A toda marcha
sobre vías cuyo acero se calienta a fuego
a pesar de la helada oscuridad
que intenta en vano apresarlo todo
Fluyen el sueño, el campo,
los cielos estrellados.
Debajo de los rieles
reptan raíces que todo lo saben.
Hoy, al atravesar el puente colgante,
ligero cambio de tono de las conversaciones.
(Mientras tanto)
la mano saca del bolsillo un objeto lustroso.
Una piedra de los mares.
¿Quién sabe desde cuándo esperaba
esa piedra en el mar?
Los destinos tejen en la noche sus redes
y la mañana siguiente las disuelve sin esforzarse.
Las grúas de construcción de las ciudades
duermen
igual que los tigres en la selva.
El tren devora distancias
con una avidez insaciable.
El vidrio de la ventana
refleja la mano acariciando la piedra,
mientras el sueño vuelve a trepar
hacia la mente
como millares de insectos benignos
y malignos
trepan los muros
de una abandonada ciudad santa.
1 comentario:
Rememorar los viajes en tren, inolvidables, esta muy hermoso este poema!
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