bajito, que el niño piensa que está soñando. Pero nunca se

olvida..."




 INDIOS DIEGUEÑO

 (Delfina Cuero)


 PARA QUE YO Y MI PRIMER HIJO VIVAMOS


 Tuve a mis hijos yo sola. No tuve ayuda alguna de nadie...

 Hice lo que me habían enseñado. Usé xa'a.nayul (de la fa-

milia de la menta) o kwa.s (zumaque) para bañarme y bebí 

también un poco de té de kwa.s.

 Cavé un pequeño espacio e hice un fuego caliente y obtuve

cenizas calientes. Puse algo, corteza o paños, sobre las ceni-

zas y puse al bebé en él para mantener al cuerpito caliente...


 Para evitar que se infecte el ombligo, quemé cuero, o cual-

quier clase de piel, hasta volverla crocante, después la molí.

Puse ese polvo sobre el ombligo. Hice eso y no hubo infec-

ción alguna en mis bebés...

 Cuando cada bebé era un recién nacido, lo bañé en flores de

saúco o en té de corteza de sauce... La placenta se entierra en

el suelo de la casa.

 Hice todo esto yo sola. Cuando mis niños crecieron, si se en-

fermaban, yo usaba hierbas. Eso es lo único que usaba y mis 

hijos volvían a estar bien. Hay hierbas para el dolor de estóma-

go, los resfríos, los dolores de muelas, y todo lo que los Indios

sabían. Hay uno muy bueno para detener la hemorragia inme-

diata a un corte. Hay otra buena para detener quemaduras 

fuertes y para impedir la infección... hay otra hierba... que los

Indios solían usar para evitar tener hijos todos los años. Ahora

son difíciles de encontrar porque no podemos ir a cualquier

parte a buscarlas.

 Nombré a todos mis hijos por mí misma. No sabía nada acer-

ca de bautizarlos en ese entonces, simplemente hice como ha-

cen los Indios y les dí sus nombres. Cuando mi hijo mayor

tenía un año o dos, se hizo una fiesta para incluirlo en el gru-

po. Todos se reunieron y construyeron una gran ramada para

mí y trajeron comida con ellos. Hicimos un gran fuego. Yo te-

nía un tío que conducía el canto y la danza. Él dirigió una gran

danza del fuego. Hicieron un círculo alrededor del fuego, to-

mados de la mano, y siguiéndose el uno al otro, y saltando con

ambos pies y cantando... Toda la gente trajo regalos para el be-

bé -canastos, ollas, comida, muñecas de arcilla, o arco y fle-

chas, lo que fuera para iniciar al niño...


 La danza del fuego era religiosa; bailaban toda la noche has-

ta que salía el sol. Los cantos que van con esa danza deben ser

cantados en el orden correcto, desde el inicio de la noche hasta

el alba... Eso es lo que hicieron para que yo y mi primer hijo

viviéramos. Puede que hicieran aún más antes, pero no hacen

ni esto ahora.


 (Indios Diegueño o Kumeyaay: un pueblo semi-sedentario,

que ocupaban un territorio alrededor de lo que hoy es San 

Diego, california. Aunque algunos lugares alejados de la cos-

ta se convirtieron en reservaciones, a inicios del siglo veinte,

el crecimiento de la población blanca, los forzó a mudarse.

Así comenzó una migración hacia Baja California, donde vi-

ven ahora. La mayor parte de su cultura tradicional se ha ex-

tinguido.)



  INDIOS TEWA

  CANCIÓN DE CUNA


  En el sur la flor de la nube florece,

  Y ahora los relámpagos destellan,

  Y ahora los truenos chocan,

  Y ahora desciende la lluvia;

   A-a-aha. a-a-aha, mi pequeño.




  INDIOS PAIUTE

  (Sarah Winnemucca Hopkins)


 EL PADRE ASUME TODO EL TRABAJO DE SU MUJER

 

 Tanto el padre como la madre ayunan de toda carne, y el pa-

dre asume el trabajo de apilar la leña para veinticinco días, y 

también todas las tareas hogareñas de su esposa durante ese

tiempo. Si no realiza su parte en el cuidado de la criatura, se

lo considera un marginado. Cada cinco días se cambia el ces-

to del bebé por uno nuevo, y... se lo coloca en un árbol y la

criatura es ubicada en un cesto nuevo y ornamentado.

