Hace algo más de 2 años leí "Un día en la vida de Iván Dení-
sovich". Si bien es un libro de hace varios años, en aquellos tiempos simplemente me saltée la lectura de este tremendo a
utor, en buena medida por haber leído "Cuentos mínimos", lo peorcito de su obra, en el tiempo en el que habían salido pu-
blicados "Pabellón de cancerosos" y "Archipiélago Gulag".
Ahora me atrajo la edición y una vez iniciada la lectura, el
resto es una suerte de aluvión imparable.
Lo menciono ahora, porque "Un día..." me había dejado con
ganas de leer más de este autor y hace unos días terminé de
leer una edición reciente de "La casa de Matriona seguido
de Incidente en la estación Kochetovka". Si bien la temática
es bien diferente, hay una fuerte conexión entre ambos libros.
El primero es una crónica novelada sobre la experiencia en
los campos de detención siberianos del autor (preso político
entre 1945 y 1956) y el segundo está dividido en dos relatos:
"La casa de Matriona"* refleja el tiempo siguiente a la libera-
ción de Solzhenitsyn, a quien ya no le quedan ni familia ni a-
migos en su patria, lo que lo lleva a buscar algo así como el
espíritu de la vieja Rusia y de su gente. Piensa que en particu-
lar son las fuertes mujeres rusas las que mejor contienen esa
suerte de espíritu. En este caso Maitrena, una mujer en sus
60, que vive sola en una miseria material casi absoluta y cuya
descripción cierra este relato.
Reproduzco acá esa parte, porque no afecta la lectura del tex-
to:
"No ansiaba vestidos, indumentos que engalanan al deforme
y al malvado.
Incomprendida, abandonada incluso por su marido, había en-
terrado seis hijos, pero no su buen carácter; hermanas y cuña-
das la tenían por una extraña, por ridícula, porque trabajaba
como una tonta para los demás sin pedir nada a cambio, y a
la hora de su muerte no había hecho acopio de enseres, sólo
había tenido una cabra blancuzca, un gato rengo, unos cuan-
tos ficus...
Habíamos vivido todos junto a ella sin comprender que era
precisamente ella la persona justa sin la cual, como en el di-
cho, no se tendrá en pie la aldea.
Ni la ciudad.
Ni nuestra nación entera."
Es, sin duda, una forma de canto a la madre. Data de 1959.
Ignoro qué habría pasado con la familia de Solzhenitsyn du-
rante su cautiverio, y si tenía esposa e hijos, pero lo cierto es
que una vez liberado parece encontrarse completamente solo
en el mundo.
El segundo relato de este tomo, llamado Incidente de la esta-
ción de Kochetovka, fue escrito en 1962, pero se refiere a un
episodio real que tuvo lugar en esa estación de ferrocarril en
1941. Podríamos ubicar al autor en ese incidente, pero más
en su condición de testigo de cómo se desenvolvían los acon-
tecimientos de la guerra en medio de las persecuciones ideo-
lógicas de Stalin, ya que A.S. fue enviado al frente en 1942.
Sin embargo, lo relatado anticipa las condiciones de deten-
ción que sufriría Alexander en 1945, por "delitos de opinión".
Es un relato muy visual. Podría decirse que quienes vivieron
esa guerra en el frente ruso en particular, tienen múltiples
historias fuertes que contar. Enemigos por todas partes: los
alemanes, los servicios de inteligencia soviéticos y el frío ex-
tremo sumaron fuerzas contra los mal preparados soldados
de la U.R.S.S. Que llevaron adelante la hazaña de derrotar a
esos tres enemigos 'superiores' en fuerzas, para encontrarse
después con las más diversas formas de la desolación.
Mis lectores ya conocerán mi teoría de base: todo se decide
en uno en un nivel cuyas 'razones' se nos escapan por com-
pleto. Pertenecen al orden del 'me gusta- no me gusta', por
más elaboradas que lleguen a ser. La elaboración, justamen-
te es secundaria. La materia prima de toda esa elaboración -
por un momento parecemos pequeñas fábricas más o menos
ambulantes, forjando teorías, ideas, ideologías y sistemas
completos de pensamiento (en el mejor mejor de los casos)
con esas casi desconocidas materias primas- es lo que nos
gusta. Le tenemos simpatía/amor/admiración/ compasión
o por el estilo a un autor y antipatía, etc., a otro. Siempre es
posible creer que sabemos porqué pero esto es tan estúpido en
el fondo como creer que sabemos porqué nos gusta la remo-
lacha y nos da asco el apio.
