domingo, 26 de enero de 2020

PROVERBIOS TUAREG DEL AHAGGAR

 La necesidad hace que la serpiente
camine sobre su vientre.

 A los ojos de su madre el escarabajo
estercoleo es una gacela.

 Aldebaran persigue a las Pléyades.
 Cuando dé con ellas
 será el fin del mundo.

 Un hombre que bebe de una jarra nunca será un 
buen guía.

 Cien ratones guiados por un león
son mejores que cien leones guiados por un ratón.

 Aun el infierno aborrece el deshonor.

 Una mano, si no tiene hermana,
no importa qué, no puede desatar un nudo doble.

 Es mejor pasar una noche en irritación por una ofensa
que en arrepentimiento por una venganza.

 Si un hombre que tiene corazón te lastima, hazle
bien, y se ruborizará por la pena que te ha causado.

 Arroja bondad por encima de tu hombro;
la encontrarás delante tuyo.

 Cuando uno hace el bien, se lo hace a sí mismo;
cuando uno hace el mal, se lo hace a sí mismo.

 Las bebidas mágicas se hacen con cosas dulces.

 El hombre violento
alimenta a su madre con serpientes.

 Besa la mano que no puedes cortar.


Estos textos, traducidos de la versión en inglés, provienen
de la región de Hoggar (o Ahaggar), una provincia volcá-
nica del sur de Argelia.

 FUENTE

 Pierre Joris and Habib Tengour. Poems for the Millennium,
Volume Four. The University of California Book of North
African Literature. 2012.

Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c)

UNA CERTEZA ENTRE TANTA INCERTIDUMBRE




 Por lo menos está seguro

 de que no debió comprar la góndola esa

 El garaje era demasiado chico

 El auto desplazado recibió las inclemencias
                                                del tiempo

 La góndola causó problemas desde el inicio

 El traslado supuso dolores de cabeza
                         hasta entonces desconocidos

 Y además piangeva día y noche

 negras lágrimas de añoranzas fatales
                                                 y canalescas

 Indelebles tinturas que manchaban los pisos

 Los niños no querían subir

 a "ese monstruo" de ninguna manera

 El trailer se desfondaba por el peso muerto

 que era producto de la melancolía negra

 El delicadísimo brocado de 150 años
                                               
 comenzó a dar sus propias señales de desarraigo
                                           
 Hubo que estirar las paredes

 Hubo que subir los techos

 La góndola ya era un arca desahuciada

 La única laguna posible

 se burlaba del "mamotreto fúnebre ése"

 y los escasos tripulantes mirábamos

 solo a lo lejos

 mientras caía la tarde

 como manto piadoso

 sobre nuestros atribulados sueños

miércoles, 15 de enero de 2020

CUATRO POEMAS DE ROLF JACOBSEN

  


  POSTE DE LUZ

 La luz de mi calle está tan glacialmente sola por la noche.
 Las pequeñas piedras del pavimento acuestan sus cabezas
                                                todo alrededor
 donde sostiene el paraguasdeluz sobre ellas
 para que la malvada oscuridad no se acerque.

 Dice: Estamos todos lejos de casa.
 Ya no quedan esperanzas.




 FINAL DEL CAMINO

 Los caminos han llegado a su fin ahora,
 ya no van más lejos, doblan acá,
 ahí sobre la tierra.
 No podés ir más más lejos si no querés
 ir a la luna o a los planetas. Detenete ahora
 a tiempo, y doblá hacia un nido de avispas o una huella
                                                                    [de vacas,
 es igual. Otra cosa.

 No van a ir más lejos como dije
 sin cambiar, el motor a herraduras,
 la palanca de cambios a una rama de abeto
    que sostenés floja en tu mano
 -¿Qué diablos es esto?



 LOS VIEJOS RELOJES

 Los viejos relojes tienen rostros alentadores.
 Son como esos granjeros en los grandes bosques o en las
                                                      [montañas
 Cuya entera existencia contiene cierta calma aceptación
 Como si pertenecieran a otra raza que la nuestra.
 Una raza que ha luchado a través del tiempo para llegar
                                                        [aquí
 Y ha visto su infelicidad encogerse como el pasto
 Durante el período anterior cuando la Tierra era tierra.
 Son invitados con nosotros esta vez y asienten en sintonía
                                         [con nuestra aflicción
 Junto a nuestra cama con su leve sabiduría: está bien,
 Oh sí, oh sí, está bien, está bien.



