lunes, 1 de agosto de 2016

WILLIAM SHAKESPEARE: EL SONETO XXX




 Mucho se ha discutido y discute acerca de la importancia
de los sonetos en la obra de Shakespeare (1564-1616). Para
Wordsworth constituyen la clave y el corazón de la obra del
gran escritor inglés, mientras que otros los piensan como me-
ros ejercicios poéticos. Lo cierto es que la obra lírica de Wi-
lliam (son 152, los sonetos), dice mucho acerca del mundo
interior del autor. Según ha quedado establecido, los sonetos
que van del 1 al 126 hablarían o bien del amor o bien de la
admiración de Shakespeare por un hombre de alto rango y
de gran belleza; el 127 es un envoi, y a partir del 128 hasta
el final, los sonetos hablan del amor de William por una
"dama morena". El primero sería William Herbert, conde
de Pembroke, aunque esto no es más que una conjetura. La
dama amada por Shakespeare es la señora Mary Fitton, dama
de honor de la Reina Isabel I. El argumento del conjunto de
los sonetos es que el autor envió a su amigo, Lord Herbert,
para que le hablase bien de él a la dama en cuestión. Una
verdadera tontería, como cualquiera podría saber -y la can-
didez no forma parte del mundo de William. El resultado
cantado es que Herbert corteja y seduce a la dama y entonces
Shakespeare pierde al mismo tiempo al amigo admirado y a
la mujer amada. No poca tinta ha corrido acerca del trasfondo
de los sonetos. Desde la hipótesis de que los primeros 126 so-
netos hablan de un amor homosexual del autor -Hallam sos-
tuvo que "hubiese sido mejor para la reputación de Shakes-
peare si no hubiera escrito nunca los sonetos"- a otros estu-
dios que destacan la enorme sensualidad de William, dedi-
cado a expresar como nadie las diversas pasiones del amor
y el odio. En el soneto 143, confiesa: "El amor es mi peca-
do". Acerca de la transgresión amorosa, es claro: "¿Califi-
cas de transgresión una prueba de confianza? La transgre-
sión está en el robador." Frank Harris ha estudiado el con-
tenido de los sonetos sumergiéndolos en el resto de la in-
comparablemente rica obra del autor. En cuanto a las fechas
en las que produjo los sonetos, son difíciles de precisar. Al-
gunos han pensado que fueron escritos entre 1598 y 1601,
pero hay buenos indicios de que comenzó a escribirlos en
1597, cuando aún William Herbert no había aparecido en
escena. Harris destaca los efectos diversos que produjeron
en Shakespeare la pérdida del amigo y de la amada. "La
pasión por Mary Fitton fue la pasión de toda la vida de 
Shakespeare. En todas las comedias que escribió desde
1597 hasta 1608 puede verse cómo la adoraba y deseaba.
Después de haberla perdido volvió a ella; pero la herida
que le había producido su fragilidad se gangrenó y lo tor-
turó hasta llevarlo al abatimiento nervioso y la locura. Cuan-
do por fin recobró la paz, al cabo de diez años, era la paz del
agotamiento. Su amor por la "moza gitana" lo consumió, co-
mo se consume uno en la hoguera, y su pasión sólo terminó
con su vida."
 Hay episodios relacionados con el eje de la historia conteni-
da en los sonetos en tres obras dramáticas de Shakespeare:
Los dos hidalgos de Verona, de la cual resalto dos párrafos,
por su conexión, pero también por su belleza: "Y, sin embar-
go, el amor lo sabe, es mayor pesar sufrir las penas del amor 
que las consabidas injurias del odio", o: "!Oh, maldición del 
amor, y la experiencia nos la muestra constante, es amar a una mujer y no ser amado!"; Mucho ruido y pocas nueces (cita:
"Es cierto; el príncipe la corteja para sí. La amistad es en to-
do consecuente, salvo en el oficio y los negocios del amor:";
 y varios años después -Mucho ruido y pocas nueces fue es-
crita alrededor de 1599- en Noche de Epifanía, cita: "Desplie-
ga entonces la intensidad de mi cariño. Emociónala hablándo-
le de mi tierna fe. Tú sabrás mejor que nadie describirle mis
sufrimientos. Tu juventud será más elocuente que un mensa-
jero de aspecto grave."
 Ya en Los dos hidalgos de Verona, muestra Shakespeare sus
sentimientos ante la traición de su amigo, una traición tan
reciente que le hace exclamar: "¡Amigo vulgar, sin afecto
ni fe!"

