viernes, 17 de julio de 2015

UN ESCRITOR MARAVILLOSO: VALERY LARBAUD






 Apareció hace poco una reseña acerca de un nuevo libro 
de Pessoa, llamado "Un corazón de nadie", una antología 
poética de entre 1913 y 1935. El hombre de los 136 hete-
rónimos, es nombrado por el autor de la nota (Rafael To-
riz) "Sin lugar a dudas, el más grande poeta del siglo XX".
 Esas definiciones, incómodas por donde se las mire, sirven
sin embargo para hacernos pensar algunas cosas. Que no me
propongo explicar, dilucidar o corregir ahora.
 De hecho, creo que cada amante de la literatura tiene su
propio "el más grande" y en mi caso no dudaría en situar a
Don Fernando y sus 136 heterónimos en los alrededores de
esa inocupable posición.
 Pero hoy quiero hablar de otro poeta, a quien nadie se ani-
maría a proponer como rey de los poetas del siglo. Un hom-
bre de gran modestia, que debido a esa condición no escribió
mucho. Además de sufrir la desgracia de tener un accidente
cerebro-vascular cuando sólo contaba 54 años, que lo para-
lizó del lado derecho y, durante un buen tiempo, lo dejó mu-
do. A partir de ahí, padeció una afasia de Broca, a pesar de
la cual, repetía una frase compleja, algo muy inusual en ese
tipo de trastorno: "Bonsoir les choses d'ici-bas", literalmente
"Buenas noches, cosas de ahí abajo", o bien: "Buenas noches,
cosas de este mundo". No perdió su capacidad de leer o pen-
sar, pero ya no volvió a escribir. Pasó los últimos 22 años de
su vida encerrado en su casa, revisando su obra, escuchando
radio o leyendo el Petit Larousse Ilustrado.
 Valery Larbaud nació en Vichy, Francia, el 29 de agosto de
1881. (Kafka es del 83 y Pessoa del 88). Era el único hijo de
Nicolas Larbaud, el millonario farmacólogo dueño de las
fuentes de aguas minerales Vichy, y de Isabelle Bureau. El
padre tenía 59 años cuando nació Valery y murió 8 años
después de su venida al mundo. A partir de ahí debió sopor-
tar la sobreprotección materna, un tema que lo acompañó
-valga el sentido ambiguo de la frase- gran parte de su vida,
ya que la madre administraba la fortuna familiar a partir de
la muerte de Nicolas Larbaud.



 Así y todo, desde la mayoría de edad (a los 18) hasta los
54 años, cuando sufrió un derrame cerebral, Larbaud viajó
por donde quisiera, del mismo modo que su riche amateur
Barnabooth. Con ciertas limitaciones: prefería estar en tie-
rra firme antes que embarcado y jamás tomó un avión.
 Según atribuye a su heterónimo, Archibald Olsson Barna-
booth, su vida intelectual floreció a partir de conocer a una
mujer cinco años mayor que él, Anastasia Retzuch, que se
convirtió en su amante, hasta la muerte de ella. Al llegar a
la mayoría de edad comenzó a ubicar su gran fortuna en ma-
nos de consejeros capaces, para poder viajar y escribir, sus
dos nuevas pasiones.



 Se casó en 1922 con Maria Angela Nebbia, de Génova y
ésta permaneció siendo su devota compañera hasta la muer-
te del escritor, en París, en 1957.
 Ya desde muy joven está decepcionado por la injusticia y
la hipocresía del mundo, desplegando un juvenil y fresco
cinismo, que proyecta en su álter-ego, verdadero heteróni-
mo anticipatorio. Larbaud pagó por la edición de El libro
de Barnabooth, precedido por una vida de Barnabooth
por X.M. Tournier de Zamble el 4 de julio de 1908. Octa-
vio Paz, en su ensayo "El desconocido de sí mismo", de
1961, cuenta que existe una gran probabilidad de que Lar-
baud haya influido en el uso de los heterónimos por parte
de Pessoa, ya que éste inventó sus personajes de Alberto
Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis un año después
de esa publicación, que según consta, Pessoa leyó.
 Ese libro, que luego se conoció como Obra completa de
A.O. Barnabooth, es el eje de la obra más original de este
maravilloso poeta. 