 LA EDAD DE LAS GRANDES SINFONÍAS

 La edad de las grandes sinfonías
 ya pasó.

 Las sinfonías se alzaban hacia el cielo con real magnifi-
                                    [cencia-
 nubes encendidas de sol con truenos dentro
 sobre los siglos brillantes.
 Cumulus bajo cielos azules. Coriolanus.

 Ahora vuelven a descender en forma de lluvia,
 una banda, lluvia color piedra en todas las longitudes
                        [de onda y los programas
 cubriendo la tierra como un sobretodo mojado, una bolsa 
                        [de ruido.

 Ahora están volviendo del cielo,
 saltan de los rascacielos como granizo eléctrico
 y se filtran en las salas de estar de los granjeros
 y ruedan sobre los suburbios y los océanos de ladrillos
 como un sonido inmortal.
 Una lluvia de sonido,
 "Ustedes millones de esta tierra, abracense."
 como gritos atenuados

 cada día, cada día
 sobre esta tierra que está sedienta y los toma de nuevo
                              [en su interior.


 FUENTE

Robert Bly. The Winged Energy of Delight. Selected Trans-
lations. HarperCollins, 2004.

Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c)

TEXTOS ENCONTRADOS



 
 Íbamos a bastante velocidad, las cubiertas del auto palpan-
do la huella, tirándonos mensajes demasiado fugaces en el
volante. El barro estaba espeso, como le gusta a Pinman,
había en efecto mucha agua en el camino así que ver era
imposible. Las ruedas veían por nosotros, sentían en sus
carnes el camino. Una distracción de las ruedas podía muy
bien atascarnos -la noche caía como la lluvia, parecía ser
parte noche y parte lluvia, y todo junto se parecía bastante
a la desgracia-, o bien dejarnos ladeados y a nuestra suerte
en la banquina.
 Sí había casas, lo disimulaban muy bien. No se veía ni una
pizca de luz en ningún lado, ni siquiera algo que sirviera pa-
ra engañarnos o ilusionarnos un poco.




 *


 ISMAEL ZELADA

 El loco que estudiaba los pisos.
 No tanto de qué estaban hechos, aunque tomaba cuenta
de ello, decía, en voz bien alta, como si le dictara a un es-
cribiente invisible y duro de oído que estuviera a sus espal-
das: "¡parquet!" o "¡baldosa grande!". Luego pasaba, tam-
bién en forma sucinta, a las características físicas: "tabla
ancha", o "rombos combinados", etc. Pero, entonces, empe-
zaba el verdadero estudio del piso. Parece que una cosa muy
importante era la "consistencia" del mismo. También le pres-
taba una intensa atención a las inclinaciones. Las descubría
con una facilidad extraordinaria: "ligera curvatura de dismi-
nución a la derecha". "Acá". "Ahí también". Y luego otras y
nuevas. Siempre interesado, al mismo tiempo, en cómo la
luz natural recorría los pisos y esta observación la hacía bus-
cando ángulos precisos y mínimos, con las ventanas funcio-
nando a la vez como lupa y linterna.
 "Sólido", "no suficientemente sólido", "no, no". "Jumm,
cáscara, cáscara."
 Estudiaba los pisos, pero no siempre, porque a algunos ya
los tenía estudiados (podría decirse "por suerte"). A esos los
atravesaba sin mirarlos. pasaba derecho, con una actitud
provocadoramente indiferente.
 En cambio, en cuanto entraba a un lugar que no conocía,
su atención era súbitamente imantada por el piso. Al
principio ni siquiera se movía. Lo cual producía una honda
impresión: ver cuánto se concentraba. Luego mirábamos sus
expresiones. Decenas de expresiones cambiantes, al percibir
detalles, al serle reveladas cuestiones trascendentes.
 "Como si fuesen superficies heladas que pudiesen hundirse
bajo los pies", describe un viejo tratado de psiquiatría del
siglo XIX. Pero, por cierto que no es para nada así. Zelada
no le teme a los pisos en absoluto. Si tuviésemos que em-
plear obligatoriamente un término, saltaría a nuestra mente:
"domador". Pero también resulta inexacto, impreciso.
 Anda, ahora descalzo, con una delicadeza que sólo un ani-
mal en peligro de muerte, o bien un animal a punto de sal-
tar sobre la presa, pueden desarrollar.
 "Sordo", dice en este momento. "Sordo", le repite a su es-
cribiente. Y por un momento dudamos, claro. Pero habla 
del piso, Zelada siempre habla de los pisos.



