sábado, 1 de mayo de 2021

"DE PERROS Y HOMBRES", UNA NOTA DE JOSEPH ROTH

 


 

 Siento una gran admiración por Joseph Roth. Acompañada

de una gran dosis de afecto, como suele suceder. Hay una for-

ma de admiración más fría, también. Y otra, como la que me

despierta este escritor nacido en la parte más pobre del Impe-

rio Austrohúngaro, que llamaría "entrañable". Muchos escrito-

res se sienten parientes o amigos íntimos de otros escritores a 

quienes sólo han conocido a través de sus obras.

Yo empecé con las novelas de Roth: La cripta de los capuchi-

nos, Hotel Savoy, La tela de araña, Fuga sin fin, La rebelión,

La noche mil dos, La marcha Radetzky, Tarabas, Job, Zipper

y su padre,  y otras más breves: Jefe de estación Fallmerayer, 

El espejo ciego, El busto del Emperador. Pero es como cronis-

ta excepcional de su época que, a mi entender, Joseph Roth

(1894-1939), alcanza su máxima estatura artística. Tanto las

Crónicas berlinesas como Viaje a Rusia, que me parece muy

superior al Viaje a Rusia de Walter Benjamin (ambos se men-

cionan, porque se cruzaron allí... apenas), son extraordinarios.

También raya a gran altura El juicio de la historia. Escritos

1920-1939. La extrema lucidez de Roth, junto a su precisa

ironía, su mirada abarcativa y profunda a la vez, la riqueza

de su escritura, llena de metáforas espléndidas ("Juegan a las 

cartas. Los cartones mugrientos suenan en la mesa como una 

bofetada sorda." Crónicas berlinesas), lo convierten en el

testigo perfecto de la masacre europea. 

 Este texto es una traducción del libro póstumo: "The Hotel

Years", colección de 64 folletines que no habían sido tradu-

cidos al inglés.

 


 DE PERROS Y HOMBRES


 A las múltiples escenas de miserias de la guerra en Viena,

se ha agregado una nueva, hace unos pocos días.

 Un hombre regresó de la guerra en la forma de una bisagra-

inválido, con la columna destrozada- se mueve casi inexpli-

cablemente a través de la Kärntner Strasse, vendiendo diarios.

Un perro está sentado sobre su espalda.

 Un perro listo, bien entrenado, montando a su propio amo,

y asegurándose de que no pierda un sólo papel. Un ser de

cuentos de hadas moderno, combinación de hombre y de pe-

rro, arrojado por la guerra y establecido en la miseria de la

Kärntner Strasse.

 Un signo de los tiempos, en el que los perros cabalgan hom-

bres, para protegerlos de otros hombres. Un recuerdo de aque-

llos grandes tiempos en que los hombres eran entrenados co-

mo perros y a los que se les ladraba como "Schweinhunde"*

y cosas así, por otros que eran ellos mismos sabuesos (aun-

que que te ayude el cielo si los denominabas así).

 Un resultado del patriotismo que genera que la preferencia

 del Creador recaiga en criaturas de cuatro patas que carecían

de la distinción espiritual necesaria para convertirse en héroes

o en carne de cañón, y que a lo sumo realizaban tareas extra-

ñas en los servicios de ambulancia.

 Sobre el pecho del inválido cuelga una Cruz del Emperador

Karl Troop. Del cuello del perro una mera placa de identidad.

 El portador de la CRuz Troop es una víctima. El que tiene la

placa de identidad está activo. Él cuida del sufrimiento del in-

válido. Ampara al hombre de ulteriores males. Su Patria y sus

compatriotas sólo podrían lastimarlo. Los tiene para agradecer

estar siendo cuidado por un perro. ¡Signo de los tiempos! Al-

guna vez estos fueron perros pastores que cuidaban manadas 

de ovejas, y perros guardianes que vigilaban casas. Hoy hay

perros-hombre que cuidan inválidos, peroos-hombre la conse-

cuencia lógica de hombres sumisos. La escena me golpeó con

la fuerza de una revelación: un perro sentado sobre un hom-

bre. Cuando se acuerda de lo que pasó cuando confió en otros

hombres, un hombre está feliz de poner su confianza en un

perro. ¿Existe algo tan triste como esta escena, que parece tan

emblemática? Por todos lados andan dando vueltas los especu-

ladores de la guerra con su visión de rayos X, y en medio de to-

do un perro montado. La raza humana ha perdido, todos acla-

man al animal. Hemos atravesado la guerra que fuera el último

vítor de la caballería, y al final de ella los perros cabalgan por

ahí sobre los hombres.


* Schweinhund: Cerdo, hijo de puta. O bien: cerdo hijo de

puta.


FUENTE





Joseph Roth. The Hotel Years. New Directions, 2015.

Versión del inglés: Robert R. Rivas (c)

3 comentarios:

Carmen Troncoso Baeza dijo...

Mientras mas conozco a los hombres mas quiero a mi perro!

Sergio Munari dijo...

A mí me pasa lo contrario. Cuanto más los conozco, más fecundos son mis afectos. Establezco diálogos con esos otros escritores que si no son coetáneos, si me pertenecen por la geografía de los afectos. Esa literatura centroeuropea que representa como nadie Joseph Roth, fue como un retozo pintado en mis labios. Hallazgos que me marcaron como lector. Lo he leído casi todo de este autor,y es que yo reivindico una Europa de las letras, y de la cultura. Grossman, el Neruda checo, Jaroslav Hasek, Meyrink, y toda la plétora de autores/poetas franceses que desembarcaron en mi mundo, con gran albórbola. No hay más patria que la de los libros que hemos leído. Y a mí me reconcilian con el ser humano. Por más mezquino que sea Celine, me froto los ojos con ese moco que es el Sena en sus párrafos. Y es más, creo que cada uno de nosotros llevamos una novela dentro. Se lo escuché a alguno de estos sabios. A Ortega en una reflexión alusiva a otro sabio. Un placer leerte.

Robert Rivas dijo...

Muchas gracias por tu comentario y aporte a la nota.