sábado, 23 de mayo de 2020
POEMAS DE RENÉ DAUMAL
Se lo debía. Como a tantos otros. En su caso por el inolvida-
ble -e incompleto- El monte análogo, uno de esos libros que
nos hacían soñar con un mundo de artistas extendiendo y pro-
fundizando el mundo en que vivíamos (o viviríamos). Y tam-
bién por la promesa que representaban sus poemas. Ya se ha-
bía editado, por la genial Fabril Editora, su libro "Clavículas",
cuyos textos no me gustaron tanto como el imperdible Monte
análogo.
Daumal vivió tan sólo 36 años, entre 1908 y 1944. El aniver-
sario de su muerte se celebró antes de ayer. Un día antes publi-
qué el homenaje a mi amigo Horacio Cardo, en su momento un gran admirador de Gurdjieff también, que nació un día antes de
la muerte del poeta francés, el 20 de mayo de 1944.
Desde muy joven Daumal recibió un gran reconocimiento
como poeta. Declinó la invitación hecha por Breton para perte-
necer al grupo surrealista, y en su lugar fundó su propia publicación, Le Grand Jeu, cuando tenía solo 20 años. Además
del inconcluso Monte, publicó una novela llamada La gran borrachera. Se dedicó a diversas experiencias místicas, algunas con drogas y otras con personas (fue discípulo, como mencioné,
del discutido gurú Gurdjieff), además de interesarse por ciertas prácticas orientales. Tradujo a Hemingway ("Muerte en la tar-
de"), a D.T. Suzuki (sus estudios de Budismo Zen), además de varios textos hinduístas.
Aprendió sánscrito y escribió el libro Rasa, acerca de ese
concepto crucial y resbaladizo del Natya Shastra, un antiguo
texto sagrado hindú.
En la intensa y riquísima París de aquellos años, vivió rodeado
de grandes artistas, y nadie dudaría en decir que fue uno de los
más notables de su tiempo.
TRISTE PEQUEÑO TREN DE VIDA
Lo que se pudre en mi corazón
es el fulgor que se nutre de miedos
que ruedan cantando el mal,
en lo alto, en lo bajo, siempre.
Noche tras noche, es fiesta, se hunde la angustia
envolvamos el dolor en una alegría espesa;
noche tras noche, es la flaqueza
del corazón partido por demasiados rostros hermosos,
en el camino.
Mi respiración está podrida y el viento
es un silbador fascinante, es un diente,
es el gusto de la salmuera del abismo antes
de la fuga hacia lo bajo, la cabeza
debajo de la noche de dulces lágrimas.
¡Herida del día en mi flanco!
la noche, es mi sangre
que huye por un agujero blanco-
el sol que me baña hasta el amanecer,
guardo el hambre,
el amanecer de mi fin
nadie entiende, nadie,
nadie me tiende la mano,
yo soy una aguja,
una aguja en el pajar
el pajar infinito, asfixiado hasta el fin...
nadie viene, nadie llora,
siempre la misma cosa, el terror.
LA PIEL DE LA LUZ
La piel de la luz envolviendo este mundo carece de espe-
sor y yo puedo de hecho ver la noche negra de todos estos
cuerpos idénticos detrás del tembloroso velo y la luz de mí
mismo es esta noche que hasta la máscara del sol no puede
ocultarse de mí. Yo soy el testigo de la noche el auditor del
silencio que también está vestido en una piel sonora y cada
sentido tiene su propia noche tanto como yo la tengo yo soy
mi propia noche yo soy el pensador del no-ser y de todo su
esplendor yo soy el padre de la muerte. Ella es su madre a
quien evoco desde el espejo perfecto de la noche yo soy el
hombre reversible mi palabra es un agujero en el silencio.
Yo conozco la desilusión yo destruyo a aquel que devengo
yo mato aquello que amo
REVOLUCIÓN EN VERANO
La luz es excesiva. Los hombres corren comprando fulares,
y no son para soplarse las narices.
Último recurso: el eclipse, acrobacia celestial.
En el carnaval cósmico, este hombre que toma en serio su
rol de planeta. Queman al sol en efigie, ironía de la suerte,
chiste de esclavos.
No se rían demasiado. Ahora los esclavos hacen girar el mo-
lino que muele el vacío. Su sudor embriaga a los astros, el
sol panzudo repta sobre el polvo de los caminos, un ojo agu-
jereado se abre en el cielo y los esclavos ríen, sus hombros
relucientes.
LA PALABRA Y LA MOSCA
Un mago tenía la costumbre de divertir a su público con es-
te pequeño truco. Habiendo ventilado bien la habitación y ce-
rrado las ventanas, él se inclinaba sobre una gran mesa de
caoba y pronunciaba cuidadosamente la palabra "mosca". E
inmediatamente una mosca aparecía trotando sobre la mesa,
probando el barniz con su pequeña probóscide y frotando entre
sí sus patas delanteras como no importa cuál mosca natural.
Entonces, de nuevo, el mago se inclina sobre la mesa y pro-
nuncia de nuevo la palabra "mosca". Y el insecto caía sobre
de espaldas, como si lo hubiese alcanzado un rayo. Mirando
el cadáver a través de una lupa, uno podía ver tan solo una
carcasa vacía, sin ninguna víscera, sin vida, sin luz alguna en
sus ojos facetados. El mago miraba a sus invitados con una
modesta sonrisa, buscando sus elogios, que ellos entregaban
con cierto desgano.
Siempre he pensado que este era un truco bastante pobre. ¿A-
dónde conducía? Al principio no había nada, y al final había
un cadáver de mosca. ¡Qué gran avance! Todavía había que
desembarazarse de los cadáveres - aunque había una admira-
dora del mago que las coleccionaba, cuando podía recogerlas
sin ser notada. Uno esperaba una tercera declaración de la pa-
labra "mosca" que hiciese desaparecer el cadáver de la mosca
sin un rastro; de ese modo las cosas hubiesen quedado igual
al final que al comienzo, excepto en nuestras memorias, que
ya se encuentran obstruidas sin eso.
Debo precisar que se trataba de un mago mediocre, un fraca-
sado que, habiendo probado su mano para la poesía y la filo-
sofía sin demasiada suerte, transfirió sus ambiciones al arte
de las maravillas; y aun ahí, no logró mucha cosa.
FUENTE
Paul Auster (ed.) Twentieth-Century French Poetry. Random
House, 1982.
Una vez más he podido valerme de versiones bilingües, fran-
cesa e inglesa, lo cual me resulta muy útil a la hora de decidir
acerca de ciertas expresiones. Para citar un ejemplo, el último
poema tiene por título en francés Le mot et la mouche, y la
versión en inglés nos invita a llamarlo Poetry and thought
(Poesía y pensamiento).
Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c)
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