 *

 Con imanes le fueron sustrayendo los Schnifles letras a los
Bujuma, hasta dejarlos boyando en el silencio
 Imitan el gesto del saludo, pero a nadie -pequeñas violen-
cias permitidas
 Una niña se anima: hace un ruido

 Bujumas: rezar sin palabras, reírse sin risa



 *

 largos caminos de seda
 los abandonados
 caminos y caminos

 sinuosos, claro está, pero también extensos
 senderos de curvas lentas
 y con la seda siguiendo y trazando
al mismo tiempo

 senderos hace siglos silenciosos
 abandonados

 al ver esos senderos
 o estar cerca de ellos,
 ¡cómo pensar en tortas,
 en edificios, en cortinas,
 en discursos, en cetáceos,
 en artimañas!



 *

 EL PAN KNINI

 no sirve para comer
 ¿es mejor decirlo al comienzo?
 pero la belleza del pan Knini
 abre a patadas las puertas
 de los medio hermanos Apetito y Hambre

 ellos, desde el fondo frío y oscuro
 de sus habitaciones, sus camas de hierro,
 sus ventanas enrejadas,
 miran al pan Knini con rabia

 y tienen razón
 sí, siempre se tiene razón
 (o al menos razones)
 pero no tiene nada que ver
 con nada



 *

 CALAÑAS

 Esta Filídula 
 a algunos les pone la cara
 con otros imita apenas el gesto del beso
 no sabiendo que no sabe nada
 resulta que a veces
 parece saber algo




 *

 Ofidia es terca ma' non tersa
 es tensa pero no intensa
 su malicia no la vuelve interesante
 pero asfixia a la aspirante
 a media reina
 y la deja para siempre
 reina solamente entre las necias
 sin saber y sin sabor;
 su marido es el señor
 con el que tú conversabas
 él ignora que ella reina
 entre necias consagradas,
 puede que vea a su Ofidia
 para mí que no ve nada



 *

 Dice: "Es raro. O yo tenía una gran imaginación
y la he perdido, o yo no tenía una gran imaginación
y lo que he perdido es la imaginación de tener una
gran imaginación."
 Dice: "Tal vez deba volver al dolor. Mi envoltura 
de dolor."
 Dice: "Vivir escondiéndose. Tener por vida un escon-
dite."
 Dice: "Solía alcanzar buenas profundidades en mis
sueños."
 Dice también: "Vastos los reinos de la necedad y elevado
su índice de población."



 *

 Otro día vimos peces de hocico puntiagudo, negros, des-
lizándose por los bordes de las orillas.
 Buscaban algo y juraríamos que sabían qué era lo que
buscaban.
 Y nosotros mirábamos a esos peces sin dejar de sentir
cómo nos sentíamos.
 La aparente diferencia nos causaba una (nueva) desagra-
dable impresión.





 *

 Después de una excursión de las que se organizaban habi-
tualmente en Sirszt, se venía a este bar a tomar unos tragos,
o a atiborrarse de café.
 El café se puede decir que era espeso.
 ¿Por qué uno mira por los ventanales? ¿Qué, quién espera-
mos que llegue en un lugar donde nadie nos conoce?
 P. vivió algunos años en una mina de sal.
 Dice que ahí la espera parecía distinta, aterciopelada.

ALGUNOS TEXTOS DE HENRI MICHAUX




 Sigo pensando que es el mayor poeta con el que me crucé.
Que sus escritos poéticos "sin poesía", como se dice de ellos,
son de una asombrosa creatividad. Una palabra que se ha ido
perdiendo. (No agrego el triste "lamentablemente".) El único
lugar en el que Michaux se ha permitido ser 'poético' en el
sentido tradicional de esta palabra, vinculada a la belleza, es
cuando se refiere a la muerte de su amada.
 Estos tres textos provienen de versiones bilingües, francés
e inglés. Como mi dominio del francés puede incluirse
dentro de la categoría de lo patético, sólo lo utilizo como un
valioso respaldo para mis versiones del inglés, ya que esta
lengua está mucho más distante de la nuestra que la gala.
 Como seguramente muchos otros, he soñado con la traduc-
ción de la Obras Completas de Michaux. En la edición fran-
cesa son tres tomos y varios miles de páginas. Tarea de las
improbables. Deberemos conformarnos con fragmentos. O
tal vez el fragmento sea mejor que la completud. Y nuestra
tarea se vea enriquecida de tanto en tanto incorporando otra
pequeña pieza el enorme animal-aparato de la obra-Michaux.





