martes, 15 de diciembre de 2020

OLAV H. HAUGE, UN GRAN POETA NORUEGO

  



 NUBES DEL ATARDECER


 Las nubes están llegando ahora

 Con saludos de

 Costas distantes;

 Hacía rato que

 No me enviaban ningún mensaje.

 Vos tímida rosada

 Alta en el cielo del atardecer-

 Probablemente seas

 Para otra persona.

 Bueno, todavía queda

 Alguna esperanza

 Para el mundo.




 A TRAVÉS DEL PANTANO


 Son las raíces de todos los árboles que han muerto

 ahí afuera, así es como podés caminar

 a salvo sobre lugares blandos.

 Las raíces como estas conservan su firmeza, es posible

 que estén acostadas acá por siglos.

 Y todavía hay algunos oscuros restos

 de ellos bajo el musgo.

 Todavía están en el mundo y te sostienen

 como para que puedas cruzar a salvo.

 Y cuando salís al lago de la montaña, bien

 alto, sentís cómo la memoria

 de esa fría persona

 que se suicidó aquí una vez

 te ayuda a sostenerte en tu frágil barca.

 Él, realmente loco, confió su vida 

 al agua y a la eternidad.




 EL SUEÑO


 Dejanos deslizarnos dentro

 Del sueño, dentro

 Del calmo sueño,

 Sólo deslizarnos -dos pedacitos

 De masa cruda en el

 Buen horno

 Que llamamos noche,

 ¡Y así despertar

 En la mañana como

 Dos sanas

 Hogazas doradas!




 NO VENGAS A MÍ CON LA VERDAD ENTERA


 No vengas a mí con la verdad entera.

 No traigas el océano si tengo sed,

 ni el cielo si pido luz;

 pero traé una pista, algo de rocío, una partícula,

 como los pájaros se llevan sólo gotas del agua,

 y el viento un grano de sal.




 TIEMPO DE COSECHA


 Estos calmos días de septiembre con su sol.

 Es tiempo de cosechar. Todavía hay matas

 de arándanos en los bosques, rosa mosquetas enrojeciendo

 junto a los muros de piedra, avellanas aflojándose,

 y racimos de moras negras brillan en los arbustos;

 los zorzales rebuscan las últimas grosellas

 y las avispas se adosan a las endulzadas ciruelas.

 Coloco la escalera al atardecer, y cuelgo

 mi canasto alto en el cobertizo. Los glaciares

 tienen todos un fino espolvoreo de nieve nueva. En la cama

 escucho a los pescadores de espadines arrancar sus motores

 y partir. Pasarán toda la noche

 deslizándose sobre el fiordo detrás de sus poderosos 

                                                             reflectores.







 PLENO INVIERNO. NIEVE.


 Pleno invierno. Nieve.

 Le dí a los pájaros un pedazo de pan.

 Y no afectó mi sueño.




 MIRANDO UN VIEJO ESPEJO


 El frente de un espejo.

 El reverso una foto del Jardín del Edén.


 Un extraño hallazgo

 del viejo maestro del cristal.




 CHOZAS DE HOJAS Y CASAS DE NIEVE


 Estos poemas no suman

 mucho, sólo

 algunas palabras arrojadas juntas

 al azar.

 Y sin embargo

 para mí

 hay algo bueno

 en hacerlos, es

 como si tuviese en ellos por un

 ratito una casa.

 Pienso en casas de muñecas

 hechas de ramas que construimos

 cuando éramos chicos:

 reptar a su interior, sentarse

 escuchando la lluvia,

 en un lugar silvestre, solo,

 sentir las gotas de lluvia en tu nariz

 y en tu pelo-

 o casas de nieve en Navidad,

 reptar adentro y cerrarla después

 con una bolsa,

 encender una vela, estar ahí

 a través de las largas frías noches.



 Olav H. Hauge (1908-1994) nació, vivió y murió en Ulvik, un 

pequeño asentamiento en Hardanger, al norte de Utne. Su exis-

tencia se desarrolló en un mundo pre-industrial, atado a tradi-

ciones severas. En su caso eso significó ser pobre. El hermano 

mayor recibe la casi totalidad de la granja familiar, mientras 

que el menor (en este caso, Olav), sólo recibe tres acres de te-

rreno. No lo pasó bien en su juventud. Incluso estuvo interna-

do psiquiátricamente antes de cumplir los treinta. 

 Se casó por primera vez a los 65, con la artista noruega Bodil

Cappelen. El casamiento fue feliz, y esos fueron buenos años

para Olav. Murió a la vieja usanza: sin enfermedades, simple-

mente dejó de comer durante unos diez días y entonces se mu-

rió. Después del servicio religioso, un carro tirado por un caba-

llo transportó su cuerpo de regreso a la montaña. Todos nota-

ron que un pequeño potrillo corría alegremente junto a su madre

y el féretro durante todo el recorrido.


FUENTE


Robert Bly. The Winged Serpent of Delight. Selected Transla-

tions. HarperCollins, 2004. (También las anotaciones acerca

de la vida y muerte de Hauge, provienen de este libro.)


 Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c)


2 comentarios:

Carmen Troncoso Baeza dijo...

Leerlo es como si lo hubiese conocido a fondo!

Robert Rivas dijo...

¡Coincido con vos!