viernes, 7 de marzo de 2014

UN POEMA (SOBRE LO INEFABLE) DE PASTERNAK

 




Hablando de lo que no se puede decir, porque las pala-
bras tocan el límite pero no lo pueden atravesar; de lo ine-
fable, de lo innombrable, que resulta ser lo más importante,
lo que se escapa entre los huecos de la red que teje el len-
guaje, lo que sentimos como único, lo que nos da el sentido
que hasta ahí no teníamos y que volveremos a perder en
cuanto esta sensación, este momento se disuelva sin que
nadie lo sepa nunca, hablando de eso, me crucé con este
poema que escribió Boris Pasternak cuando tenía 69 años.

DÍAS ÚNICOS

De los inviernos pasados, los primeros
días de sol, los recuerdo:
eran irrepetibles y se repetían
otra vez y sin final.

Poco a poco, en el curso de los años,
fueron produciendo una serie
estos días únicos, en los que
parece que el tiempo se detiene.

Yo los recuerdo a todos: el invierno
llega a la mitad y los caminos
se inundan, las terrazas chorrean
y el sol se calienta en el hielo.

Como si fuese un sueño, los amantes
corren más rápido el uno al otro
y, de tanto calor, arriba en los árboles
transpiran los nidos de los pájaros.

Y las canciones se aquietan, cansadas,
se adormilan sobre el disco.
Y el día dura tanto como un siglo
y no se termina el abrazo.

(1959)

 Resulta entonces que hay momentos en los que parece
que se pudiera decir lo indecible. Y, aunque no sea así,
lo que se logra es al menos la alusión (acaso toda ilusión
es una alusión), como el dedo que señala la estela de hu-
mo que el avión insonoro ha dejado en el aire, justo un
instante antes de que se disuelva en el azul.

 Nuestro paso por el mundo, nuestros momentos... ¿có-
mo llamarlos? ¿Nuestros momentos con-sagrados? "Y
como el rayo de sol sobre ondulantes flores..."
Se fugan juntos, el tiempo y la memoria.
Llevándonos.

Bien, ya está dicho que no puede decirse. Sin embargo...

Hace un tiempo que. O sucede de esta manera ahora, o ha
sucedido siempre y recién ahora me doy cuenta.
Pienso... afuera de mi cabeza.
Pienso en los libros. Partes de libros que mi cabeza rela-
ciona. Pequeñas constelaciones asociativas.
¿He pensado alguna vez adentro de mi cabeza?
Hablo de pensar.
Tal vez he pensado siempre entre. Entre el texto y yo, entre
la escritura y yo, entre la otra persona y yo.

Esta vez la asociación fue con una palabra: "Salvoconducto".
¿Y cómo vino?
Este libro lo tengo desde hace muchos años:


Mi asociación fue: "¿Quién escapa a la tentación -¿sonó
religioso?- a la necesidad de contar con un salvoconducto."
Enlazaba a Pasternak y su poema, pero pensando, por su-
puesto en lo connotado: el olvido, lo perdido, el pasado
irrepetible, el vuelo del tiempo que nos saca el aire... ¿Pa-
ra qué llamarlos "muerte"?
Y ese "Salvoconducto", se me ocurrió, podía ser de dos
clases: uno más oficial, con las 'garantías' colectivas, como
un sistema religioso o político-religioso, en todo caso; o
bien un salvoconducto manuscrito, de valor incierto, que
habría que poner a prueba en la frontera misma, ante auto-
ridades inflexibles. El arte, el amor y las pasiones.
Las pasiones, pensaba, son inexplicables, pero, al mismo
tiempo, significan: "¡he encontrado una explicación!"

El poema de Pasternak parece someterse a una verdad an-
gustiante: todo pasa. Tal vez sólo tenemos esa expresión de
Antimero en el bolsillo: "Ya muchos dicen que vivir es acor-
darse de haber visto."
Pondría en duda la vida (humana) sin la memoria, nada me-
nos.