 LA DARLETTE

 La Darlette se encuentra en los terrenos secos y arenosos.
No es una planta, es una bestia ágil, corsetada y huesuda
como ningún insecto, gorda como una rata y larga como 
ella, si se incluye la cola.
 Su segmento posterior (hay 3), si un hombre salta sobre
ella, puede muy bien romperse, cuando el animal aun no 
ha arribado a la edad adulta.
 El interior, bajo paredes del grosor de un meñique, no con-
tienen órganos esenciales, la bestia herida continúa su mar-
cha con su abdomen de mermelada y sus paredes en brecha.
Es una bestia que no teme a nadie, come serpientes y va a
chupar las ubres de las vacas que no se atreven a moverse.
 La araña de los fosos le hace la guerra exitosamente: ella
la embobina, la colma de hilos; una vez paralizada, ella la
extrae toda entera por las orejas.
 Sus orejas rosáceas y sus ojos y sus órganos internos son
las únicas partes tiernas de su cuerpo. 
 Ella la aspira toda entera por las orejas.




 DE GENTE ARRUINADA

 Una criatura de una especie desconocida, muy, muy cer-
cana, con una enorme boquiabierta terrorífica abertura ade-
cuada para tragarse al observador, para hacerlo desaparecer,
pronto hipnotizado, perdido por encima de todo, perdida
cualquier idea de retorno. Caída en el corral de carne. Al-
guien tiene por cierto esta tentación.
 Arriba, dos oscuros ojos, globos de visión magnética, mi-
rando rectamente hacia adelante, mono-ideadas, dicen al
unísono: "¿Querrías decidirte? ¿O debo seguir esperando?"
Ya que una pizca de libre albedrío parece parte de las re-
glas de juego, del siniestro, fascinante juego.
 Dientes en una hilera vigilan -poco más o menos- la entra-
da. Casi traslúcidos, apenas podrían lastimar, excepto tal 
vez al retirarse, si retirarse fuese una posibilidad.
 En las profundidades del cavernoso paladar parece haber
flecos, pelos, una hilera de hojas de afeitar blandas, negras-
como oscuros huesos de ballena.
 Una extraña entrada. La boca -un rojo casi flamígero- re-
cuerda (por su circularidad y la perfección de su curva) del
admirable recorrido de un planeta alrededor de su querida,
la Estrella, la Estrella de la que uno no puede apartarse.



  DRAGÓN

 Un dragón surgió de mí. Arrancó cien colas de llamas y de
nervios.
 ¡Qué esfuerzo hice para obligarlo a elevarse, flagelándolo
encima mío!
 Su parte más baja era una prisión de acero: yo estaba ence-
rrado en su interior. Pero me sostuve frente a él y a su furia 
y las barras de la implacable cárcel finalmente se desarma-
ron poco a poco, forzadas por el impetuoso movimiento gi-
ratorio.
 Era porque todo iba tan mal, era en septiembre (1938), era
un martes, por eso tuve que investir esta forma peculiar pa-
ra poder vivir. Así que peleé por mí mismo solo cuando
Europa todavía estaba dudando, y puesto en marcha como
un dragón, contra las fuerzas del mal, contra la intermina-
ble parálisis que surgía de lo que estaba ocurriendo, sobre
la voz del océano de hombres mediocres cuya inmensa im-
portancia una vez más, repentina, vertiginosamente, se re-
velaba.