 La obra poética de Valery Larbaud no es muy extensa.
 Tampoco es necesario que lo sea. O sí. Pero en otro sen-
tido, el mismo en el que es tremendamente lamentable la
muerte de W.G. Sebald en plena producción. ¡Cuánto ha
perdido la humanidad -me animo a decir- con la incom-
pletud de la obra de estos dos grandes escritores!

 He aquí las mejores versiones que he logrado de algunos
poemas de Larbaud, el sutil, el íntimo, el malogrado, algo
nostálgico y maravilloso poeta Valery Larbaud.



                                EL DON DE MI MISMO

Me ofrezco a cada cual como una recompensa;
Os la entrego antes incluso de que la hayáis merecido.

Hay algo en mí,
En el fondo de mí, en el centro de mí,
Algo infinitamente árido
Como la cima de las más altas montañas;
Algo comparable al punto muerto de la retina,
Y sin eco,
Y que sin embargo ve y oye;
Un ser con vida propia que, no obstante,
Vive toda mi propia vida, y escucha, impasible,
Toda la palabrería de mi conciencia.

Un ser hecho de nada, si es que esto es posible,
Insensible a mis sufrimientos físicos,
Que no llora cuando lloro,
Que no ríe cuando río,
Que no se ruboriza cuando cometo una acción vergonzante,
Que no gime cuando mi corazón es herido;
Que permanece inmóvil y no da consejos,
Pero que eternamente dice:
"Yo estoy aquí, indiferente a todo".

Tal vez sea tan vacío como el vacío,
Pero tan grande a la vez que el Bien y el Mal juntos
No pueden llenarlo,
El odio en él muere de asfixia,
Y el mayor amor jamás puede penetrarlo.
Tomad cuanto soy: el sentido de estos poemas,
No lo que puede ser leído, sino lo que a pesar mío se trasunta;
Tomadlo, tomadlo, no tendréis nada.
Y adonde quiera que yo vaya, por el universo entero,
Encuentro siempre
Fuera de mí como en mí,
El incolmable Vacío,
La inconquistable Nada.





                                       CARPE DIEM

Retén este triste día de invierno sobre el mar gris,
De un gris suave, la tierra es azul y el cielo bajo
Parecen al mismo tiempo desesperanza y ternura;
Y mira la sala del pequeño albergue
Tan feliz y radiante los domingos de verano,
Y nosotros estamos solos hoy, recién venidos
De Nápoles, no para ver las Bahías ni la entrada de los
                                                                       [Infiernos,
Sino para recordarnos melancólicamente.

Retén este triste día de invierno sobre el mar gris,
Amiga mía, ¡ah mi querida amiga, mi compañera!
Creo que es igual al día
En que Horacio compuso la oda a Leuconoé.
Era invierno también entonces, como el invierno
Que hoy abate el Mar Tirreno contra las rocas
Un día como éste en el que desearíamos
alejar las inquietudes y emprender tareas humildes,
Ser sabio en medio de la naturaleza severa,
Y hablar lentamente mirando el mar...

Recoge este triste día de invierno sobre el mar gris...
¿Te acuerdas de Marienlyst? (¡Ah!, ¿en qué orilla
Y en qué estación estamos? No lo sé.)
Se llega a Elsinor, en verano, a través de un césped
Pálido; allí, la tumba de Hamlet y un hotel
Con alumbrado eléctrico, con todo el confort moderno.
Fue un verano del Norte, luminoso, apenas velado.
Recuerda: se veía enfrente la costa sueca,
Azul, como el perfil lejano de Italia.
¡Ah! ¿Amas tanto este día como yo lo amo?