Mi intención no es dar a conocer la obra extraordinaria de
este escritor ruso, sino dar un rodeo a ese inmenso territorio
escrito, a través de los comentarios que han hecho de él
otros grandes escritores. Solzhenitsyn es un acontecimiento
casi único en la literatura contemporánea. Su carácter testi-
monial, junto a la riqueza artística, lo han convertido en un
controvertido eje de muchas cuestiones vinculadas a la es-
critura en el siglo XX.
Comencemos por el que leí más recientemente.
Emmanuel Carrère es un importante novelista francés. Sien-
do su madre rusa -y cultísima-, Carrère se sumergió en ese
mundo lleno de historia, revolución, contrarevolución, in-
trigas, Gulags y gran literatura, desde muy chico. Este libro
suyo cuenta la historia de un cretino real llamado Limónov,
un personaje casi caricaturesco, y sin embargo interesantísi-
mo nacido en plena Guerra Mundial, en 1943.
Hay una historia trágico-graciosa que cuenta Carrère acerca
del momento de la caída de Beria (el asesino mano derecha
de Stalin). Resulta que la Gran Enciclopedia Soviética deci-
de eliminar a Beria de sus páginas y para ello coloca en su
lugar un artículo acerca del Estrecho de Behring. Menciona
a Piatakov, un compañero de Lenín, que decía "Si el partido
lo exige, un auténtico bolchevique está dispuesto a creer que
lo negro es blanco y lo blanco negro".
Luego dice: "Solzhenitsyn lo había anunciado: en cuanto se
empiece a decir la verdad todo se derrumbará."
Y en otra parte: "Salvo Solzhenitsyn, los emigrados rusos
de su generación [se refiere a la de Limonov] estaban segu-
ros de que nunca volverían, convencidos de que el régimen
del que habían huido duraría, si no siglos, como mínimo has-
ta después de su muerte."
Cortemos camino. Estas son las palabras que Joseph Brod-
sky dedicó al tema Solzhenitsyn.
"Pongámoslo de esta manera. Estoy tremendamente orgu-
lloso de estar escribiendo en la misma lengua que él lo ha-
ce. Creo que es uno de los más grandes hombres de todos
los tiempos... uno de los más grandes y más valientes hom-
bres que hayan vivido en este siglo.Pienso que es un escri-
tor absolutamente notable.
(...) Se le han hecho muchos reproches por varios críticos,
por varios hombres de letras, de ser un escritor de segunda
línea, o un mal escritor. No creo que eso sea justo... porque
la gente que está juzgando el trabajo literario están de al-
guna manera construyendo su juicio sobre la base de siste-
mas de estética que son heredados del siglo XIX. Lo que
está haciendo Solzhenitsyn en literatura no puede ser juz-
gado por ese modelo estético, así como su 'tema' no puede
juzgarse por nuestros modelos éticos. Porque el hombre
está hablando acerca de la aniquilación o la liquidación
de sesenta millones de personas, no hay lugar, en mi opi-
nión, para hablar de pura literatura y de si es un buen tipo
de literatura o no.
Lo que intento decir es esto. Curiosamente, él es el escritor,
pero él usa a la literatura, y no en orden de crear una nueva
estética sino por su antiguo y original propósito: contar una
historia. Y haciendo esto él está, sin proponérselo, ensan-
chando el marco de la literatura.
(...) Con lo que empezamos, históricamente, es con una nou-
velle normal, Un día..., ¿sí? Entonces él va a algo más gran-
de, Pabellón de cancerosos, ¿sí? Y después pasa a algo que
no es ni una novela ni una crónica sino algo en el medio,
El primer círculo. Y luego tenemos este Gulag que es, creo,
una nueva clase de épica. Es una épica muy oscura, si se
quiere, pero es una épica.
Creo que el régimen Soviético ha tenido su Homero en el
caso de Solzhenitsyn." (Entrevista del Iowa Review de
1978)
Más adelante, en una entrevista con Sven Birkerts de di-
ciembre del '79, estas anotaciones:
"Cuando salió Un día en la vida de Iván Denísovich, lo leí
instantáneamente. Me acuerdo, hablando de Akhmatova,
que comentábamos Un día... y un amigo mío dijo "No me
gusta ese libro". Akhmatova dijo: '¿Qué clase de comenta-
rio es ése - 'me gusta' o 'no me gusta'? El punto es que ese
libro debería ser leído por los 200 millones de habitantes
de Rusia.' Y es así, ¿sí? Nunca nos encontramos, sólo in-
tercambiamos una vez por mail... Realmente pienso que
con él el régimen soviético encontró su Homero: lo que
logró revelar, la manera en que tironeó al mundo y lo
hizo dar una vuelta, ¿sí? Pero entonces tenés a millones
de muertos detrás suyo. La fuerza del individuo que está
vivo crece proporcionalmente -no es él esencialmente,
sino ellos."
