sábado, 26 de agosto de 2023

LA JUVENTUD DE KRAMM (I)

  Kramm, que luego sería el Sr. Kramm, dejó muchos escri-

tos dispersos. Dispersos en 3 sentidos: desparramados en los

más diversos lugares (papelitos sueltos en su mayoría, otros

en las páginas en blanco de los libros, otros escritos sobre 

facturas o papeles comerciales); dispersos en el tiempo (im-

posibles de rastrear, destinados a hallazgos casuales); y dis-

persos en el sentido de la dificultad para encontrarles un eje 

común, una temática, cualquier cosa parecida a una dirección. 

 Los que siguen son los que podríamos decir que guardaron

una cierta coherencia que nos permite reunirlos.

 En estos textos Kramm habla de conocidos suyos, en su estilo,

entre dramático y lúdico. No se ha podido reconstruir una ver-

dadera biografía de Kramm, ni siquiera a través de las personas 

que menciona en sus escritos, ya que los nombres no parecen 

corresponder a sujetos famosos, además de pertenecer a épocas

diferentes, en un radio de al menos 30 años. El círculo en el que, 

según parece, se movía Kramm era de lo más diverso, siempre 

caracterizado por su desmesurada curiosidad y su esforzado 

desapego. Las dos direcciones casi contrarias en las que se mo-

vió durante aquellos años. 

 A medida que vayan apareciendo nuevos fragmentos -no es im-

pensable que esto ocurra- intentaremos publicarlos.



 >Zals era incapaz de dormirse en un vehículo. Solía declarar

-saboreaba las declaraciones- que ni aún anestesiado dormi-

ría en un tren, por ejemplo. Y es cierto que era inquieto, mala-

mente inquieto. Los llamaba sus 'gérmenes de inquietud' y los

describía como bolitas innumerables que pasaban de una pen-

diente a otra por su cuerpo. De 'tamaño imperceptible', que 'in-

movilizaban las funciones 'complejas' por medio del desequi-

librio'. En esos casos, se trataba de que una leve brisa anímica

de cualquier especie podía dar un vuelco a esa cosa informe,

decía él, que llaman 'mi vida'.<


***


> La belleza no se equivoca.<


 >Más de uno me confesaba que le dolía el silencio del

 cuerpo.<


***


 >Printi -no recuerdo por qué le decíamos así- "veía venir los

sucesos como objetos que nadaban en el vacío". En un instan-

te debía decidir si saltar, esquivar, correr, quedarse. Los suce-

sos, decía, eran unas "masas gelatinosas que reventaban en 

contacto con el cuerpo, y ahí mismo, producían algún grado 

de 'invasión'". Eran 'oleadas', y en muchas ocasiones lo deja-

ban al borde de la sofocación. "Estado de embargo", lo llama-

ba Printi. "Todo lo que tenés, pasa a un estado segundo." Así

y todo, salía, andaba por la calle, desafiaba, el buen Printi.<


***


>Xirgu contó hoy ante una mesita de bar lo siguiente: "Vuelto

de la guerra, nadie me reconocía. Tampoco yo reconocía a

nadie. Llegué a pensar que me habían devuelto a una ciudad

equivocada. Pero, a pesar de mi insistencia en este punto, de-

bí reconocer, una y otra vez, que las calles, los edificios, los

parques y todo lo demás, correspondían sin lugar a más dudas

a la ciudad de la que había partido siendo muy joven. Me con-

dujo (supongo que quiso decir "esta evidencia") a que lo más

probable era que solo se hubiera producido un corrimiento li-

gero de las membranas. Y empecé a aceptar la idea, que conti-

núo teniendo hasta hoy porque me sostiene, de que tal vez to-

dos siguiéramos siendo quienes habíamos sido, pero no desde

afuera." ¿Nos distrajimos? Nos olvidamos de preguntarle si

eso nos incluía a nosotros. Porque ya sabíamos la respuesta.<


***


>"Durante jornadas enteras", me contó hoy en el colectivo Ja-

nop, "estuve esperando en medio de una multitud agobiante,

hasta que al fin me asignaban una función. Entonces yo salía

como tiro de ahí, pero en cuanto encarnaba la nueva función

que me habían asignado, la encontraba verdaderamente mise-

rable. Demasiado estrecha, seca, deforme, como para amoldar-

me a ella... Pero (prosiguió contándome Janop, mientras inten-

taba alisarse el pelo), la cuestión era que esa función me había

sido otorgada,  y corría el grave riesgo, si como deseaba hacer,

la arrojaba a la basura, de que no volviesen a asignarme ningu-

na. Así que todo este procedimiento (y enfatizó la palabra PRO-

CEDIMIENTO de tal manera que varios pasajeros se dieron 

vuelta para ver qué estaba pasando) se repitió cientos de veces.

