Sebald recuerda
la primera vez que fue testigo
de una poeta groenlandesa
'viva en la carne'
'formando sonidos
que no le parecían
otra cosa que dobles
vocales y dobles
vees resbalando arriba
y abajo por la escala de
sonidos de su plumoso
lenguaje taavi
jjuaq dice ella la
gran oscuridad y
levantando su brazo la
centelleante luz'.
Y ese recuerdo disparó
la noche en la que Jerome
Rothenberg
el etnopoeta
interpretó
para un escaso público
entre el que me encontraba
un poema de los indios
americanos
con las inflexiones,
los gritos, soplidos, los movimientos
rítmico-convulsos
del cuerpo
como los que haría
sin saber sabiendo
un animal inspirado
Y ambas noches pasaron a
mezclarse
entre las demás noches como
cartas marcadas
en el mazo
como el latido de menos
o de más
en la larga hilera de los
pulsos
porque es el cuerpo
siempre, al final
es en el cuerpo donde
pasan las cosas
que la mente
raramente merecedora
de llamarse
"el espíritu"
presencia y
siente
es hasta raro estar diciéndolo y
un tanto obvio
pero eso es todo lo que hay
realmente
emociones
que han hecho centellear
al cuerpo
para luego transformarse
en barajas marcadas,
en las tinieblas de ese cuerpo
y pasar a llamarse
"recuerdos"
o emociones que
a veces
ah
mágicas y raras veces
intercambiamos
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