 Un pequeño agregado: la "dama morena" no sólo aparece
reiteradamente en los sonetos 128 al 152, sino que se la en-
cuentra en cada comedia de Shakespeare a lo largo de los
años. "La historia de su pasión idólatra por Mary Fitton",
dice Frank Harris, "es la historia de su vida." Mary Fitton
llegó a ser dama de honor de la Reina Isabel en 1595, cuan-
do tenía sólo 17 años. Aunque ya se había casado un año
antes. Lord Herbert se convirtió, en efecto, en su amante.
Shakespeare, desoladamente enamorado, le dedica no po-
cos ataques en sus sonetos: "tirana" (en el 131), "infiel"
(en el 133), "la bahía donde entran todos los bajeles... pro-
piedad común de todo el universo" (en el 137), "falsa" (en
el 138), "orgullosa" (140), "sus labios han sellado falsos 
juramentos de amor" (142), "negra como el infierno y tan
oscura como la noche" (147), "ruines defectos" (148), 
"cruel" (149), "indigna" (150), "perjura, inconstante, in-
fiel" (152).

 Esta mujer recorre sus obras dramáticas, empezando por
Romeo y Julieta, escrita entre 1591 y 1593. Volvemos a
encontrarla en Trabajos de amor perdidos: "Las mujeres
veleidosas pueden ser un azote para los hombres perjuros".
 No es arriesgado decir que William Shakespeare le debe
una gran parte de su fama a esta esquiva mujer.
 No quisiera recordar aquí las palabras de Oscar Wilde, 
quien muchas veces logró darle una vuelta de tuerca a la
cuestión del amor: "Lo malo es que la persona amada no
responda a tu amor; lo peor es que sí lo haga."

 A la distancia cuesta imaginar a Shakespeare, hoy conside-
rado uno de los mayores escritores de todos los tiempos,
en tal posición de inferioridad. También la naturaleza de su
deseo, en cierta manera masoquista, no parece sintonizar
con la extraordinaria capacidad del artista para darle forma
a sus personajes, recorriendo la gama de los sentimientos
humanos. Pero, ¿no es acaso más esperable que aquel que
los ha sufrido, pueda saber más acerca de ellos? 
 Por otra parte, la dignidad, que de eso se trataría, es algo
externo, como una forma de impostura, la dignitas, asocia-
da a una posición elevada del sujeto, paralelo masculino
de la venustas femenina. Pero esa dignidad siempre se pier-
de en las situaciones extremas, y el amor es una -y no la me-
nos frecuente- de esas situaciones. 
 Hay sin embargo una frase, la única podríamos decir, de Shakespeare, escrita a los 34 años, en la que revela un secreto. ¿Quién era Lord Herbert, el aristócrata joven, rico, ingenioso y apuesto, para él? "¡Un protector sin parangón!", dice Harris. 
Porque William declaró: "Si Southhampton me dio un millar 
de libras, Lord Herbert me hará quizá Master of the Revels*,
o acaso me dará un puesto más alto".
 *Master of the Revels es el funcionario encargado de las
diversiones de la Corte.

 [Una disgresión absoluta: en estos días leo, una tras otra,
porque son imposibles de interrumpir, las novelas de Wal-
ter Mosley. El mundo de los negros en los años '50 y '60
en Estados Unidos, descrito en tramas apasionantes: El
demonio vestido de azul, Una muerte roja, Mariposa 
blanca, Un perro amarillo, Blues de los sueños rotos-
(noto ahora que todos estos títulos incluyen colores, siendo
la cuestión del color de la piel el eje central de la narrativa
de Mosley). La asociación viene del hecho de que el único
amigo del personaje (Easy Rawlins) es un asesino sin escrú-
pulos, llamado Mouse. Eso no impide que Easy (que no es
tan 'fácil' o sencillo como parecía, o sí, si tomamos justamen-
te la cuestión en su inevitabilidad) viva un romance con la
ex mujer de su amigo asesino, sabiendo que arriesga su vida
en ello.]

 El soneto XXX de Shakespeare no tiene otra singularidad
para lo que venimos comentando que la de que he leído va-
rias versiones del mismo al castellano. Seguramente me fal-
ten más que las que tengo, pero me parece interesante com-
partirlas. 


    SONETO XXX (Versión de Patricia Gannon, en Diez
Sonetos de Shakespeare, ed. del traductor, Buenos Aires,
1940)

   Si en mi dulce y silente pensamiento
   convoco a los recuerdos del pasado,
   por lo que no he logrado me lamento
   y también por el tiempo malogrado.

   Fluye a mis ojos incesante lloro
   por el amor de aquellos que murieron,
   y en renovada pena, sólo añoro
   la sombra de las cosas que existieron.

   Sufro por sufrimientos anteriores,
   si pesaroso mi pesar recuerdo, 
   al retornar la ronda de dolores.