Antes de continuar, una breve reseña de su vida.
Alexandr Solzhenitsyn nació en Kislovodsk, en el Cáucaso
Norte, en 1918. Estudió ciencias durante cinco años, desde
el año '36. En el '41 fue movilizado y poco después enviado
al frente. Fue detenido en 1945 por el régimen estalinista
por "delitos de opinión" y deportado a un campo de trabajos
forzados, donde estuvo detenido durante nueve años. De esa
experiencia provienen "Un día en la vida de Iván Denísovich"
y buena parte de "Archipiélago Gulag". A partir de 1967, y
después de haber sido "rehabilitado", vuelve a ser perseguido
a raíz de una carta en la que denunciaba la censura y que en-
viara al IV Congreso de Escritores de la URSS. En 1970 re-
cibió el Premio Nóbel, pero ciertamente ese hecho no logró
menguar la persecución a la que se veía sometido. En el '74
fue detenido y deportado. Regresó a su país natal en 1994,
luego de 20 años de exilio en Estados Unidos. El resultado
escrito de ese retorno es la publicación de dos libros: "El
'problema ruso' al final del siglo XX" y "Rusia bajo los es-
combros", producto éste de una recorrida de 26 provincias
y comarcas rusas en el término de cuatro años. Entre otras
cosas denuncia que "uno de cada tres habitantes extranje-
ros de Chechenia resultó víctima de la violencia, en una
'purificación étnica' que, a diferencia de la que sufrió Bos-
nia, fue desconocida por el mundo."
Solzhenitsyn murió en Moscú el 3 de agosto de 2008.
El gran cronista y viajero inglés Colin Thubron, visitó Si-
beria en 1983, para "Entre los rusos". Más adelante publicó
un libro sobre Siberia. En la nota mencionada, dice:
"Un siglo después del encarcelamiento de Dostoievsky,
Solzhenitsyn fue escoltado a través de Omsk en su camino
al campo de trabajos forzados de Kazajstán. Él y sus com-
pañeros prisioneros fueron encerrados en una mazmorra
abovedada de piedra cuyo único ventanuco superior se a-
bría con un largo astil. Él nunca olvidó cómo se acurruca-
ron amontonados bajo una lamparita de quince watts,
mientras que un anciano capillero les cantaba, cerca de
la muerte: cómo la manzana de Adán del anciano se es-
tremecía mientras él permanecía debajo de la boca del
inalcanzable ventanuco, y su voz, temblando de muerte
y sentimiento reflotaba una vieja canción revolucionaria:
Aunque todo está en silencio alrededor,
Es una cárcel, no una tumba-
Centinelas, ah, centinelas, ¡Cuidado!"
En una extensa entrevista con Dana Gioia, Millicent Di-
llon (luego biógrafa de los Bowles) y Michael Stillman,
llevada a cabo en 1976, el brillante narrador americano
John Cheever habló extensamente acerca de Solzhenit-
zyn, trayendo al primer plano las discusiones que se te-
nían en aquellos tiempos acerca del autor ruso.
Extraigo algunos fragmentos de esa charla.
" Cuando estuve en Rusia por primera vez, hará unos
diez años, Kruschev todavía era Primer Secretario y
por supuesto encarceló a Solzhenitsyn por "Un día en
la vida de Iván Denisovich", que yo pienso es un her-
moso libro. No lo conocí, ya que por entonces él [A.S.]
estaba en las provincias, y además se suponía que tenía
cáncer."
"Con la excepción de "Un día..." y de "El primer círculo", Solzhenitsyn es prácticamente ilegible."
"Sin embargo S. está entre nosotros, tiene su fuerza de
carácter, de fe, y parece poder vivir una vida bastante
feliz gracias a su don, más allá de Brezhnev y de la CIA."
