sencillamente me senté en un banco
los dos músicos sentados a mi izquierda
empezaron a tocar
y la calle inició su movimiento
la gente parecía ocupada y atenta a sus asuntos
no sabiendo que al sentarme los había puesto en marcha
en un mundo hasta entonces inexistente
pero es un asunto conocido:
el arte del disimulo en público está muy extendido
hasta el punto de que toda esta gente
hace como que es cierta
y si pudiese entrar en sus pensamientos
como me han sugerido a veces
incluso ellos mismos
sabría hasta qué punto creen creer lo que están creyendo
pero no es el momento:
la iglesia que está a mis espaldas, con jardines y todo
ha comenzado a desplazarse
esta vez sin intervención alguna de mi parte
y su movimiento que hace sonar algo más que campanarios
ha hecho que los músicos
dejasen de tocar
y la gente que pasaba
por supuesto se ha inmovilizado
y si no fuese por el perrito que mueve la cola
contento
creo que daría para preocuparse
ver pasar a la iglesia
camino del mar
que no muy lejos
parece la bandera
de un país maravilloso
naves
que inician sus viajes
a lugares que no conoceremos
viajes
al final
pareciera que
lo que no sabremos nunca
es lo que realmente vale
o por lo menos
parece que
vale la pena creer eso
y que los hilos invisibles
que verdaderamente
mueven el mundo
hicieran sus nudos
de seda
en las telas ocultas
de los corazones
pero los músicos han recomenzado
y la gente pasa y las naves de la iglesia
navegan sólo en el tiempo
y soy yo quien está detenido
en creer en un pensamiento
mientras gira el tambor del mundo
y las nubes pasan
la música extiende su tela
y el perrito observa el escenario
y la gente simplemente camina y conversa
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