Retén este triste día de invierno sobre el mar gris...
¡Ah, haber pasado toda mi vida en Elsinor!
El puentecito danés junto a la estación de tren,
es tranquilo como el puente definitivo de la existencia.
Vivir danesamente en la dulzura danesa
De esta ciudad donde se alza un castillo con cúpulas de
                                                                             [bronce
cubiertas de verdín; vivir en la inocencia, sí,
De no importa qué pequeña ciudad, en cualquier parte,
Donde todo el mundo sea pensativo y silencioso,
Y donde se espere apaciblemente la muerte.

Reten este triste día de invierno sobre el mar gris,
Y déjame esconder mis ojos en tus manos frescas;
Necesito paz y dulzura, ah hermana mía.
Sé mi heroína, mi Pallas protectora,
Sé mi refugio cierto y mi pequeña aldea;
Esta noche, mi Socorro, yo soy una humilde mujer
Que sólo sabe estar inquieta y ser amada.


      SCHVENINGEN,  FUERA DE TEMPORADA

En el pequeño bar luminoso de bien pulidos muebles,
Bebimos largamente licores ingleses;
Había una cálida intimidad tras las cortinas cerradas.
Afuera, el viento de mar hacía temblar a las sillas.

Era como el salón fumador de los barcos o de los trenes:
Yo tenía el corazón en un puño al igual que en los viajes;
Me sentía enternecido, distante y afable;
Estaba como un niño juicioso y muy angustiado.

¡Qué calma alrededor, sin embargo!
La gente susurrando secretos en torno a la barra.
¡Ah, cómo pequeño es uno, qué de rodillas está uno
Ciertas tardes-noches al sentiros tan cercanas, 
Olas inmensas!


                                         ODA

Préstame tu inmenso ruido, tu inmensa marcha tan suave,
Tu deslizamiento nocturno por una Europa iluminada,
¡Oh tren de lujo! y la angustiante música 
Que zumba a lo largo de tus pasillos de cuero dorado,
Mientras que detrás de las puertas laqueadas, con sus pica-
                                                       [portes de cobre macizo,
Duermen los millonarios.
Yo recorro canturreando tus pasillos
Y sigo tu curso hacia Viena y Budapest
Uniendo mi voz a tus cien mil voces,
¡Oh Harminoka-Zug!

Por primera vez sentí toda la dulzura de vivir
En una cabina del Nord-Express, entre Wirballen y Pskow.
Nos deslizábamos entre praderas donde los pastores,
Al pie de grupos de grandes árboles semejantes a colinas,
Iban vestidos con pieles de cordero, crudas y sucias...
(Ocho de la mañana en otoño, y la hermosa cantante
De ojos violeta entonaba en la cabina de al lado.)
¡Y vosotras, grandes ventanillas a través de las cuales he
                  [visto pasar la Siberia y los montes de Samnio,
La Castilla áspera y sin flores, y el mar de Mármara bajo
                                                                  [una tibia lluvia!

Prestadme, oh Orient Express, Sud-Brenner-Bahn, prestadme
Vuestros milagrosos ruidos en sordina
Y vuestras vibrantes voces de cantarela;
Prestadme la respiración ligera y fácil
De las locomotoras altas y esbeltas, de movimientos
Tan desenvueltos, las rápidas locomotoras,
Que preceden sin esfuerzo cuatro vagones amarillos con
                                                                          [letras de oro
Por las montañosas soledades de Serbia,
Y, más lejos, a través de una Bulgaria llena de rosas...

¡Ah! que esos ruidos, que ese movimiento
Entren en mis poemas y digan
Por mí mi vida indecible, mi vida
De niño que no quiere saber nada, sino sólo
Esperar eternamente cosas vagas.