"En cuanto S. fue transformado en un peón [en el senti-
do ajedrecístico] político, tanto John Updike como yo nos
abstuvimos de firmar cualquier papel objetando el trato
dado a S., pero finalmente la torpeza y estupidez de los
rusos era tan grande que consultamos entre nosotros y
acordamos firmar una carta para Dick Wilbur, dirigida
al Comisionado de Cultura (en la URSS)."
"Lo que objeto, y lo objeto bastante profundamente, es
el hecho de que ha sido usado como una figura política
y de que no debiera haber ninguna confusión entre ser
una figura política y una figura literaria."
Kenzaburo Oé es uno de los grandes escritores japoneses
contemporáneos. La cita que voy a mencionar no parece
significativa, ya que apenas roza el tema de A.S. Pero, al
hablar de Rostropóvich, se enlaza a las discusiones que se
venían teniendo en Occidente acerca de quiénes habían a-
yudado realmente a sus compatriotas en desgracia y quié-
nes no. El libro se llama "¡Despertad, oh jóvenes de la nue-
va era!", y dice: "me mostró un artículo cuyo contenido
puedo evocar vívidamente: versaba sobre el ataque del vio-
loncelista Mstislav Rostropóvich a la restricción de la liber-
tad de expresión en la Unión Soviética. Todavía en Rusia
en esa época, Rostropóvich se dedicaba a defender a su ca-
marada Solzhenitsyn, y yo había copiado sus observaciones
en la guarda del libro que estaba leyendo aquel día: "Todo
ser humano debe tener derecho a expresar sin temor sus
pensamientos y opiniones sobre aquello que conoce y ha
experimentado. No me estoy refiriendo a la mera regurgi-
tación, con mínimas variantes, de las opiniones con que he-
mos sido alimentados..."
Ahora debemos hablar un poco de Varlam Shalámov. Este
enorme escritor fue detenido en 1929, a los 21 años de e-
dad, siendo estudiante de derecho. Fue derivado a Kolymá,
uno de los sitios más terribles de Siberia, de donde salió re-
cién en 1951. Siguieron entonces dos años de confinamien-
to en Magadán. Luego escribió los conmovedores "Relatos
de Kolymá". Solzhenitsyn habló del Gulag en su épico li-
bro de 1800 páginas. Pero confiesa: "La experiencia de
Shalámov en los campos fue más larga y más acerba que
la mía, y admito con todo respeto que es él y no yo quien
toca el fondo de bestialidad y desesperación hacia el que
nos arrastraba la vida en el campo."
Shalámov le dijo a Nadezda Mandelstam que habría vivi-
do "muy contento" en el campo que describe Sozhenitsyn
en Un día en la vida de Iván Denísovich. Kolymá represen-
taba "la perfección negativa" de los campos de trabajos for-
zados del Archipiélago. El mismo Ossip Mandelstam iba
camino de Kolymá a fines de los años 30 cuando murió de
hambre y en plena demencia, en la prisión de Vtoraia Rech-
ka.
V.S. Pritchett, el lúcido ensayista y sensible autor de ficción,
escribió acerca de A.S.:
El objetivo de Solzhenitsyn es la precisión y una exigente
e incesante ironía: los campos lo obligaron a buscarse a
sí mismo y cuando la gente le dice: "¿Por qué destapar lo
que pasaba en los malos tiempos?", su respuesta es que
cuando un país o una doctrina elude enfrentarse a su pro-
pio pasado con un pretexto u otro, el efecto es tan mortal
para la calidad de vida como para el corazón de cada
cual. No es un activista político; carece de retórica y de
planteamientos con dobles verdades; es un despertador.
Esto lo escribió Pritchett después de leer las partes III-
IV de Archipiélago Gulag.
Según A.S. el régimen comunista se mantuvo "no porque
no hubiera ninguna oposición interior, no porque la pobla-
ción se rindiera dócilmente ante él, sino porque es inhuma-
namente fuerte, hasta un punto imposible de imaginar en
Occidente."
Esta cuestión, la de la resistencia y no-resistencia de las
víctimas, se había planteado también con el tema nazi y
su genocidio. En el caso de la Unión Soviética de Stalin,
existe una publicación acerca de la resistencia en el Gulag**.
El mismo Solzhenitsyn participó de una insólita huelga
laboral y de hambre en el campo de Ekibastuz, en 1952.
Años después de esa entrevista con Brodsky en la que
hablaba tan encomiosamente de A.S., según parece,
había cambiado bastante de opinión acerca del autor
de "Pabellón de cancerosos".