 LA PARPUA

 La Parpua es un animal corbatado con pesados banderines,
los ojos parecen blandos y del color del espárrago cocido, es-
triados de sangre, especialmente en los bordes.
 La pupila no está desnuda. Es un enrejado de canales negros
que están generalmente dispuestos en tres regiones, tres trián-
gulos.
 La pupila de este animal varía para cualquier persona que la
observa y ante cualquier nueva circunstancia. 
 Pero contrariamente a los felinos, la luz es lo que menos le
importa; son sus impresiones más bien lo que cambia sus
ojos y estos son anchos como una mano.
 Los hombres Banto son conocidos, de acuerdo a Astrocio,
contemporáneo de Euclides y el único hombre de su tiempo
que había viajado, por haber domado a la Parpua. Los Ban-
tos solían sostener que la e y la i que podía hallarse en las
lenguas de todos los pueblos que se conocían por entonces
eran una prueba de la debilidad de esos pueblos.
 Pero ellos mismos, habiendo desposado a las mujeres Iroi,
perdieron sus virtudes guerreras y su peculiar lenguaje.
 La Parpua es dulce. Ellos la han trabajado, ejercitado. Cier-
tas parpuas pueden modificar durante horas sus ojos. Uno
jamás se cansa de mirarlas, "estos estanques que vibran" di-
ce Astrocio. Son grandes actrices. Luego de una escena de
una hora comienzan a temblar, y se enrollan en lana, bajo
sus largos pelos la transpiración se hace pesada y esto entra-
ña un peligro para ellas.



 Hace unos cuantos años, la librería Fausto inició su propia
linea editorial. Publicó entonces varias antologías muy valio-
sas, de poesía italiana, alemana, inglesa, estadounidense, ar-
gentina y francesa. También publicó algunos libros de poetas
fundamentales, en excelentes versiones: Pavese, Pierre Jean
Jouve, Montale, Cendrars, Edgar Lee Masters, Césaire y o-
tros. Entre esos otros, editó "La vida en los pliegues", de Mi-
chaux, en la impecable versión de Víctor Goldstein. Pero a lo 
que quiero referirme en este caso es al hecho de que en la so-
lapa posterior de uno de esos libros, entre los títulos publi-
cados, aparece "La noche se agita", del mismo Michaux, "traducción y notas de Aquiles Ferrario". Pero ese libro nunca apareció. La editorial, aunque no la librería, dejó de existir y 
ese esperado libro del poeta nacido en Namur, nunca cobró existencia.
 Estos dos textos provienen de esa obra.


 EM Y EL VIEJO DOCTOR

 Volviendo de las Indias con una pierna hinchada rezumando
pus para todas partes, Em hizo lo imposible para consultar a
un viejo doctor que vivía en la Selva Negra, y le mostró su
pierna y el pus.
 "Oh," dijo en Doctor, "tal vez haya unos pocos viejos y des-
gastados microbios todavía allí... Unos pocos desgastados 
viejos microbios..."
 Como el hombre joven estaba preocupado porque los huesos
de su pierna podían ser destruidos por los microbios:
 "No, no creo", dijo el Doctor, "más bien pienso que están
al final de sus fuerzas. Sus mejores días han pasado, créame."
Y con una beatífica sonrisa, lo despidió.



 LA ALDEA DE LOS LOCOS

 En un tiempo tan vivaz, ahora una aldea desierta. Acurru-
cado bajo un cobertizo abierto, un hombre esperaba que pa-
rase la lluvia; ahora, hacía un frío tremendo, no habría opor-
tunidad de lluvia por un largo tiempo.
 Un granjero estaba buscando a su caballo entre los huevos.
Recién se lo habían robado. Era día de mercado. Incontables
eran los huevos en incontables canastos. Seguramente el la-
drón había pensado en esto para desalentar la búsqueda.
 En una habitación de la casa blanca, un hombre arrastraba
a su mujer hacia la cama.
 "¡Te importa", dijo ella. "¡Qué pasa si fuese tu padre!"
 "No puedes ser mi padre", dijo él, "dado que eres mujer, y
además, ningún hombre tiene dos padres."
 "Ves, vos también estás preocupado."
 Él se fue, desanimado, un Caballero en vestido de noche pa-
só junto a él y dijo:
 "Ya no quedan reinas hoy en día. No tiene sentido insistir en
ello, ya no hay más." Y siguió su camino, mascullando amena-
zas.


 FUENTES

 Henri MICHAUX. Selected Writings. New Directions, 1968.
(Versiones de Richard Ellmann, el importante crítico estado-
unidense, autor entre otros trabajos notables, de la biografía 
de James Joyce.)




 Henri MICHAUX. Darkness Moves. Anthology: 1927-
1984. Selected, translated, and presented by David Ball.
Univ. of California Press, 1994.

                           


Versiones del inglés, con ayuda del francés: Robert R. 
Rivas (c)