Recordé el templo abandonado:
la campana de hierro en parte consumida por las llamas,
los restos absorbidos por la tierra
Recordé recordar, para ser más preciso
(Tratando de precisar)
La foto, en cambio, tiene la memoria intacta
la foto no es un recuerdo de un recuerdo
es un recuerdo puro
Siempre se la relaciona con la muerte
Y sin embargo, muchas veces tiendo a creer que lo
que llamamos existir -siempre recuerdo que la palabra
está hecha de dos partes, la raíz o lexema, y la parte variable
o morfema : ex y sistir - es una suerte de confusión
avalada por la experiencia. Estamos seguros de existir tan
sólo en este momento, el que hemos llamado 'presente'.
Este sistir lo reencontramos en insistir, en resistir,
en subsistir y en varios otros términos que, como se ve
a simple vista, sugieren cosas parecidas
Dije 'como se ve', y presente, que en latín es praeesse,
significa: estar delante y a la vista.
"¿Por qué las palabras son tan duras y no puedo hablar
(o escribir) tal como siento, como siento sintiendo, como
siento que voy sintiendo?"
Por otro lado, hay cierta insistencia en que sólo existe el
presente.
'El presente es todo lo que tenemos.' Falta el imperativo
que suele rematar esa certidumbre: "disfrutalo".
Pero en una de esas sólo existimos en el recuerdo
En el templo de la memoria
El otro existe ahí, más allá de que su cuerpo vivo (o muerto)
sostiene esa existencia desde algún otro lado. ¿No sería la exis-
tencia, entonces, un recuerdo falso? Cuando digo recuerdo, o
memoria, estoy queriendo decir las imágenes, las formas y sen-
saciones y sentimientos y emociones que nos despiertan esas
imágenes. Es necesario que haya o haya habido un cuerpo pa-
ra que puedan existir esas imágenes. Pero después el devenir,
las circunstancias, las connotaciones y las resonancias de ese
cuerpo constituyen, creo, lo que llamamos la existencia.
En ciertos lugares de la antigüedad -me refiero al Medio
Oriente en el que surgieron las primeras grandes civilizaciones,
como Sumeria, Asiria, Babilonia, el mayor castigo social -ante
una falta grave- era el exilio permanente. El sujeto expulsado
pasaba de existir en, por ejemplo Sumeria, a no existir en,
digamos, Asiria. En este nuevo lugar nadie registraba su
existencia. No se le dirigían ni la palabra, ni la mirada. El su-
jeto dejaba de serlo, por supuesto. ¿En qué se convertía?
Existimos en la mirada-memoria del Otro. En cuanto a nues-
tros propios recuerdos intransferibles, que no podemos legar,
¿no son nuestra verdadera existencia 'propia'?
¿No es morir el perder esa memoria de nosotros mismos? Creo
que no podríamos existir como sujetos si no fuésemos nuestro
propio Otro: el que 'vivió' algo y el que lo recuerda.
"Ya muchos dicen que vivir es acordarse de haber visto", dice
el fantasmal Antimero.
El templo de la memoria abandonada vendría a ser el trabajo
de la muerte.
La muerte como borramiento. La muerte se dedica a hacer de-
jar de existir. Muchas veces le lleva tiempo, porque seguimos
existiendo en Otros (lo pongo con mayúsculas por la misma
razón que se diferencia en psicoanálisis el otro de Otro, tam-
bién llamado "Gran Otro": el señor que pasa por la esquina
es el otro; las personas con las que he formado un vínculo cer-
cano, son lo que acá llamo 'el Otro'). ¿Cuánto: 2, 3 generacio-
nes? No sé nada acerca de mis bisabuelos. Muy poco acerca de
mis abuelos, casi nada de sus experiencias íntimas. (Sus ver-
güenzas, sus deseos ocultos, sus remordimientos secretos.)
Muerte podría equivaler a "total olvido". El amor y el arte me
parecen nuestros recursos para retrasar el olvido definitivo.
(También se me ocurre ahora una broma del destino, hecha a
propósito, para mantener la incertidumbre de lo incierto por
naturaleza: un hombre que no conozco, pero con el que me
crucé un día, ya muy anciano, cuando no reconoce ni a su
mujer ni a sus hijos y nietos, que no recuerda los nombres
de nadie, recuerda un día ese momento en el que nos cruza-
mos. Ve con claridad sorprendente mi rostro de ese momen-
to, y es la última persona de este mundo que me recuerda.)
Al mirar la foto, veo detalles que seguramente se me pasaron
por alto cuando vi esa campana quemada y abandonada en los
restos del templo.
Una forma de estar vivos es tener los sentidos encendidos.
Esta música, esas hojas, el detalle de las cosas. El momento.
El presente puro que la muerte no puede tocar, ni necesita
hacerlo. Todo lo que no vemos, no apreciamos, no sentimos,
no recordamos, es la muerte. Todo lo que no fuimos, todo lo
que no hicimos, todo lo que no haremos ni seremos, es la
muerte. Pura ausencia: Si estamos, la muerte no está. Si la
muerte está, no estamos.
Es una pavada: ha sido dicho diez mil veces.
Brota tu rostro sonriéndome en la memoria:
estamos vivos los dos, todavía. Y este 'todavía',
ahora, es siempre.
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