En un libro de entrevistas de Solomon Volkov, encon-
tré estas dos menciones:
B: "Sin embargo, no creo que el surgir del libre pensamien-
to en la Unión Soviética, la emancipación de las concien-
cias en general, comiencen con Iván Denisovich.
V: ¿Con quién piensas que comenzó todo?
B: Para mi generación, Tarzán. Esta fue la primera pelícu-
la en la cual vimos vida natural. Y pelo largo. Y ese mara-
villoso grito de Tarzán, que, como usted recordará, colga-
ba sobre cada ciudad rusa. El estado luchó contra esto con
mucha más fuerza de lo que lo hizo con Solzhenitsyn más
tarde. (Entrevista llevada a cabo entre el otoño del '79 y
el invierno de 1982)
V: Tengo que admitir que me asombró la sugerencia de
Solzhenitsyn de que Leningrado fuese rebautizada San pe-
trogrado. Entiendo que quisiese rusificar el nombre de la
ciudad, pero es raro que él, un escritor que habitualmente
está tan atento al sonido de las palabras, no se diese cuen-
ta de cuan altisonante y desagradable sonaba la variable
propuesta.
B: Sí, bueno, no tengo ningún deseo de hablar de este caba-
llero. (De una recopilación de conversaciones tenidas en-
tre el otoño del '88 y el invierno del '92)
¿Qué ocurrió en el medio?
Sin manera de saberlo realmente, se me ocurre que tiene
que ver con lo que señalaba Cheever. Solzhenitsyn pasó a
ocupar una posición mucho más política que literaria a
partir de su exilio. De hecho, para gente como Georg Lú-
kacs, el notable lingüista, Solzhenitsyn intentó volver a la
raíz del socialismo de los años 20. Amaba a Rusia y quiso
participar activamente de su saneamiento y reconstrucción.
Para eso dejó los "hábitos" de escritor. Todo lo que publicó
después de Archipiélago Gulag (o casi todo, porque inició
una tetralogía con "Agosto 1914") fueron textos de crítica
tanto al régimen soviético y al dominio de la corrupción y
de las mafias en la Rusia post-soviética, como al sistema
occidental. Este acercamiento a una posición de poder y
al campo de los hechos, alejó, para la gran mayoría de los
escritores a Solzhenitsyn de la literatura.
El otro factor es el de los sentimientos que despierta A.S.
una vez liberado de la opresión soviética, como persona.
Los 'inevitables sentimientos', podríamos llamarlos.
Porque pueden hacernos olvidar de muchas otras cosas.
Sentimientos que se mezclan con lo que sabemos, con lo
que hemos sentido antes, modificando la relación con el
que fuera bautizado como 'héroe' o como 'el Homero del
régimen'.
Eso. Sólo eso. Nada menos que eso.
BIBLIOGRAFIA
A.S. Un día en la vida de Iván Denísovich. Tusquets,
2009.
A.S. La casa de Matriona/ Incidente en la estación de Ko-
chetova. Tusquets, 2011.
A.S. Pabellón de cancerosos. Tusquets, 2008.
A.S. El primer círculo. Tusquets, 1992.
A.S. Archipiélago Gulag (1918-1956). Tusquets, 1998.
A.S. Archipiélago Gulag III. Tusquets, 2007.
A.S. Rusia bajo los escombros. FCE, 1999.
Colin Thubron. Siberia. Revista Granta N° 64. Rusia.
The Wild East. 1998.
Scott Donaldson. Conversation with John Cheever. Univ.
Press of Mississippi, 1982.
Martin Amis. Koba el Temible. Anagrama, 2004.
Solomon Volkov. Conversations with Joseph Brodsky.
the Free Press, 1998.
Cynthia L. Haven. Joseph Brodsky. Conversations. Univ.
Press of Mississippi, 2003.
Kenzaburo Oé. ¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era!
Seix Barral, 2005.
**Donald Boudreau. Resistance in the Gulag Archipiélago.
Versión digital. (Disponible en forma gratuita en Amazon)
Acerca del Gulag también es recomendable leer a Valeri
Grossman y al mencionado Varlam Shalámov. O a Orlan-
do Figes. O a Serguei Sartakov. O a Boris Pilniak.
*Es muy probable que "La casa de Matriona" refleje los
años posteriores a la detención en el Gulag mismo, ya que
los que regresaban de los campos no podían regresar de
inmediato a sus casas, sino que debían pasar al menos un
par de años llamados de 'confinamiento' en algún lugar in-
termedio.
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