En otro libro de este gran poeta ruso

 
aparece, en cambio, esta inscripción:
  "No habrá muerte", dice Juan Evangelista. Escuchad cuan
simple es su argumentación. No habrá muerte porque aque-
llo que fué antes ya pasó. Es más o menos así: no habrá
muerte porque esto ya fué, es viejo y está agotado, y ahora
hace falta algo nuevo y lo nuevo es la eterna vida.

Y en otra parte:
  He aquí que os preocupáis de si resurgiréis o no, cuando
ya habéis resurgido, sin daros cuenta, desde el momento en
que nacísteis.

No sé hasta qué punto Pasternak ha podido sostener esta
creencia. Y si, en el momento de presentar este salvoconduc-
to habrá resultado eficaz. De más está decir que carezco de
este tipo de credenciales.

Hay otro texto que extraje, así, como dije antes, pensando
casi al azar fuera de mi cabeza.
Pertenece a este libro
 

 
"Pude y debí haber callado hasta nuestro encuentro que
ya no podré dejar de amarte, que eres mi único cielo le-
gítimo, que eres mi esposa legítima, legítima hasta tal pun-
to que en esta palabra, en la fuerza que a ella afluye, co-
mienzo a advertir la incoherencia que nunca antes había
habitado ahí. Marina [Tsvietáieva], se me erizan los ca-
bellos de frío y de dolor cuando pronuncio tu nombre.
(...) Como si tú me hubieses encomendado a pitias espe-
ciales, que han de cuidar de mí. He comenzado a con-
fundir hasta lo absurdo dos palabras: tú y yo.
 
Mi conclusión es que un sistema religioso (o político-
religioso, un sistema de creencias que da cuenta de
todo y cierra las brechas) no es lo mismo que el re-
curso del amor. En éste la vulnerabilidad retorna ba-
jo la forma de la posible pérdida del otro. Asi que
seguimos siendo frágiles, seguimos viendo pasar la
vida; somos una 'máquina' que transforma la vida
en recuerdos, el futuro en pasado. Y, para colmo,
hasta cierto punto estamos conscientes de ello, y
en la misma medida nos damos cuenta de que na-
da podemos hacer para revertir la dirección inexo-
rable del tiempo.
 
Cedo a la tentación (una vez más este término) de
transcribir un poema de Pasternak que leí en esos
años. ¡Era tan temprano en la vida! Está en la "An-
tología universal de la poesía" que publicó Miguel
Brascó, y la versión es suya.
 
LA PRIMAVERA
 
¡He aquí la primavera! Vengo de la calle en donde se
                                                          [asombra el álamo,
la lejanía se inquieta, la casa teme ser derribada,
donde el aire es azul como la ropa
del que abandona el hospital.
 
Donde la noche es vacía como una narración que se
                                                                  [interrumpe,
que la estrella deja sin continuación
ante el estupor de mil y mil miradas azules,
insondables, inexpresivas.
 
Diría que el poeta que hay en Pasternak piensa (o
siente) muy distinto a lo que piensa (o siente) Pas-
ternak.
 
 


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo innombrable,lo mas importante..........
Ezra Pound y su Erat Hora y el gracias...
Y Dias Unicos,singulares de B.P,un interesante rescate
Y el tiempo,el tiempo y la memoria que se fugan.......
Y una particular interpretacion de Verlaine:
"Il pleure dans mon coeur
comme il pleut sur la rue,
quelle est cette langueur qui penetre mon coeur"
Gracias por la nueva pagina.

volt303 dijo...

Agradezco hondamente esta nueva
entrada por ser capaz de hundir
sus raíces allí donde no alcanza
la palabra y sin embargo tan presente
en días de transformación cuales son
los de los cambios de estación,
como bien trasmite Pasternak,
marcando las señales
de lo indescifrable propio del amor.
Eterna gracia al bloguero.

Robert Rivas dijo...

Gracias por ambos comentarios.
Son importantes para mí.