 Todo este respeto mostrado a la madre y al bebé hace que

los padres sientan su responsabilidad, y produce una ligazón

muy fuerte entre los padres y la criatura. Las jóvenes madres

a menudo se reúnen e intercambian sus experiencias acerca de

las atenciones de sus maridos, y se preguntan la una a la otra

si los padres cumplieron con sus deberes hacia los niños y si

fueron cuidadosos con la salud de sus esposas...


 La gente pobre tiene las mismas ceremonias, pero no reali-

zan una fiesta, por carencia de medios.



 MI GENTE LE ENSEÑA A SUS NIÑOS


 Nuestros niños son educados muy cuidadosamente para 

ser buenos... Mi gente le enseña a sus hijos a no burlarse

nunca de nadie, no importa qué apariencia tengan. Si ves

que tu hermano o hermana están haciendo algo malo, mirá

para otro lado, o apartate de ellos. Si te burlás de las perso-

nas malas, te ponés por debajo de ellos.

 Sé amable con todos, tanto los pobres como los ricos, y da-

le de comer a todos los que vengan a tu wigwam (carpa, ca-

sa), y tu nombre podrá ser pronunciado por cualquiera lejos

o cerca. De este modo harás muchos amigos. Sé amable con

los buenos y los malos, ya que no conoces tu propio corazón.

 Este es el modo en que mi gente educa a sus hijos. Fue pasa-

do de padre a hijo durante muchas generaciones. Nunca en

mi vida vi a nuestros hijos comportarse de manera grosera

como he visto a los chicos blancos y a los adultos en las ca-

lles.


 (Sarah Winnemucca Hopkins nació en 1844, en las tierras

tribales, en Nevada. Fue educada en las escuelas misionarias,

por lo que aprendió a hablar fluidamente en inglés. Publicó

su autobiografía en 1883, titulada La vida entre los paiutes.)




 INDIOS ZUÑI

 

 PLEGARIA DE UNA ABUELA MIENTRAS LE PRESEN-

TA UN BEBÉ AL SOL


     .... Que tu camino sea logrado,

     Llegando al camino de tu padre sol,

     Cuando tu camino haya sido alcanzado.

     Que vivamos en tus pensamientos,

     Que seamos nosotros aquellos que tus pensamientos

           abracen.

     Por ello, en este día

     A nuestro padre sol,

     Le ofrecemos comida ritual.

     Con esta finalidad:

     Que puedas ayudarnos a todos a terminar nuestros

            caminos.


 (Matilde Stevenson escribe acerca de esta ceremonia en

su libro La vida religiosa de un niño Zuñi: "El primer 

objeto que se le ofrece para mirar a un niño en el amane-

cer mismo de su existencia es el sol, el gran objeto de su

adoración.")




 INDIOS HOPI

 (Helen Sekaquaptewa)


 HABÍA AMOR EN MI HOGAR


 Cuando yo tenía 20 días de vida fui llevada por mi madre 

y por mi abuela paterna al borde oriental de la mesa. Allí, 

de acuerdo con las costumbres Hopi, mientras salía el sol,

 ellos le hicieron peticiones para que supiera de la existen-

cia de esta bebé niña Hopi y la bendijera con vida, salud, y

una familia...


 La casa donde yo nací estuvo ubicada durante años en el

borde noroeste de la mesa Antiguo Oraibi. La casa fue de-

rruida y los maderos usados para hacer otras casas, pero los

recuerdos más tempranos de mi vida aún viven en mi cora-

zón. Había amor en mi hogar, y yo me sentí feliz y segura 

durante mi infancia. Comencé a aprender acerca de la vida 

del mismo modo que todos los chicos lo hacen, imitando a

los mayores. Mi madre parecía estar moliendo maíz la ma-

yor parte del tiempo...


 Pasé muchas horas felices jugando agradables juegos con

los otros chicos de la plaza del pueblo. A veces hasta nos a-

venturábamos entre las rocas y los cedros en juegos de 'es-

condida'.


