martes, 6 de julio de 2021

MONTAN MONTAÑAS

  En el macizo de He'kwong

 las montañas ya nacen arracimadas.

 Innumerables pendientes.

 Son tantos los monjes que, a través de varias generaciones

 han intentado asentarse en su territorio indomable

 que hay miles de ellos 

 alojados acá y allá

 precariamente

 en esas laderas.

 Son vidas en desnivel

 ¿Quién sabe cuánto ha incidido esa condición

 en las extrañas construcciones filosóficas de los monjes

 de He'kwong?

 "Es necesario lograr la absoluta quietud del espíritu

 para superar la quietud de las montañas."

 De ahí que "montar montañas"

 no es sino el principio rector de sus sistemas.

 No se trata, tampoco, de que las montañas

 anden cabalgando por ahí.

 Hablamos de lentitudes más que milenarias.

 Sus espíritus, en cambio, cuando lo logran,

 son más inmóviles que las bestias gigantes de roca

 que "los transportan".

"La quietud absoluta es la verdadera celeridad."

 

 En cambio, en Zechiang, los Wu se han mantenido hostiles

 al mundo hostil que les tocó habitar.

 Ahí las montañas son apilados de rocas

 y todo está siempre más o menos en movimiento.

 Roca a roca, de momento a momento.

 Desde hace unos miles de años

 los Wu intentan formar el ejército que necesitan

 para invadir las fortificadas tierras planas de K'wei.

 El único animal con el que cuentan para ello

 es el Yang, la cabra formidable de los riscos,

 el más asombroso equilibrista.

 Son animales -aparte de numerosos-

 a los que ningún ángulo, ningún derrumbe,

 ningún capricho de la gravedad

 pone en jaque.

 Sus movimientos, mínimos hasta lo inconcebible,

 los mantienen invictos y erectos de juventud a vejez.

 Frugales.

 Se dice que viven tres años con una mata de pasto

 Rumiando con ancestrales sabidurías de la especie.

 La provisión de agua, en cambio, nunca

 ha sido un problema, lluvias y cascadas

 pueblan su mundo.

 Lo cierto es que los Wu no han logrado

 la domesticación de la cabra montañesa

 -todavía.

 A pesar de dedicarle a ello sus más inteligentes 

 energías.

 Algún esporádico éxito no ha traído

 más que escenas que bordean (ahí todos son bordes,

 la mayoría de las veces filosos), lo patético.

 El jinete llega a montarse en la cabra maniatada,

 pero esta permanece totalmente inmóvil

 durante días, semanas y meses.

 El instinto imbatible de estos animales

 es guardar el equilibrio.

 Nunca un grito, un arrebato, una destemplanza.

 La cabra montañesa puede estar parada

 sobre una piedra del tamaño de una naranja

 que a su vez se menea siguiendo las reglas universales

 de la gravedad, la masa y los planos inclinados,

 por tiempos inefables.



 En Kwen Lun, una comunidad de monjes

 sumamente tenaces 

 -tienen mucho tiempo, tienen voluntades de hierro-

 está dedicada desde hace unos pocos milenios

 al propósito de armonizar a las nubes

 con las montañas.

 Ese, dicen, es el medio de transporte 

 que le espera a la humanidad

 en el más allá lejano

 al que están seguros de arribar algún día.

 Cuando logren hacer que las nubes

 arrastren en sus movimientos

 -con esa delicadeza que roza lo indescriptible-

 a las obcecadas montañas

 -esas endogámicas que no quieren apartarse

 ni un milímetro de mami (y es un hecho constatable

 que muy pero muy raramente una de ellas 

 abandona para siempre su comunidad)-

 estas se dejarán llevar en su propio Nirvana.

 "Convencer a las nubes" es el sustrato de la convicción

de los monjes de Kwen Lun.

 Algún viajero lo ha descrito como

 "el non plus ultra de los viajes."


 En cambio los Lei Tao, consideran que las montañas

 son una rara variación del género animal.

 Gracias a ello viven en armonía con la realidad

 imperante.

 Han decidido -ya hace mucho tiempo- respetar

 los hábitos extremadamente conservadores  

 de los animales-montaña:

 "tal vez esperan una orden, tal vez tienen miedo,

 tal vez saben algo".

 "Esperamos. Cuando ellas quieran,

 en manada o solas,

 comenzar a desplazarse,

 iremos con ellas."


 Los pájaros, a todo esto,

 aun el más minúsculo saltarín de los matorrales,

 ¿cómo podrían evitar engendrar

 la más intolerable especie de esperanza?


 

 

2 comentarios:

Carmen Troncoso Baeza dijo...

Poemas como estos me traen muchas esperanzas de un nuevo día

Robert Rivas dijo...

Muchas gracias, Carmen. Me hace muy bien tu comentario.