                           ALMA PERDIDA*

A ustedes, aspiraciones vagas; entusiasmos;
Pensamientos de sobremesa; impulsos del corazón;
Enternecimiento que sigue a la satisfacción de las urgen-
                                                                   [cias naturales;
Destellos de genio; zozobra
Del proceso digestivo; apaciguamiento
De la digestión bien hecha; alegrías sin causa;
Trastornos circulatorios; recuerdos de amor;
Perfume de benjuí del baño matutino; sueños de amor;
Mi tremendo gracejo castellano, mi inmensa
Tristeza puritana, mis gustos especiales;
Chocolate, bombones azucarados que casi arden; bebidas
                                                                              [heladas;
Cigarros narcóticos; y ustedes, cigarrillos adormecedores;
Alegrías de la velocidad; dulzura de estar sentado; bondad
Del sueño en la completa oscuridad;
Gran poesía de de las cosas más banales; hechos diversos;
Viajes; gitanos; paseos en trineo; lluvia sobre el mar;
Locura de la noche febril, solo entre algunos libros;
Altibajos de la temperatura y del temperamento;
Instantes que retornan de otra vida; recuerdos, profecías;
Oh esplendores de la vida común y de la rutina ordinaria,
Es toda suya esta alma perdida.

* El título original está escrito en castellano. A Larbaud,
que vivió bastante tiempo en España, le encantaba la cul-
tura latina. Una de sus obras más conocidas es "Fermina
Márquez".
                   


                                   MERS-EL-KEBIR


Amo este pueblo, donde bajo los naranjos, 
Sin verse, dos muchachas se cuentan sus amores
En dos infinitamente plañideras mandolinas.
Y amo esta posada, porque en el patio
Las criadas cantan en la tibieza de la tarde 
La dulzura de "La Paloma". Escucha a la paloma que
                                                                [bate sus alas...
Anhelo de mi propio pueblo, tan lejano, nostalgia
De las antípodas, de la gran avenida de los volcanes
                                                                   [inmensos;
¡Oh lágrimas que afloran, lavad todos mis pecados!
Soy la paloma lastimada, soy los naranjos,
Y soy este instante que pasa y la tarde africana,
Mi alma y las voces unidas de las mandolinas.


                               LO INNOMBRABLE

Cuando esté muerto, cuando sea uno de nuestros queridos
                                                                               [muertos
(Al menos, ¿me recordaréis un poco, pasantes
Con los que tantas veces me he codeado en las calles?)
¿Quedarán en estos poemas algunas imágenes
De tantos países, de tantas miradas, y de todos esos rostros
Entrevistos bruscamente entre la muchedumbre en movi-
                                                                                 [miento?
Anduve entre vosotros, cuidándome de los coches
Igual que vosotros y deteniéndome 
como vosotros ante las vidrieras.
Con mis ojos les hice cumplidos a las Damas;
Caminé, feliz, hacia los placeres y hacia la gloria,
Creyendo de corazón que eran alcanzables;
Caminé entre el rebaño con deleite,
Porque nosotros somos parte del rebaño, yo y mis aspiracio-
                                                                                         [nes.
Y si soy un poco diferente, ay, de todos ustedes,
Es porque veo,
Aquí, entre vosotros, como una aparición divina,
Ante la que me lanzo para que al menos me roce,
Infamada, ignorada, exiliada,
Diez veces misteriosa,
La Belleza Invisible.
                                  



                         (CIUDADES Y MÁS CIUDADES)

Ciudades y más ciudades;
Tengo recuerdos de ciudades como se tienen recuerdos de
                                                                               [amores;
¿Para qué hablar de ello? A veces, sin embargo,
Por la noche, sueño que estoy en tal sitio, o bien tal otro,
Y por la mañana me despierto con deseos de un viaje.

¡Oh, Dios mío, tener que morir!
Tener que acompañar a este cuerpo en la enfermedad y en
                                                                               [la muerte
Cuando sólo lo he conocido en el pecado y en la dicha;
¡Oh vidrieras de las tiendas en las grandes arterias de las
                                                                               [capitales,
Un día dejaréis de reflejar el rostro de este transeúnte.
Tantos viajes en paquebotes, en trenes de lujo,
¿Acabarán en el hoyo de una tumba?
Meterán en una caja a este innato vagabundo,
Cerrarán la tapa, y todo habrá sido dicho.

