domingo, 21 de julio de 2024

POEMAS DE ANDRÉ FRENAUD

  



LOS HILOS AZULES DEL TIEMPO


 Los hilos azules del tiempo

 Te han enredado en mi sienes

 Siempre recordaré

 tu pelo

  Después de la amargura

 Tantos otros pasos vacíos

 del otro lado del olvido

 muerte de tantas muertes

 aún vivo

 un brillo de ojo claro

 está montado en mi vista

 todo el ardor de tu belleza

 puede oírse en voz baja

 en todos los días de mi voz

 un signo perdido transformado en mi espejo

 una dulzura en la confusión de mis sueños

 un calor entre los fríos pechos de mi noche


 Yo muero de mi vida

 Yo aún no he terminado

 Te traigo todavía

 el fuego de mi amor.




 MÁQUINA INÚTIL


 Una máquina para hacer ruido

 que resopla y ruega y proclama

 no sólo para mantenerte callado

 tal vez no para divertirme

 construida con palabras desorientadas

 para decolorarse unas a otras

 para entrar en la profundidad del grano

 para perforar todos los granos

 para pasar a través de las perforaciones

 para bombear el agua impregnable

 cuyo curso ruge sin sonido

 una máquina para capturar este silencio

 para poner un poco en tu oído

 un gran aleteo de alas inútiles.




 ¿QUIÉN POSEE QUÉ?


 ¿Quién posee lo que hay en estos corrales? ¿Quién posee

 esa montaña cercada hasta la cima,

 los pacientes muros, el dorado trigo, los almendros?

 ¿Serían tuyos, tuya estos bellos dominios,

 esa casa ese precioso pequeño estanque,

 el niño que llora en el césped?

 ¿Ah! quién sabrá cómo retener entre sus manos

 los muros que se derrumban, la flor inmutable,

 las herencias desmembradas, las fuentes que se secaron?

 ¿Quién leerá los nombres de esas familias muertas

 en el musgo de tumbas olvidadas?

 Y el viento, las rocas, y la muerte, ¿a quién le pertenecen?



 André Frénaud, 26/7/1907-21/6/1993. Nació en Montceau-les-

Mines, Borgoña, Francia, y murió en París. 

 "Tengo, podría decirse, una particularidad: comencé a escribir 

poemas muy tarde, aunque había garabateado unos pocos poe-

mas a los 15 o 16 años. No guardé ninguno de esos, porque no

eran buenos y para entonces yo tenía ambiciones literarias muy

diferentes. En ese tiempo quería seguir una carrera en psicolo-

gía social. Estudié filosofía, y sólo comencé mi segundo flore-

cimiento bastante después, en 1938. En abril de ese año me ocu-

rrió un fenómeno extraño que se constituyó en mi boca, debajo

de la lengua: un texto, y este texto que yo no sabía cómo inter-

pretar, iba tomando forma no tanto a través de imágenes visua-

les sino de una formación de palabras, palabras que estaban en

abierto conflicto unas con otras, que estaban confundidas, que

eran cambiantes, convirtiéndose en otras palabras hasta que un

pequeño objeto finalmente había cobrado forma, suficientemen-

te firme como para que yo fuese a ver a mis amigos que esta-

ban sentados en un café cerca del Puerto Saint Denis y les dije:

"¡Creo que he escrito un poema!"


*




FUENTE


Serge Gavronsky. Poems & Texts. An Anthology of French

Poems, Translations and Interviews with Ponge, Follain, Gui-

llevic, Frénaud, Bonnefoy, Du Bouchet, Roche, y Pleynet.

October House Inc., 1969.




Versiones del inglés, con ayuda de la versión en francés: Ro-

bert R. Rivas (c)


sábado, 13 de julio de 2024

POEMAS DE ADAM ZAGAJEWSKI

 



AL AMANECER


 Desde la ventanilla del tren al amanecer,

 vi ciudades vacías durmiendo,

 tendidas indefensas sobre sus espaldas

 como grandes bestias.

 A través de las anchas cuadras, sólo mis pensamientos

 y un viento cortante vagaban;

 banderas de lino desmayadas en las torres,

 los pájaros empezaban a despertar en los árboles,

 y en las gruesas pieles de los parques

 brillaban los ojos de gatos perdidos.

