El ramal pasaba justo por la puerta de la casa
Venía la larga curva bordeada de yuyos
la línea férrea del siempre recto noble metal
y luego la bestia
con los chirridos,
los chisporroteos,
las frenadas,
los olores,
la bocina feroz,
el tufo caliente
que dejaba a su paso
Obviamente tapiamos las ventanas
levantamos un cerco,
cavamos un foso
entre las vías y la puerta de adelante
La dimos vuelta, al fin
la pusimos de culo
contra el ulular nocturno
la luz del reflector
en la cabeza-trompa
del monstruo-máquina
Los trenes se detenían
sin motivo
solo para arrancar
entrechocando
hierros y vagones
cadenas y enganches
en medio de los sueños
en los momentos
en que el cuerpo se entrega
a su inanidad más completa
y tierna
Los vagones de carga abiertos transportaban
carbón de piedra
Cuando los trenes se detenían a hacer
quién sabe qué -
algunos decían que era para cargarles agua
a las máquinas, una teoría obviamente absurda
ya que por el tiempo que demoraban en hacerlo
se podrían llenar las bodegas de una fila
de barcos de carga-
unidos a un grupo de gente local,
nos mezclábamos alegremente los chicos,
y con ahínco, entre todos,
derribábamos con palos todo el carbón de piedra
posible, acumulando pilas siniestras de carbón
de piedra en los patios traseros de la mayoría
de las casas, aunque nadie encontró utilidad alguna
para esos inútiles tesoros.
Sin rencores ni remordimientos:
Esto ocurrió
y no hubo Dios
que diese un buen puñetazo
sobre este desgraciado asunto
hundiéndolo todo
entre el olvido y el barro
La ciudad, por entonces,
era enteramente indivisible
¿Dije ciudad? Debí decir La Zona.
El descanso no había sido inventado
La cama y la silla aun no habían sido
desenterrados.
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