Todos lo sabemos
¿Lo sabemos?
Es muy ladino el saber (tricky)
Nos quedamos con la parte que nos place
Y desechamos el resto.
¿Quién está dispuesto a tolerar lo intolerable
de su saber?
"Vienen días más duros", decía allá lejos Ingeborg,
como si nos estuviese viendo.
A ver cómo suena en el idioma original:
Es kommen härtere Tage.
El alemán suena -desde aquel tiempo- como si impartiese
órdenes.
Y nosotros tenemos nuestros "propios" días, nuestros "pro-
pios" tiempos.
Nuestro propio futuro embargado en preocupaciones.
Estas son las nuestras e implican a nuestros hijos y nietos
en ellas.
Ingeborg tenía 12 cuando las tropas de Hitler entraron en
la plaza principal de Klagenfurt.
Dice que ese día terminó su infancia.
¿Cómo verán estos tiempos nuestros sucesores hijos y
nietos?
Ya para entonces ellos tendrán los suyos: tiempos, hijos, y
luego nietos.
Tendrán esa vibración adentro, semejante a la de los gran-
des pilares de las líneas eléctricas en las rutas abiertas
recorridas por el viento.
Sus ojos también rastrearán en la niebla "el tiempo prestado
visible en el horizonte".
Ahí es donde nos proyectamos para no quedar empantana-
dos en nuestro propio destino.
"Vienen días más duros."
Todos lo sabemos. Con ese artilugio del saber que nos pone
a salvo a la vez que nos condena.
Y sin embargo, los días duros también los atravesamos.
Ya sabemos mucho acerca de los "días duros".
Nos tenemos los unos a los otros.
Y la mirada, y el corazón que pregunta, y el anhelo que
es nuestro pasajero en el tiempo.
(Inspirado en un poema de Ingeborg Bachmann -1926/
1973- leído en mayo de 2020. El poema, para quienes crean
en esta clase de misteriosas conexiones, se llama "Die Gestun-
dete Zeit", El tiempo aplazado.)
2 comentarios:
Me ha encantado su poema, maestro. Le sigo porque arroja nuevas e insospechadas luces sobre la poesia, un arte arrumbado por todos. Y este poema refleja el fino filo de la incertidumbre, por la que moramos estos días. Me seguiré asomando por su ventanuco, para saborear estas gotas de belleza, que nos hacen más potable la realidad.
Muchas gracias, Sergio. ¡El ventanuco está siempre abierto!
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