Ah, que me sea dado, aunque sea una vez más,
Regresar a los sitios que amé, como
La plaza de Pacífico en Sevilla;
La Chiaja fresca y llena de gente;
El jardín botánico de Nápoles
El helecho arborescente y ese árbol-niña
Que quiero tanto, y también
La sombra ligera de los pimenteros de la avenida de Kefisia;
La plaza de Vieja Falera, el puerto de Municia, y también
Las viñas de Lesbos y sus frondosos olivos
Donde grabé mi nombre de poeta lírico;
Y aún más
Cierta playa de Quersoneso, cercana a Sebastopol,
Donde el mar se ve entre ruinas, y un sabio
Enseña con amor un horrendo ídolo kirguinzo,
Morrudo, con una sonrisa idiota entre sus mejillas infladas.
Y sobre todo, ¡sobre todo!
Karkov,
Donde sentí por primera vez,
Que el suspiro de la virgen de la Musa agitaba mi pecho
                                                                            [temeroso;
Una ciudad para mí
Cúpulas de oro en medio de soledades,
Palacios en el desierto, cálido sol a lo lejos sobre el polvo;
Y, en sus barrios pobres,
Los mil anuncios de vendedores de ropa,
Y casas bajas con muros blancos cubiertos
De grandes dibujos de monigotes, sin cabeza...






 Larbaud ha escrito un texto fundamental acerca de la tra-
ducción, luego de haber trabajado en ella a lo largo de su
vida de escritor (1881-1957). Ese texto, llamado Sous l'in-
vocation de Saint Jêrome a quien bautizó "el patrono de
los traductores", se refiere a aquel Jerónimo que accedió
al pedido personal del Papa Dámaso convirtiéndose en su
secretario personal, y que fuera puesto a cargo de la pro-
ducción de una nueva versión de la Biblia Latina, y que es
el autor de una buena parte de la Vulgata.
 Las versiones de los poemas que presento en esta nota
fueron realizadas desde la versión francesa, con apoyo en
las versiones al inglés que hicieran Ron Padgett y Bill Zavat-
sky (la edición Bilingüe se titula "The Poems of A.O. Bar-
nabooth by Valery Larbaud") por un lado, y Gilbert Cannan
(versión monolingüe con unos pocos poemas, "A.O. Barna-
booth, His Diary"), así como las versiones en castellano
de Ulalume González de León en "Obras escogidas de A.
O. Barnabooth" y la edición traducida por Adolfo García
Ortega, "Valery Larbaud. Obra completa de A.O. Barna-
booth. El pobre camisero, poesías, diario íntimo".





 En castellano están editados, además de Fermina Márquez,
dos libros de relatos de Larbaud:
 Amantes, felices amantes, Igitur,
 De la tierna edad, Igitur, 2000.

Habría que agregar el Journal, 1912-1935. Galimard, 1955.
De las 385 páginas de este magnífico libro, 237 son en ver-
sión bilingüe (francés-inglés).




BIBLIOGRAFÍA

V.L. Obra Completa de A.O. Barnabooth. Prefacio de Héc-
tor Bianciotti. Traducción y prólogo de Adolfo García Or-
tega. Igitur, 2005.

V.L. Obras escogidas de A.O. Barnabooth. Traducción y 
prólogo de Ulalume Gonzálezx de León. Vuelta, 1987.

V.L. An Homage to Jerome. Patron Saint of Translators.
Translation and Preface by Jean-Paul de Chezet. The 
Marlboro Press, 1984.

V.L. The Poems of A.O. Barnabooth. Translated by Ron
Padgett & Bill Zavatsky. Black Widow Press, 2008.

V.L. A.O. Barnabooth. His Diary. Introduction by Alan
Jenkins. Translated by Gilbert Cannan. Quartet Encoun-
ters, 1991.
 

NOTAS

1. Karkov o Jarkov (sur de Rusia). Por la noche retomo la lec-
tura de un logrado milhojas de Florian Illies, titulado "1913. 
Un año hace cien años". En la pág. 118, esta mención: "Cu-
ando Maiakovski sube al escenario en Simferopol con un 
blusón de rayas negras y amarillas, los furiosos asistentes le 
gritan: "¡Fuera, fuera!" De manera que esa noche Maiacovski 
no se pone el esmoquin rosa que lució la víspera en Jarkov."