   Pago otra vez, tributo ya pagado.
   Mas por ventura si de ti me acuerdo,
   siento que mi dolor ha terminado.



    SONETO XXX (Versión de Manuel Mujica Láinez, en
Sur, N° 209/210, marzo-abril de 1952)


   Cuando en sesiones dulces y calladas
   hago comparecer a los recuerdos,
   suspiro por lo mucho que he deseado
   y lloro el bello tiempo que he perdido;

   la aridez de los ojos se me inunda
   por los que envuelve la infinita noche
   y renuevo el plañir de amores muertos
   y gimo por imágenes borradas.

   Así, afligido por remotas penas,
   puedo de mis dolores ya sufridos
   la cuenta rehacer, uno por uno

   y volver a pagar lo ya pagado.
   Pero si entonces pienso en ti, mis pérdidas
   se compensan y cede mi amargura.



   SONETO XXX (Versión de Mariano de Vedia y Mitre.
En Los sonetos de Shakespeare, ed. G. Graft, 1954)


   Cuando a sesión convoco el pensamiento
   a los recuerdos de las cosas idas,
   de la ausencia de muchas me lamento
   y del dolor y afán de horas perdidas.

   Mis ojos moja el llanto, a ellos extraño,
   por tanto amigo que la muerte esconde,
   heridas ya cerradas desentraño
   y visiones hundidas no sé dónde.

   Y padezco por penas ya acabadas,
   dolor junto a dolor cantan a coro,
   triste cuenta de angustias solventadas

   Cual si antes no pagara, y pago en oro.
   Mas recobro la pérdida al momento
   si pienso en ti, y acaba mi tormento.



   SONETO XXX (Versión de Alfredo Martínez Howard y
Maggie Howard de Martínez, en Doce sonetos de Shakes-
peare. Burnichon editor, 1961)

   Cuando callado y dulce rememoro
   las cosas idas, y de un ser querido
   la suspirada ausencia, al par deploro
   renovado penar y tiempo huido.

   Y por mis muertos y el ayer que añoro
   pleno de su esplendor desvanecido
   con desacostumbrado llanto lloro,
   pues mi herida de amor ha renacido.

   Sufro así por lejano sufrimiento
   y oblo otra vez mi suma de pesares
   como si la debiera todavía...

   Pero si pongo en ti mi pensamiento
   logro que toda pérdida repares
   y que se acabe toda pena mía.


   Sólo falta una cosa: la belleza del original, mostrando
una vez más cómo es imposible traducir la música de un
idioma a otro. Y la música es mucho. En las películas su
importancia no puede ser minimizada. En la vida, en la
vida real, en este cotidiano de estar entre nuestra mente y
el mundo, la música no juega. 


    SONNET XXX   (William Shakespeare)


 When to the sessions of sweet silent thought
 I summon up remenbrance of things past,
 I sigh the lack of many a thing I sought,
 And witm old woes new wail my dear times waste:

 Then can I drown an eye, unus'd to flow,
 For precious friends hid in death's dateless night,
 And weep afresh love's long-since cancell'd woe,
 And moan the expense of many a vanish'd sight.

 Then can I grieve at grievances foregone,
 And heavily from woe to woe tell o'er
 The sad account of fore-bemoaned moan,
  
 Which I new pay as if not paid before.
 But if the while I think on thee, dear friend,
 All losses are restor'd, and sorrows end.



2 comentarios:

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

Me gusta más la traducción en que no se intenta conservar la rima. Pretender traducir un poema rimado de una lengua a otra, y al mismo tiempo querer que conserve la rima, es algo parecido a un fraude, pues (salvo quizá en idiomas muy próximos: p. ej. español, italiano, portugués) será imposible lograr la rima sin alterar el genuino sentido del texto.

Isabel Falla dijo...

Lo primero, gracias por la "disgresión absoluta". Voy a leer a Mosley.
Lo óptimo sería leer los textos literarios en el idioma en que fueron escrito por el autor.El tema de las traducciones es complejo y difícil.Me parece que el traductor es una especie de intérprete, ya que hace una relectura de la obra traducida, que dependiendo del conocimiento riguroso del idioma y de su habilidad, sensibilidad e "intuición" de captar el "espíritu" de lo que está traduciendo resulta ser una buena o mala traducción en el sentido antes expresado.
Opino, aunque no soy una experta, que la músicalidad de un poema es algo que el buen traductor debe tratar de transmitir aunque no lo logre plenamente, es simplemente imposible. Aclaro que música y rima son cosas distintas.
Un gusto leer las distintas versiones del soneto XXX. Gracias de nuevo por su trabajo.