lunes, 20 de mayo de 2019

UN AMIGO

                        
                                             Para Horacio Cardo 

                                         ¿Cómo sabés lo que te está pasando
                                                                        realmente?
                                                                          Richard Ford. Canadá.


 Nunca se sabe
 Sólo cabe acercarse un poco más a saber
 Llegar tan cerca como para sentir que casi se sabe

 Nos hace pensar en los espejos
 El otro como espejo
 La distorsión existe en ambos casos:
en el del espejo porque el que mira es casi el mismo
que el mirado;
y en el caso del otro porque su mirada 
es lo único que tenemos
para no caer en el sin fondo de los espejos

 Por eso, dicen, se la llama ex-sistencia
 Porque viene de afuera desde el vamos

 ("Si tu espíritu es el objeto de trabajo de tu espíritu,
¿cómo evitarías una inmensa confusión?", dijo Seng-
Ts'an)

  Ahora bien, un Otro 'pelado', quiero decir sin la condi-
ción de un buen afecto, también te manda para el otro
lado (de la cordura).

 Un aliado. 
 Había que conseguirse un aliado.
 Y eso sin saberlo, como pasan casi todas las cosas en la
infancia: sin saber sabiendo.
 Un amigo que contrarreste la enemistad del mundo.
 Lo incomprensible de la realidad en la que nos encon-
tramos instalados.

 Inventar una realidad por sí solo es casi la definición de
la locura.
 En cambio, inventar una realidad con otro hace posible
entrar un poco mejor enfilado al duro camino de la vida.

 Así y todo, hay un límite.
 Kafka lo ha descrito, en su impresionante exploración
del mundo humano: "No creo que existan personas cuya
situación fáctica sea semejante a la mía, y sin embargo
puedo imaginarme personas en esa situación; pero que 
el cuervo secreto revolotee constantemente en torno a sus
cabezas como revolotea en torno a la mía, eso ni siquiera
puedo imaginármelo."

 Desde muy chico tuve un amigo (la palabra deriva de 
"amor") con el que compartimos una manera de escapar
de la desgracia y de hacerla disfrutable, de transformar la
realidad adversa en una gama de juegos interminable.
 En lugar de un amigo imaginario, yo tuve un amigo ima-
ginativo. Nuestras imaginaciones encontraron a un otro 
con quien potenciarse. 
 Y cada uno conservó su cuervo secreto, por supuesto,
sólo que sin sentir que era el único cuervo.

 Los juegos compartidos, con el tiempo, se convirtieron
en juegos compartibles con el mundo: el dibujo, en su ca-
so y la literatura en el mío. Los juegos infantiles se alimen-
taban de ficción (libros, películas, revistas), para hacernos
digerible la realidad. Jugando reinábamos sobre aquello
que amenazaba aplastarnos.

 [Me vienen a menudo a la mente estas palabras que escri-
bió Tukaram en Dehu, India, en 1640: "Vengo de muy le-
jos. He sufrido enormes desgracias e ignoro lo que aún me
depara mi pasado."
 Me parece una forma muy interesante de entender cómo
funcionan las cosas.]

 No lo hubiésemos logrado solos. Locos de a dos, sí. Lo-
cos de a dos cambiamos dolor por diversión. Locos de a
dos porque no lo podíamos compartir con otros chicos.
Con ellos jugábamos sin invenciones. Nos hacían de terce-
ro, para mantener un pie dentro de la realidad 'común', la
supuesta realidad de todos.

 Después descubrimos (de muy distintas maneras) que las 
mujeres eran lo mejor que había para acompañarnos en la 
cuesta arriba de la existencia. 
 Y ni hablar de la cuesta abajo...

 Ese mundo que armamos jugando nos unió para toda la
vida. Del racimo que fuimos de chicos, al pasar el tiempo
nos alejamos, sin que se rompieran nunca los pecíolos de 
aquella invención. 

 Testigos uno del otro.
 De las debilidades, también, de las vergüenzas. 
 Compadres, a través de las edades. Testigos y compadres.

 Y de grandes compartimos la admiración por Michaux,
por Klee, por Dubuffet... y también por Zorba el griego,
de Nikkos Kazantsakis, que decía:
 "No, no creo en nada. ¿Cuántas veces he de decírtelo?
No creo en nada ni en nadie, solamente en Zorba. Y no
porque Zorba sea mejor que los demás. ¡De ningún mo-
do! Zorba es una bestia él también. Pero creo en Zorba
porque es el único que tengo en mi poder, el único que
conozco, todos los demás son fantasmas. Yo veo con los
ojos de Zorba, escucho con sus oídos, con sus tripas di-
giero. Todos los demás, te digo, son fantasmas. Cuando
yo muera, todo morirá. ¡El mundo zorbesco se irá a pi-
que por completo!"

 En parte es verdad, en parte no.
 Somos, también (ex-sistencia), en el otro.

 Por eso los hechos no son suficientes. Por eso podemos
hablar con el otro aunque no esté. Porque está. Está den-
tro nuestro. Seguramente no tenemos otra existencia que
esa: en los otros. Cuando todos los otros que sostienen el
film translúcido de nuestra ex-sistencia desaparezcan,
entonces sí, el mundo zorbesco se irá a pique por com-
pleto.

 Inventar y descubrir.

 Descubrir que lo que realmente cuenta es el afecto.
 Van Gogh, en cambio, descubrió: "¡Mira! Las pasiones 
son las velas del botecito."
 Afectos y pasiones, entonces.
 Todo lo demás podría estar o no estar.
 Me parece.

  20 de mayo de 2019.






3 comentarios:

Heraclio dijo...

Hola, buenos días:
Quería agradecerle su labor, he descubierto gran cantidad de textos y palabras maravillosos aquí.
Tanto que querría utilizar un poema aquí encontrado dentro de un libro de texto y me gustaría obtener más datos sobre él. Si pudiera escribirme un correo electrónico a cristinanpereira @ gmail.com , se lo agradecería mucho. Ahí le podría dar más datos sobre el poema en que estoy interesada.
Un saludo,
Cristina N. Pereira

Carmen Troncoso Baeza dijo...

Hermoso como lo has descrito Robert, ese relampagueante momento de ser niños.

Robert Rivas dijo...

Muchas gracias, Carmen.