 La tímida luz de la mañana, eterna

 debutante, se reflejaba en las vidrieras de los negocios.

 Carruseles, por fin en posesión de sí mismos, giraban

 como ruedas de rezo en sus invisibles fulcros;

 jardines ahumados como las ardientes ruinas de Varsovia.

 El primer furgón aún no había llegado

 al muro marrón del matadero.

 Las ciudades al amanecer no son de nadie,

 y carecen de nombres.

 Y yo, también, no tengo nombre.

 amanecer, las estrellas empalideciendo,

 el tren levantando velocidad.


 (Versión del polaco al inglés: Renata Gorzynski, Benjamin

Ivry, y C.K. Williams.)



 CUANDO LLEGÓ LA MUERTE


 No estaba con vos cuando llegó la muerte.

 El hospital municipal fue tu último hogar:

 cuarto blanco, telarañas, pintura 

 astillada, un tarro de cerezas en conserva,

 un viejo ejemplar de un huecograbado, un tenedor de lata

 al que le falta un diente,  dos vasos.

 En la cama siguiente, un sastre con cáncer.

 Eras tan viejo que los médicos pensaron

 que apenas pesarías

 en los números de la muerte.

 Tan viejo que los chicos de tu cuadra

 te pensaban como otro siglo,

 un imperio encorvándose en la vereda rota.

 Mientras la muerte llegaba, sin embargo, vino la juventud:

 de pronto hablabas el lenguaje de la infancia,

 la pantalla blanca entre vos y los vivos

 era el ala de un planeador.

 El goteo endovenoso murmuró, una paloma

 parada impaciente en el alféizar.

 Estabas hablándolo todo acerca de vos mismo

 desde aquel inhóspito lugar hasta dentro de tu muerte:

 el dandy de dieciocho, el maduro de treinta años de edad,

 el maestro alemán que no tenía camión

 para los indolentes alumnos, el pensionista

 con su larga caminata diaria

 eso puede haber medido al final

 la distancia de la tierra

 al cielo.

 Te regeneraste 

 para tu muerte.

 En el pasillo, las apagadas risas

 de las enfermeras; en la ventana,

 gorriones peleándose por miguitas.


 (Versión del polaco al inglés: Renata Gorzynski, Benjamin

Ivry, y C.K. Williams)




 TRAICIÓN


 El mayor deleite, me doy cuenta,

 está sublimemente escondido en el acto de la traición

 que puede igualarse tan sólo a la fidelidad.

 Traicionar a una mujer, a los amigos, a una idea,

 ver una luz nueva en los ojos

 de sombras distantes. Pero las opciones son

 limitadas: otras mujeres, otras

 ideas, los enemigos de nuestros amigos duraderos. 

 Si tan sólo pudiésemos encontrar alguna otredad

 suficientemente distinta, instalarnos en un país que no tiene

 nombre, tocar a una mujer antes

 de que nazca, perder nuestros recuerdos, encontrarnos

 con un Dios otro que el nuestro.


 (Versión del polaco al inglés: Renata Gorzynski)


Versiones del inglés al castellano: Robert R. Rivas (c)


ADAM ZAGAJEWSKI es uno de los más importantes escri-

tores polacos. Nació en la ciudad de Lvov, en la Ucrania Po-

laca, en 1945. Poeta, novelista y ensayista. Estudió filosofía

y psicología en la Universidad Jaguelónica de Cracovia, y du-

rante la década de los 70 formó parte del movimiento de opo-

sición democrática polaco. En 1976 se unió al Comité de De-

fensa de los Obreros, por lo que su obra fue prohibida. Había

publicado su primer libro de poemas en 1972. Desde 1982 re-

partió su lugar de residencia entre París, donde editó la publi-

cación Cahiers littéraires, y Texas, donde fue profesor en la

Universidad de Houston. Regresó a Cracovia en 2002, dando

clases cada año en la Universidad de Chicago, como profesor

invitado. Murió en Cracovia en marzo de 2021.


FUENTE


J.D.McClatchy (Editor). The Vintage Book of Contemporary

World Poetry. Vintage Books, 1996.




 Uno de mis libros preferidos de Zagajewski. Una sucesión de 

recuerdos, reflexiones e ideas.