Pero yo ya había dejado de sufrir. No sé por qué, manteniéndo-

me en tan miserable condición, yo no sufría. Será que ya no es-

peraba que se me asignara una función bella, una función mag-

nífica, una función a la altura de un deseo que ya se había es-

fumado en mí."<


***


 >Novis me recuerda, por alguna razón, a Vamin. Siempre se

me aparece Vamin, con la misma expresión en los ojos, dicien-

do: "Lo que yo pierdo con una aterradora frecuencia, Kramm,

es la intención. Es así, como, de repente, se me encuentra pata-

leando en el vacío."<


 >Tiene esa sonrisa... aparece de repente, siempre por sorpre-

sa, imposible de relacionar con lo que estamos hablando o

está sucediendo. Es, más bien, un ligerísimo corrimiento del 

ser de Novis. O la señal de un potencial enroque de las partes

constitutivas de su aparato -o artefacto- psíquico.>

***


 >Necesito de mis sombras como necesito de mis silencios.

 Algún día aprenderé a transformar sombras en silencios y

viceversa.

 La tarea, según me dice una voz ¿interior?, es transformar

lo desesperado en inesperado. La espera pura es el mensaje-

ro de la muerte.<


***


 >Cerlus me cuenta que tiene un problema con las calderas.

Dice que sus calderas necesitan consumir infiernos de leña

para producir un pensamiento fresco, una acción interesante.

Luego agrega: "Si me hubiese tocado poseer alas, segura-

mente serían una alas gruesas y pesadas. Otro trabajo, en lu-

gar de algo que aliviase el trabajo." "No estoy del todo con-

denado", dijo más tarde, sonriendo: "Siento el zumbido de las

palabras. Tengo el panal lleno."<


***


 >"Sombras". Así no se entiende nada. Hay tantas clases de 

sombras. Y hay tantas clases de ausencias de sombras. Nom-

brar, clasificar, no se trata de eso. Frotar una ausencia parti-

cular de sombra entre el pulgar y el índice. Olerse los dedos.

Dormir. Soñar con ese perfume. La tarde, quieta entre los ár-

boles. Simplificando.<


***


>Bungui, el Bungui que nadie sabe de qué país vino, dice que

las mujeres están divididas según las bocas y según los frutos.

"Hay mujeres con bocas-damascos; mujeres con bocas-ciruelas; 

mujeres con bocas-frambuesas. El problema es que hay más 

clases de mujeres que de frutos. por eso uno nunca termina de 

conocerlas..."<


***


>La simple sangre: un hilo que corre. "Un hilo que corre."

Dejarlo ir. En el arroyo, esta mañana, hierbas secas giraban

en la superficie de la corriente. No se podía hacer otra cosa

que dejarlas ir.<


***


 <Niltu, como su nombre sugiere, proviene de una ciudad de

puertas. De hecho, lo único que hay en esa ciudad son puer-

tas, Una puerta da a la otra -o la cierra.

 "Hay puertas, comenta Niltu, que abren a diez, a cien, a mi-

les de otras puertas." "El locus (el lugar, la locura) es lo que

sucede entre la multitud de puertas. Es una selva. Y ciudad y

selva deben mantenerse apartadas. Cuando se entremezclan,

y siempre están intentando hacerlo, se desabrocha el frágil te-

jido de lo que nombramos como 'la mente humana'."

 Otro día Niltu nos habló de la organización, del órgano, de

la organicidad. "Pero, remarcó, lo que genera tanto la orga-

nización como el desorden es el órgano." Sí, el mismo.>


***


 >No sé qué está pasando con este asunto de los órganos, últi-

mamente. También Nogaris, y si mal no recuerdo, la misma

Luma, me han contado en más de una ocasión que sus órga-

nos están migrando por el cuerpo. En el caso de Nogaris, los

órganos "sólidos, los que tienen peso, vos sabés: el corazón,

el hígado y el bazo. Tuve que ir a un colocador de órganos y

me puso una horqueta ortopédica en cada uno. Por ahora están

funcionando." Me leyó el pensamiento: "los riñones, sí, esos

son otra clase de problema, porque al ser gemelos, tienen una

especie de mentalidad diferente. No se quedan quietos, no, no.

Pero están, como te diría, como jugando juegos. 'Esos', me di-

jo el médico, 'se las arreglan bien solos'".>


***

>soportar -a lo largo y ancho (y alto y bajo)- la coacción de

la identidad>


***


>estaba muy tentado por la idea de divulgar las 4 claves que

ligan todos los idiomas posibles. pero será otro día>


***


> esa sensación, sin fundamento alguno -¿suelen tener funda-

mentos las sensaciones?- de que cualquiera/ podría/despertarse.>


***


trémulo, trémulo

ÚÚÚÜ... sí, trémulo


 




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