(Mesa: una superficie plana rodeada de altas paredes roco-

sas)


 (Helen Sekaquaptewa nació en 1898 en Antiguo Oraibi, uno

de los once pueblos Hopi del sudeste de Arizona. Es un terri-

torio árido, con superficies lisas de piedra, rodeadas de coli-

nas rocosas. Allí los Hopi lograron una vida estable desde el

tiempo de la conquista, y su vida cotidiana no se vio muy afec-

tada por los cambios del mundo exterior.)




  INDIOS PAWNEE


 CANTO DE UNA MUJER EXTRAÍDO DEL HAKO


 No sé si la voz del hombre puede alcanzar el cielo;

 No sé si el todopoderoso puede oír mientras rezo;

 No sé si los regalos que pido serán todos otorgados;

 No sé si la palabra de los ancianos podemos de verdad oír;

 No sé qué pasará en nuestros días futuros;:

 Espero que solo venga el bien, mis hijos, para ustedes.



 (El Hako es una danza-drama-ritual de los Pawnee, muy

intrincada. Durante muchos días se llevan a cabo ritos so-

lemnes, durante los cuales las personas expresaban su de-

pendencia de lo sobrenatural para los regalos de la vida, y

para la seguridad de las familias. También expresaban un

sentido de unidad con la familia humana. Los niños eran

ungidos; en ellos residía la promesa de la continuidad de la

tribu y de la vida. Alice Fletcher (1838-1923), etnóloga y

antropóloga, tradujo ese extenso canto, del cual este texto

es un fragmento.)




 ESQUIMALES DEL CABO DORSET

 (Pitseolak Ashoona)


 TUVE UNA INFANCIA FELIZ


 Mi nombre es Pitseolak, la palabra esquimal que designa

a la paloma de mar. Cuando veo palomas de mar sobre el

océano, me digo: "¡Ahí van esos pájaros encantadores- ese

soy yo volando!..."

 El año que nací mis padres y tres hermanos comenzaron un

largo viaje. Ellos partieron hacia la Isla de Baffin para reu-

nirse con familiares... La siguiente primavera cruzaron el Es-

trecho de Hudson y llegaron... al lugar en el que está el Cabo

Dorset hoy... Aquellos fueron viajes largos y peligrosos tam-

bién, cuando las aguas eran bravas, pero yo no lo sabía -toda-

vía iba cargado en la espalda de mi madre.

 Hicimos todos esos viajes en un bote de piel de foca. Esos

botes ya estaban desapareciendo. Mi primer recuerdo de vi-

da es cuando nos detuvimos en el Lago Harbour, en camino

de regreso de la Bahía de Frosbisher a Cabo Dorset, para com-

prar un bote de madera... Fue mientras mi padre compraba el

bote de madera que por primera vez vi caballos y que vi al 

primer hombre blanco. Estaba asustado...

 Tuve una infancia feliz. Siempre estaba sano y nunca enfer-

maba. Tuve una familia amplia -tres hermanos y una hermana-

y siempre estábamos felices todos juntos. Vivíamos al viejo

estilo esquimal. Podíamos levantar todo e ir a diferentes cam-

pamentos -éramos libres de movernos por cualquier parte...

Dependía de si una persona quería irse lejos o estar cerca de

un asentamiento. Mi padre cazaba al estilo antiguo- con un

arco y flechas. Él tenía una escopeta pero no la usaba. A ve-

ces teníamos malos inviernos, y pasábamos hambre pero no 

había inanición...


 (Pitseolak Ashoona es un artista gráfico esquimal, que na-

ció a fines del siglo XIX, en la Isla de Nottingham, Canadá.

Su autobiografía, Pitseolak: Retratos de mi vida, fue grabada

por Dorothy Eber (n. en 1925, se dedicó a grabar y traducir

a los esquimales de las regiones árticas de Canadá), y luego

traducida al inglés.)

   

FUENTES


Todos los textos, excepto la breve introducción provienen

de:

 Jane B. Katz (Ed.). I Am the Fire of Time. The Voices of

Native American Women. A Dutton Paperback, 1977.

 

 La referencia a las palabras de Maria Chona, provienen de

Margot Astrov (ed.). The Winged Serpent. American Indian

Prose and Poetry. Capricorn Books, 1962.


 La ilustración es un niño de la tribu Wisham. La foto es del

gran fotógrafo de los indios de América del Norte, Edward

Sheriff Curtis (1868-1952).


Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c).

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