2. Acotación de Patrick Modiano, en Dora Bruder. "Me sa-
bía de memoria frases enteras de ese libro [habla de Milagro
de la rosa, de Jean Genet]. Me viene una de ellas a la cabe-
za: 'Aquel niño me enseñaba que el verdadero fondo del ar-
got parisino es la ternura entristecida". Si bien Larbaud no
es propiamente un parisino, creo que puede decirse que es
un rasgo de su poesía esa 'ternura entristecida'.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Delicioso V.Larbaud!!
Si fuera posible transmitirle que
sus intenciones se cumplen,que se disfruta su fluida
descripcion de paisajes y que conmueve su intimidad.....

Hermosa seleccion;muy triste y nostalgico
Carpe Diem.
Muchas gracias

volt303 dijo...

Un don singular el de Larbaud.
Muy agradecido por el descubrimiento.
He encontrado su "obra completa"
de Barnaooth (Trieste)
y se adentra auténtico
incluso bajo la máscara,
como dice en otro poema:
"Ah ojalá un lector fraternal, a quien hablo
desde esta pálida máscara brillante,
viniera a dar un beso grave y lento
sobre la faz deprimida y la mejilla gri,
para apretar aun con más fuerza mi cara
esta otra cara perfumada y hueca"
Siempre lector fraternal de tu blog.
Gracias.

Robert Rivas dijo...

Y, casualmente, acabo de publicar una nota acerca de rostros y miradas.
La inspiración, ¿va o viene? ¿es o se hace?

Miguel Gutiérrez Podestá dijo...

Hola Robert, gracias por la info sobre Larbaud. Una consulta: alguna idea de cómo conseguir su poema "La muerte de Atahualpa"?
gracias,
Miguel

Robert Rivas dijo...

Acá va
LA MUERTE DE ATAHUALPA

"Pues el Atabalipa llorava y dezia que no lo matasen..."
OVIEDO

Ah, cuántas veces he pensado en esas lágrimas,
esas lágrimas del Inca supremo del imperio ignorado
largo tiempo sobre las altas mesetas, en las costas lejanas
del Pacífico -esas lágrimas, las pobres lágrimas
de esos grandes ojos enrojecidos que suplicaban a Pizarro
y a Almagro.

Pensé en ellas muy pequeño, cuando me eternizaba
en una oscura galería de Lima
ante aquel cuadro histórico, oficial, aterrador.
En primer plano -bello estudio del desnudo y la expresión-
aparecen las mujeres del Emperador americano:
enloquecidas de dolor, piden que se les dé muerte.
Luego, rodeado de clero y de cruces
Y cirios encendidos, junto a fray Vicente de Valverde,
aparece Atahualpa tendido sobre el horrible
e inexplicable mecanismo del garrote, con el bronceado
torso desnudo y el rostro enjuto de perfil,
mientras rezan a su lado los Conquistadores,
feroces y fervientes.
Uno más entre los crímenes incomprensibles de la Historia.
Y al verlo rodeado por la majestad de las Leyes y los
esplendores de la Iglesia
y tan prodigioso de angustia y de horror,
cómo creer que no duran,
en algún sitio, más allá de este mundo visible,
y eternamente - como tal vez en este cuadro siguen vivos-
idénticos siempre, ese dolor y esos rezos y esas lágrimas,
semejantes a los designios misteriosos del Señor.
Sí, ahora mismo imagino sin esfuerzo,
mientras escribo a solas, abandonado por los dioses y los hombres,
en un apartamento del hotel Sonora Palace
(Barrio de la California*),
Sí, me imagino que en algún sitio de este hotel,
en una habitación radiante de luz eléctrica,
se repite en silencio la misma escena terrible
-esa escena de la historia nacional del Perú
que machacan los niños allá en nuestras escuelas-
se repite con toda exactitud
como hace cuatrocientos años en Caxamarca.

¡Qué no vaya nadie a equivocarse de puerta!


+ La California es un barrio de Cannes.