domingo, 28 de noviembre de 2021

MANOS Y MANIJAS

  'Y mi mano izquierda aprendió tan poco

  de las destrezas de mi mano derecha...

  La mano retrasada. 

  Diferentes, también, los dos lados del cuerpo.

  Extraños en cierta forma entre sí.

  Y las manos, al mirarlas, ¡tan conocidas y tan

  extrañas al mismo tiempo! ¡"Mis manos"!

  Mucho más que meros instrumentos.

  La mano de mi hijo en mi mano (hace mucho tiempo).'


  En cambio las manijas parecen ser claramente objetos,

  complementarios, pasivos, ante las cuales 

  la inteligencia de las manos se vuelve infinita.


  Georg Simmel en un ensayo de 1911 titulado

  "La manija" dice, sin embargo, que ésta une dos mundos: 

  el utilitario y el no-utilitario.

  Robert Frost habla de las 'manijas' de las hachas cana-

dienses, "que siguen la curva del grano".

 Y Gary Snyder, en su poema "Mango" (de hacha)

cuenta el momento en el que su hijo quiere reemplazar

el mango de un hacha: "Ahí comencé a darle forma al

viejo mango con el hacha, ¡y la frase que había aprendido

de Ezra Pound sonaba en mis oídos!: "Cuando estás 

haciendo el mango de un hacha el modelo no está lejano."

  Gary Snyder sigue el rastro de esta frase y arriba al 

antiguo maestro Chen: "Y veo: Pound era un hacha,/

Chen era un hacha, yo soy un hacha/ Y mi hijo una manija,

pronto/ Para estar dando forma de nuevo, modelo/Y 

herramienta, destrezas de cultura,/ cómo seguimos la

tradición literaria/ como ir pasando de mano en mano/

cómo seguimos (continuamos)."


 Esto nos recuerda que Miguel Angel hablaba de librar a

la estatua del mármol que la aprisiona.

 (Con las manos)


 El hacha en el lugar de la lapicera.


 Y Elías Canetti: "En las calladas, prolongadas actividades

de la mano: las que han creado el único mundo en el que nos

interesa vivir."


 El mango del hacha, la manija de la jarra,

 la manija de las puertas...


 Después de escribir el Tractatus Lógico- Philosoficus en

1921, el genial Ludwig Wittgenstein se convierte en jardi-

nero de una comunidad monástica en las afueras de Viena,

alojándose en un cuartucho para las herramientas. La her-

mana le pide que colabore como su arquitecto en la cons-

trucción de la casa que ella se está haciendo. Él sólo diseñó

las ventanas, las puertas, las trabas de las ventanas y los ra-

diadores. Detalles preciosos. Especialmente las manijas de

las puertas, que Monk describe como de "una exactitud ca-

si fanática", volviendo locos a herreros e ingenieros.


 Y de nuevo: la mano en la mano.

 Sólo esa imagen, esa sensación.

 La 'conocida-extraña' mano de uno en la 'conocida-extraña'

mano del otro. Los dos extraños 'conociéndose'.



  

  UNA NOTA (AL PIE)

En la Argentina se usa una expresión muy lograda, que no

sé si es propia de otros lugares de habla castellana: "Tomarle

la mano". "Dejame tomarle la mano", se dice. "En cuanto le 

tome la mano, va a andar bien." Me parece una verdadera me-

táfora lograda de aquello que en inglés sólo puede expresarse

a través de "the craft", que tiene un sentido ligeramente distin-

to, ya que se refiere a la destreza que se adquiere y transmite.

"Life so short, the craft so long", dirían Auden y Pound.

También en la Argentina es muy frecuente la expresión: "Aga-

rrar la manija" (tener el poder). "Si agarro la manija yo, hago 

desastre." Lo dicen en un sentido, lo hacen en otro, lamentable-

mente.

2 comentarios:

Carmen Troncoso Baeza dijo...

Hay algo tan dulce y familiar, en todo cuanto nuestras manos puedan deslizarse, indagar y los objetos que prolongan el contacto y que son perfectos de asir

Robert Rivas dijo...

Es tan compleja su "identidad"...